Versos

"Yo no protesto pormigo porque soy muy poca cosa, reclamo porque a la fosa van las penas del mendigo. A Dios pongo por testigo de que no me deje mentir, no hace falta salir un metro fuera de la casa para ver lo que aquí nos pasa y el dolor que es el vivir." (Violeta Parra en Décimas, autobiografía en versos)

domingo, 8 de diciembre de 2013

Soneto LXVI por Pablo Neruda

No te quiero sino porque te quiero
y de quererte a no quererte llego
y de esperarte cuando no te espero
pasa mi corazón del frío al fuego.

Te quiero sólo porque a ti te quiero,
te odio sin fin, y odiándote te ruego,
y la medida de mi amor viajero
es no verte y amarte como un ciego. 

Tal vez consumirá la luz de enero,
su rayo cruel, mi corazón entero, 
robándome la llave del sosiego.

En esta historia sólo yo me muero
y moriré de amor porque te quiero,
porque te quiero, amor, a sangre y fuego.

sábado, 23 de noviembre de 2013

El padre

Nació su hija, pequeña, bendita, ojalá que haya sacado sus ojos y la alegría con que subía a recorrer los cerros de Copiapó. Hace tanto tiempo que no me acordaba de este amor viejo, escondido y olvidado por el smog de Santiago, por los años y el cemento. 

Los años han pasado y no en vano, él ya es padre, yo no. Nos perdonamos, nos sinceramos al punto de que podemos saludarnos sin problemas en la calle. De todas formas en un par de veces nos hemos evitado. ¡Ay!, no me hace bien recordar porque soy mal perdedor.

Tengo una alegría por él, por su alegría misma pero a la vez siento melancolía al nivel de De la ausencia y de ti. 



Ahora sólo me queda buscarme de amante la respiración
no mirar a los mapas, seguir en mí mismo, no andar ciertas calles,
olvidar que fue mío una vez cierto libro o hacer la canción
y decirte que todo está igual, la ciudad, los amigos, el mar,
esperando por ti, esperando por ti. 

Sigo yendo a Teté semana por semana, ¿te acuerdas de allá?
Hoy hablo de fusiles despidiendo muertos.
Yo sé que ella me ama, es por eso tal vez que te siento en su sala
aunque ahora no estás. Y se siente en la conversación
o será que tengo la impresión de la ausencia y de ti, 
de la ausencia y de ti.

No quisiera un fracaso en el sabio delito que es recordar,
ni en el inevitable defecto que es la nostalgia de cosas
pequeñas y tontas como en el tumulto pisarte los pies
y reír y reír y reír madrugadas sin ir a dormir, 
sí, es distinto sin ti, muy distinto sin ti.

Las ideas son balas hoy día 
y no puedo usar balas por ti.
hoy quisiera ser viejo y muy sabio 
y poderte decir lo que aquí no he podido decirte
hablar como un árbol con mi sombra hacia ti,
 como un libro salvado del mar,
como un muerto que aprende a besar, 
para ti, para ti. 
Para ti, para ti.

viernes, 22 de noviembre de 2013

En agenda, hablemos de Horvath y otros

Creo que no existe amante de la politología, opinología política, ensayismo y columnismo que sea capaz de abstenerse de emitir posturas en un ambiente sobrepermeado de elecciones concurrentes. Al menos yo no puedo, incluso sin ser nada más que un ciudadano de a pie. 

Antes de argüir palabra alguna, permitan salirme de padres, hermanas, hermanos, madres, perros y gatas: ya no me está agradando el tono de ciertos compañeros de carrera (amigos, ¿por qué no?) que se espantan de que no quiera beber cerveza en la universidad. Varios de los que me conocen saben que repruebo esa conducta con el alma, ir a beber y emborracharse a nuestra Escuela de Gobierno y Gestión Pública es repudiable insulto a la generación de conocimiento y su difusión a las juveniles almas que desean aprender indistintamente de si es viernes, sábado en la noche o lunes en la mañana. 

Me tildan de serio, de amargado porque leo los diarios que hay disponibles en biblioteca, porque prefiero beber una taza de té antes que gastar dinero en una lata de cerveza. Creerán seguramente que son dueños de mi boca, de mis actos y que me dejaré intimidar e influenciar por sus arengas de "jóvenes", de "machos", de "winners" y tanto auto-halago. He observado también como a otros, un poco menos fuertes de carácter, prácticamente le empipan los centímetros cúbicos de cebada etílica. Lamentable. No importa que me digan abuelo porque me tomo una taza de té verde, yo decido cuando beber alcohol y cuando no, hacerlo en la universidad no está en mis planes. Imaginen cómo atacan cuando me opongo al consumo de marihuana.

Catarsis hecha. Hoy nos enfrentamos a un clima electoral cual año de la serpiente, cambiante, sinuoso. Los que hasta el 16 de noviembre renegaban de la Nueva Mayoría, la criticaban y decían que no había por donde acercarse, llegan de alguna manera u otra a sumarse a una de las dos candidaturas que lograron acceder a la segunda vuelta -repudio al término balotaje-, Michelle Bachelet o Evelyn Matthei. Pero en honor a la verdad todos se acercan a la ganadora y se alejan de Matthei. 

El primero de la lista es Franco Parisi, quien en el momento que reconoce su derrota hace el primero y más grande gesto de todos al calificar a Michelle Bachelet de dama y a Matthei de mala. Días después entrará en escena su jefe programático y Senador por Renovación Nacional, Antonio Horvath, díscolo evidentemente, que sin mayores problemas llegará a tener una reunión con la misma Michelle Bachelet a su comando, demorará cerca de una hora en la conversación y saldrá pronto a hablar con la prensa para comunicar que ve muchas convergencias con el programa de la Nueva Mayoría. Voltereta uno. Terremoto en la Alianza por Chile, salen personeros a comunicar reuniones de partido y mencionan al Tribunal de Disciplina y un etcétera grande seguido de Karla Rubilar anunciando que mañana Horvath se reúne con Matthei. El punto en discusión es qué hace un senador de RN negociando su apoyo con su misma coalición. Se podrá decir que lo obvio era que en la segunda vuelta volviera como hijo pródigo, pero en la política las lógicas van más allá de la mera disciplina partidaria. Por una parte, todos sabemos que la UDI y RN vienen con los flancos abiertos desde que existen y que sus diferencias se han agudizado ahora que son gobierno y también sabemos que Evelyn Matthei no llama para nada a la unidad, desune, produce anticuerpos, con ella no hay términos medios. 

El Senador Horvath está jugando con armas de doble filo, se deja querer por mientras por la Nueva Mayoría que necesita votos para cumplir con sus tres ejes programáticos, pero cuando pase su minuto de gloria quedará en medio de la nada y la Alianza le hará saber que no siempre es buena la indisciplina. Hoy hubo reunión con el comando de Evelyn Matthei pero no duró ni doce minutos. No hay convergencias, palabra de la agenda pública. 

Marco Enríquez Ominami ha asumido una postura de bajo perfil, como buen político no se cierra a brindar apoyos y tampoco los brindará a cambio de nada. La táctica del ganador minoritario (y de lo que debería aprender Franco Parisi). De todas maneras, indirectamente el apoyo ya está dado al no decir que no, se deja siempre abierta la posibilidad. Claro, como en el amor. 

Roxana Miranda y Marcel Claude ya negaron todo apoyo ¿habrán pensado que alguien se los iba a ir a pedir/rogar? De todas formas, con o sin pronunciamiento sus votantes no irán a votar el 15 de diciembre. 

Los porcentajes que importan son los de Parisi y Enríquez Ominami, ambos por arriba del 10%. De ellos dos se espera que vuelvan a presentar como candidatos a la Presidencia de la República en 2017, y sin duda, que dar o no el apoyo a Bachelet va a pesar en el discurso que sostengan en cuatro años más. Claro, porque el apoyo que arrastran no es por arte de magia ni por desmedido carisma sino más bien por una estrategia discursiva que reniega y rechaza la forma tradicional de hacer política, de la que fue parte por varios años Marco Enríquez Ominami y de la misma a la que Franco Parisi comenzó a reclamar justo para estas elecciones, ¿habrá nacido el año pasado?

martes, 19 de noviembre de 2013

Gobernabilidad democrática

La gobernabilidad puede ser entendida como el poder de un gobernante para realizar de la manera más óptima posible su programa de gobierno, como la cantidad de variables que controla un presidente para tal efecto, en comparación con la cantidad de variables que no controla (Matus, 1997), en otras palabras, se refiere a cuán gobernable es un país considerando una serie de elementos contextuales e históricos en la medida que se van implementando las reformas contenidas en un programa de gobierno. 

El programa de gobierno es la ruta de navegación de un Presidente y su objetivo es intercambiar las magnitudes de los problemas de la población, es decir, crear las condiciones para un intercambio de problemas puesto que los beneficios orientados hacia un sector de la población significan la creación de nuevos costos para otros, lo que deja al descubierto la calidad subóptima de la implementación de políticas. Según lo anterior, la gobernabilidad no se entiende sin un programa de gobierno que permita implantar en la legislación las normas que según el partido de gobierno sean las más adecuadas para lograr su ideario de sociedad. No obstante, así como hay problemas que el gobierno selecciona para solucionar, también hay problemas que seleccionan al gobierno: las coyunturas, entendidas como hitos o sucesos en la vida nacional que obligan al gobierno a desviarse de la hoja de navegación para dar solución a problemas que reclaman una urgencia mucho más imperativa. Las coyunturas pueden significar no sólo un desvío, sino también un replanteamiento de las estrategias y la asignación de los recursos que dispone un Presidente.

Entonces, la gobernabilidad de un país depende de factores coyunturales, de lo realista del programa de gobierno, de la calidad institucional, de las capacidades técnicas y humanas de la administración pública que implementará el programa. Hasta allí y como lo plantea el venezolano Carlos Matus, la gobernabilidad es totalmente aplicable a gobiernos democráticos pero también a los de facto. Por esta razón es necesario distinguir la mera gobernabilidad en sentido amplio de una gobernabilidad democrática en donde además de la necesidad de controlar y asegurar los factores descritos, el Ejecutivo requiere de los apoyos del Poder Legislativo y de su voto para hacer efectivas las medidas del programa de gobierno. Mark Payne define la gobernabilidad democrática como “la capacidad de tomar y llevar a la práctica decisiones que respondan de manera adecuada a los problemas económicos y sociales que aquejan a un país. Sin embargo, la definición también involucra la toma de decisiones mediante procesos legítimos, democráticos y sostenibles” (Payne, 2006: 90).

La gobernabilidad en una república democrática presidencialista, de poderes del Estado separados e independientes, corresponde en primera instancia al Presidente. En los presidencialismos la gobernabilidad se ve favorecida por cuanto las facultades del Presidente son meridianamente mayores que las del Legislativo, contando con atribuciones constitucionales como la del uso de poderes unilaterales de emisión de decretos con carácter de ley y uso del veto, además de poderes integrativos como la aplicación de urgencias a las discusiones de leyes (Cox & Morgenstern, 2001). También infiere en el grado de gobernabilidad las facultades del Poder Legislativo frente a los actos de gobierno puesto que las constituciones les confieren a los congresos atribuciones como el control de los actos de gobierno –comisiones investigadores, fiscalización, interpelación y acusación constitucional– y también la posibilidad de hacer peso a los vetos presidenciales a través de las insistencias (Alcántara & Sánchez, 2001).

En el ejercicio del gobierno, el Presidente buscará apoyos en el Poder Legislativo, comprendido como un órgano colegiado cuyos miembros son electos por la ciudadanía para diseñar, aprobar o rechazar las leyes que permitan llevar a cabo las reformas del programa de gobierno (a diferencia del Poder Judicial cuya composición está normada y no depende de la voluntad popular directamente puesto que aplica la justicia y para ello requiere de imparcialidad y apego estricto a la norma). El Poder Legislativo al estar conformado por legisladores electos democráticamente también está dominado por partidos políticos que acceden a escaños por medio del voto, lo que hace que la gobernabilidad democrática dependa también de un sistema electoral, sistema de partidos y el tipo de legislatura a la que se enfrente el presidente. 

El sistema electoral es definido como “el conjunto de normas que determinan las formalidades y procedimientos con que los electores seleccionan a los candidatos y partidos políticos de su preferencia y la manera en que su voto determina la asignación de escaños y cargos gubernamentales entre las distintas fuerzas políticas participantes” (Nohlen, 1998a en Payne, 2006: 41) y va a influir en la gobernabilidad en la medida que su diseño propenda a formar mayorías parlamentarias en el Congreso o a generar un Congreso con alta fragmentación partidaria que obstruyan o catalicen las reformas comprendidas en los programas de gobierno. Incluso, “el sistema electoral influye en la gobernabilidad por su impacto en la estructura y el funcionamiento del sistema de partidos políticos” (Payne, 2006: 41), que pueden definirse en función de si son ideológicos o programáticos, basados en clivajes históricos, por su tamaño o bien por la cantidad de partidos que existen pudiendo haber partido único en totalitarismos (gobernabilidad total), ningún partido dada la prohibición de éstos en las dictaduras autoritarias (gobernabilidad total), bipartidismo como en Estados Unidos e Inglaterra, partidos hegemónicos como el PRI de México y varios partidos pequeños a su alrededor o bien un sistema multipartidista centrípeto como el chileno donde se busca en centro o un multipartidista centrífugo tendiente a la polarización como en Chile pre 1973. 

Otra variable de la gobernabilidad de un Presidente que busca realizar su programa de gobierno son los tipos de legislaturas a las que se enfrenta en su mandato por cuanto en el lenguaje de Cox y Morgenstern, un Presidente que se enfrenta a congresos recalcitrantes tenderá a tener una baja gobernabilidad ya que su programa de gobierno no hará eco en el Legislativo lo que podría llevarlo a transformarse en un Presidente Imperial que a base de medidas constitucionales unilaterales logra imponerse pero de todas maneras arriesga y roe la calidad de la democracia acercándose cada vez más a sus límites con el autoritarismo. En el otro extremo, está la situación de una legislatura subordinada y reactiva cuya principal actividad es tramitar las leyes que envía el Presidente en donde la gobernabilidad alcanzará su máximo (Cox y Morgenstern, 2001), no obstante también ello funciona como un incentivo perverso porque en la medida que el Poder Legislativo no represente para el Presidente un contrapeso fuerte, es probable que éste envíe medidas que le permitan ampliar lo favorecido de su posición, abusar del poder o perpetuarse en él a través de la reelección formando dictaduras democráticas (Payne & Allamand, 2006). Lo anterior fue la estrategia de Roosevelt para lidiar con los coletazos de la Gran Depresión de 1929, pero también la de Perú y Venezuela donde "los presidentes Fujimori y Chávez apelaron a su mandato popular para cerrar unos congresos poco cooperativos y, posteriormente, volver a redactar sus Constituciones para reforzar ampliamente los poderes del presidente" (Robinson y Acemoglu, 2012: 385).

Por último, es preciso mencionar a las instituciones informales como otra variable más de la gobernabilidad democrática por cuanto permiten compensar, acomodar o complementar reglas formales rígidas en especial en el caso chileno en donde el Presidente amplia su espectro de estrategias políticas y puede obtener más apoyo de los partidos incluso de la oposición (Siavelis, 2006), lo que también es un punto a favor para lograr cumplir con su programa de gobierno y aumentar el número de variables que controla. Por ejemplo, está la institución informal de la proporcionalidad o cuoteo ministerial en donde existe una relaciones proporcional entre el número de escaños de un partido y su presencia en las carteras de las secretarías de Estado. Por lo general, ministros y subsecretarios pertenecen a partidos distintos para mantener el equilibrio de poder en los ministerios.[1]

La gobernabilidad cobra importancia en los sistemas políticos democráticos porque en la medida que un Presidente se desplaza hacia la ingobernabilidad pone en tensión a todo el sistema político comprendido como un conjunto de conductas relacionadas a partir de las que se asignan valores con autoridad en un sistema social (Zelasnik, 2003 en Pinto). La importancia del sistema político y su dependencia de los niveles de gobernabilidad es explicada por David Easton que afirma que los sistemas políticos deben asignar valores sociales y hacer que sus miembros las acepten como obligatorias, lo que distingue al sistema político de los otros ya que obligan a la vida política, “sin ellas no se diría que una sociedad tiene vida política. Y podríamos dar por sentado que ninguna sociedad podría existir sin alguna clase de sistema político” (Easton, 1993: 225). Sin un Presidente que logre mantener los puntos de equilibrios sanamente se pone en riesgo el sistema político entero que se compone de autoridades, un régimen político por el que se toma decisiones y se aplican según las reglas del juego que reflejan a través de sus instituciones las ideologías, las creencias y valores democráticos, y también se arriesga la sana convivencia de la comunidad política según el esquema de sistema político que aporta Zelasnik (2003, en Pinto).

Respecto de la gobernabilidad como objeto de estudio comparado, es necesario aclarar que para efectos de comparación se requiere que los sujetos de estudio contengan elementos en común básicos, por tanto, estudiar comparativamente a un país latinoamericano con Estados Unidos o con otro europeo no tiene sentido porque las estructuras institucionales de régimen político difieren por lo que no hay puntos de comparación. Sí se puede comparar gobernabilidades entre países latinoamericanos que tienen presidencialismos más uniformes y son repúblicas guardando las salvedades de descentralización del poder. Si bien Estados Unidos es una república también, no se puede comparar con América Latina ya que esta tiene presidencialismos con facultades al ejecutivo mucho más exageradas que en Norteamérica en donde recientemente y dado el equilibrio de poder, la administración pública sufrió un paro legal de actividades por falta de presupuesto ya que el Congreso dominado por las fuerzas republicanas no aprobó el presupuesto como medida de presión a la reforma de salud del Presidente Obama que no contaba con las atribuciones constitucionales necesarias para forzar al Congreso como sí habría pasado en América Latina[2], por tanto, es recomendable realizar comparación en el mismo Estados Unidos con ejes temporales o gobiernos diferentes. En cambio, en Europa –a excepción de Francia- es posible realizar comparaciones entre distintos países y con mayor éxito que en América Latina por cuanto la vida en democracia de los países latinoamericanos es diametralmente menor que las de Europa. 

La destitución del Exministro de Educación Harald Bayer ha sido una de las muestras más evidentes de la crisis de gobernabilidad[3] del Presidente Piñera que relaciona los conceptos revisados por cuanto no logró generar los incentivos propios para revertir la situación adversa en la votación. La destitución en sí misma fue un tropiezo fuerte para la derecha que terminó por confirmar que el Presidente Piñera ya no tenía el control de todas las aristas políticas para cumplir con su programa de gobierno a lo que se le suma la derrota frente a la delincuencia, una de sus promesas de campaña más ambiciosas que terminó por sumir al gobierno en múltiples intentos de culpar al Poder Judicial de su fracaso y descontrol de la seguridad pública[4]. Si bien estos hechos son los que evidencian el escaso nivel de gobernabilidad del presidente, el descontrol comenzó con las protestas estudiantiles en donde el gobierno no logró detener un paro estudiantil que duró más de seis meses y desde el cual no ha logrado repuntar en las encuestas de aprobación.

A la luz del contexto político chileno, el Presidente Piñera cuenta con un escaso margen de gobernabilidad. Por una parte, la encuesta Adimark entre febrero y junio de 2013 dio una aprobación al Presidente que no superó el 40% de aprobación promedio, mientras que su desaprobación desde febrero a junio promedió el 52,4% dando cuenta de una opinión pública inelástica a los logros pero sensible a los errores, lo que muestra a un gobierno incapaz de proyectar triunfos. En el Congreso, la Alianza cuenta con 56 diputados y 16 senadores frente a 57 diputados y 16 senadores de la oposición además de 7 diputados y 2 senadores fuera de pactos partidarios. Con estas cifras, el escenario se muestra con poco margen de maniobra política para aumentar la gobernabilidad. De todas maneras, el número de parlamentarios oficialistas es suficiente para frenar cualquier intento de reforma política opositor que requiera de quórum calificado. Independiente de estos resultados, el ejecutivo ha gobernado dentro de los límites de la democracia pero perdido capital político y el control de ciertas variables decisivas, siendo otras derrotas políticas importantes el triunfo mayoritario de la oposición en las elecciones municipales y primarias y las cuatro candidaturas presidenciales distintas del oficialismo[5]

Bibliografía

Acemoglu, D. & Robinson, J. (2012), Por qué fracasan los países. Los orígenes del poder, la prosperidad y pobreza. Ediciones Deusto: Barcelona. 
Alcántara & Sánchez (2001), Veto, insistencia y control político en América Latina: una aproximación institucional. Perfiles latinoamericanos(19), 153-179. 
Cox & Morgenstern (2001). Legislaturas reactivas y presidentes proactivos en América Latina. Desarrollo Económico, 41(163), 373-393. 
Easton, D. (1992), Categorías para el análisis sistémico de la política en Diez textos básicos de Ciencia Política. Barcelona: Ariel. 
Matus, C. (1997), Los tres cinturones del gobierno. Caracas: Fundación Altadir. 
Payne, M. (2006). El equilibrio de poder entre el Ejecutivo y el Legislativo: papel de la Constitución y los partidos políticos. En M. Payne, La política importa: democracia y desarrollo en América Latina (págs. 91-125). Washington DC: IDB Bookstore. 
Payne & Allamand (2006). El equilibrio de poder entre el Ejecutivo y el Legislativo: papel de la Constitución y los partidos políticos. En M. Payne, La política importa: democracia y desarrollo en América Latina (págs. 19-39). Washington DC: IDB Bookstore. 
Siavelis, P. (2006), “Accommodating Informal Instutions and Chilean Democracy” en Helmke, G. y Levitsky, S. eds. Informal Institutions and Democracy. Lessons from Latin America. Baltimore, M.D. The Johns Hopkins University Press. 
Zelasnik, J. (2003), El Gobierno. En Pinto (comp). Introducción a la Ciencia Política. Buenos Aires: Eudeba. 


[1] Otras instituciones informales son el Seguro del subcampeón, el partido transversal y la política de los acuerdos. 

[2] Véase en “Sin acuerdo en EE.UU. a menos de 24 horas de la suspensión de pagos”, disponible en http://internacional.elpais.com/internacional/2013/10/16/actualidad/1381876316_314697.html; extraído el día viernes 15 de noviembre. 

[3] Véase en “Expresidente Lagos: problemas de gobernabilidad de la derecha podrían continuar con Matthei”, disponible en http://www.biobiochile.cl/2013/11/11/ex-presidente-lagos-defiende-la-validez-de-marcar-asamblea-constituyente.shtml; extraído el día viernes 15 de noviembre.

[4] Véase en Directo de Adimark: “La delincuencia se esta transformando en el talón de Aquiles del Gobierno”, disponible en http://www.biobiochile.cl/2013/09/05/director-de-adimark-la-delincuencia-se-esta-transformando-en-el-talon-de-aquiles-del-gobierno.shtml; extraído el día viernes 15 de noviembre.

[5] Faltaban sólo cuatro meses para las elecciones presidenciales y el oficialismo había reconocido como candidatos a Laurence Golborne, Andrés Allamand, Pablo Longueira y Evelyn Matthei. También a causa de estas imprecisiones, el ejecutivo perdió siete ministros políticos (los cuatro anteriores más Joaquín Lavín, Luciano Cruz Coke y Catalina Parot).

sábado, 9 de noviembre de 2013

Intrarreflexión

Tengo un alto impune de loza sin lavar en la cocina sería la mejor metáfora para representar la ausencia que he tenido en mi querido blog. No he hilado, en todo caso, una historia con una clara columna vertebral, sólo intentos que raudos abortan misión. 

Siempre hay algo que hacer, como ahora que debo ir a dormir para levantarme temprano mañana y hacer el Sábado de las Profesiones de los Trabajos Voluntarios Nueva Guanaco. Es probable que me llame Claudio para que vaya a cuidar su casa pero yo no iré, querré dormir, evitar el calor y además él no quiso ir a la actividad de los profesionales por ello es que tomo esta venganza infantil. De todas formas, volver a encontrarme con su exesposa no me hace ninguna gracia, qué  mujer más pesada. Bueno, Claudio tampoco es una panal de abejas, raro que tengan un hijo tan simpático.

Hay que leer para la minuta del seminario, casi doscientas hojas. Prometo hacerlo mañana. Prometo hacerlo mañana y acordarme del joven Ignacio que me lo encuentro hasta en la sopa. También recordaré a Nicolás aunque ahora con menor cariño, con menor gusto porque seguramente veré en las redes sociales a algún vegano que deba tener como himno Resistiré. Y no iré a la fiesta de disfraces a que me convidaron ni a ningún evento de desclase más que a votar por Michelle Bachelet. 

Lo siento joven Ignacio, joven Nicolás, joven Isidro y juventudes revolucionarias apuestas: mi corazón lo tiene Verónica, la madre de Chile desde hace mucho tiempo. 

Ah y antes de despedirme y ya que estoy en el espacio de los descargos diré descargo uno dos puntos esa muchacha que se pinta el pelo realmente le tomó el olfato a la situación, quiere ser como yo porque quieren que la quieran como me quiere a mí su actual pinche (les recuerdo que me gusta usar términos de los senectos), tuiteo de noticias, interés en la política, mis mismas canciones favoritas, ¡ah! si falta que le gusten los gatos, que use los dos signos de exclamación y que tenga un blog melancólico y soñador como el mío. Pobre de ella que empiece a tuitearle a mi @JuanaRivers. Ahí sí que no. Pero bueno, ellos se prefirieron y eso lo respeto yo como a la democracia. Es una relación tan traumante, transmisión de salivas intra amigos mediante. Toco madera, un, dos, tres. 

Descargo dos dos puntos sólo porque soy respetuoso no diré su nombre aunque creo que todos deben compartir mi juicio, incluso, esta muchacha que a la distancia me saca de quicios. Es que da la impresión de que ya ni ella se soporta, que no soporta más sus llantos de cocodrilos manipuladores, ¡sí señor! manipuladores... Despertar y tiene pena, comer y tiene pena, hablar y tiene pena, leer y tiene pena... ¡qué insoportable! Pero esa es una estrategia, claro que sí, la victimización para dar tanta pena que nadie más quiera hacer algo que quiere hacer por miedo a dañarla. Y bueno, a qué llegamos acá: a la definición más básica de poder, a la de Dahl (por fín di contenido a este mamotrejo quejumbroso). Manipulo para controlar a la distancia, para mantener mi posición de poder en todos lados, mientras todos creen que yo sufro en realidad gozo de mi poder de tener al mundo a mis pies con dos o tres palabras. Conozco esa patraña, mija o mi hija. Si hasta ahí hay política chata, no te me vengas a hacer acá. A otro perro con ese hueso. Yo debiera de ser más bellaco y abrir los ojos a este amigo atolondrado pero la gente enamorada no es capaz de ver debajo del agua. No, no. Si me pagaran millones por irme fuera iría feliz a hacer y deshacer, a amar y ser amado aunque hubiera que pagar, pero no me iría a llorar porque me angustia perder el control. 

Me retiro. Creo que escribí mucho como para estar en Mercurio retrógrado pero me desahogué. Así como este blog mereció también volver a ser sacudido de su polvo y abandono, la loza merece ser lavada de su moho y lavazas de detergente barato. 

miércoles, 18 de septiembre de 2013

Las mascotas

Dos noches atrás tuve la oportunidad de ver Por siempre a tu lado protagonizada por Richard Gere. Esta película que tiene asidero en la vida real trata de un perro que acompaña a su amo a la estación de trenes y también lo pasa a recoger. Una vez que el amo muere, Hachi continúa en su espera, imperturbable hasta la muerte. Me dio pena, me llegó porque no soporto oír a niños llorar (ni de pena ni de pataleta) ni ver animales tristes o desamparados. Necesariamente recordé mis mascotas y creo que llegó el impajaritable momento en que dedique mis palabras a quienes me han acompañado en distintas etapas de la vida.

Era un niño y mis recuerdos recién comenzaban a crearse, el típico uso de razón daba sus primeros pasos. Siempre me fijaba en que el Pato de la vuelta tenía al Chocolate, donde mi abuelo tenían al Tebo y donde el Marcelo tenían al Rambo. Yo había tenido dos conejos, a los dos me los regalaron en diferentes ocasiones y no recuerdo haberlos recibido con especial entusiasmo, al nivel de no ponerles nombre. No nacía en mí todavía aquel instinto protector y paternal, aunque me levantaba curiosidad alimentarlos, darles zanahoria pero como eran tan esquivos y siempre tan lobos, el no poder asirlos jamás, terminó por hacer mi distancia con ellos irreculable. Ya no recuerdo si me dio pena cuando el primero falleció por haber comido algo indebido que se coló en su merienda, parece que fue perejil… qué iba a saber yo de la muerte, que Dios lo guarde. El primer intento de mi padre por inculcar en mí el amor a los animales fallaba, pero él no se dio por vencido: al tiempo llegó con otro conejito pero tampoco formamos el vínculo deseable entre amo y mascota, que también Dios lo guarde, lo deseo de todo corazón y segundo: sí… tengo el ADN judeocristiano.

Con mis amigos dedicábamos nuestras tardes a buscar los envases de helados de un litro y medio, robar tierra de hoja de los jardines de los vecinos algo más acomodados ya que en esos tiempos dejaban las rejas abiertas mientras se iban a trabajar y entonces sigilosamente dábamos pie a la creación de nuestros insectarios con arañas, chanchitos, hormigas, lombrices y lagartijas, mi papá lo aprobaba con orgullo. A pie de página agrego, mi papá era tan genial que tuvo una culebra de mascota, hashtag de emoción y orgullo. Después le sacábamos arena de ripio a algún vecino que estaba construyendo y armábamos una especie de selva con nuestros animales de juguetes y dado el inconsciente colectivo le agregábamos unos soldados. Así pasaban las tardes nuestras, de niños copiapinos de los años noventa que debatíamos nuestro tiempo entre ver Cebollitas, los Power Rangers o salir a cazar lagartijas al cerro, a veces armábamos nuestros carros a base de rodamientos y nos íbamos cuesta abajo por calle Choshuenco. Un día, en el antijardín de mi vecina conocí a la Minina, mi primera gata que por lo grande que era, dudo haber sido su primer ser humano. La vecina me preguntó si era mía y le respondí que no hasta que vi que perversamente le iba a tirar agua para espantarla, me paré y sin permiso abrí la puerta de la reja de su casa, la tomé y la llevé a la mía. Ahí la solté de mis brazos pero ella se sentó cerca encima de sus patas hasta que la tuve sentada en mis piernas, nos aceptamos y se quedó pese a la negación de mi mamá. Era bonito tener a la Minina porque era como mi amiga o hija, no sé bien pero andábamos para todos lados juntos y a la primera laucha que conocí, la conocí de su hocico, despertó mi instinto paternal, yo la quería mucho; llegaba de la escuela sólo a jugar con ella y una vez quise llevarla a la bendición del día de San Francisco de Asís pero no estaba a las siete de la mañana en casa. De todas formas la bauticé a mi modo porque no quería que fuera mora ni que me la molestaran los duendes. La Minina quedó preñada dos veces, la primera camada fue de tres gatos, lamentablemente uno se escapó y fue asesinado por el gallo de un vecino de patio (al menos es lo que me contaron pero con el tiempo me di cuenta de que siempre me mentían al respecto porque por lo general los regalaban a mis espaldas) y quedaron los otros dos a quienes nunca me di el tiempo de darles nombres, aunque igual los quería y los disfrutaba porque claro, yo era el abuelo chocho. Después de esa primera camada la Minina se preñó nuevamente y mi mamá no lo veía con buenos ojos aunque de todas maneras era la más contenta con mis animales porque la acompañaban en el almuerzo cuando todos nos íbamos a la escuela y mi papá al trabajo. Una tarde en que veía el Pase lo que Pase la otra vecina llamó a la puerta de la casa y mi hermano atendió: Pablito, hijo sabes que parece que está tu gatita muerta en mi patio. Él fue a ver y a confirmar y como no tenía tino de adulto fue y me lo dijo sin más ni más y yo me quise morir, cuando me acuerdo de tan doloroso momento recuerdo esa sensación de niño frente a la muerte, mis lágrimas salían a presión y yo le preguntaba a Dios que por qué a mí, por qué a ella si más encima estaba preñada para ir a caerse en el angosto entremuro de los vecinos para morir asfixiada, Dios te guarde Minina, te amo mucho hasta que se borre tu recuerdo de mi memoria. Claro, desde niño tenía esas dudas existenciales y cuestionaba el amor de Dios, si me había privado de conocer a mis abuelas –cosa que realmente me apenaba porque el Pedro me hablaba todos los días de la Chaly- para qué ahora terminaba de amargarme el pepinillo despojándome de mi amiga fiel.  Pie de página: con el Pedro creamos un cementerio de animales para dar cristiana sepultura a la Minina y a los otros animales que encontrábamos al acecho de los jotes.

Por la distancia de aquellos tiempos no sé de cuánto tiempo la lloré, de cuánto la extrañé aunque ahora se me vuelven a llenar de lágrimas los ojos y se me escapan los suspiros.

Pasado el tiempo, la Gianella Bassi, una excompañera de colegio y actual compañera hija de Bello, me ofreció un gatito destinado a no vivir, su madre lo había parido y abandonado a su suerte y en el curso todos estaban enterados de mi reciente pérdida. Ella me ofreció aquel gatito y me dijo que ni siquiera tenía dientes, estaba ciego por sus pocos días de neonato pero yo acepté y le di todo lo que tenía a mi alcance por verlo crecer pero el angelito de Dios no resistió y se fue al Cielo en mis brazos. Lo guardé en una cajita y con mi papá lo fuimos a enterrar, simbólica ceremonia fúnebre mediante (rasgo tan típico que ya me asomaba en esos días).

Sería uno o dos años los que pasaron hasta que en un verano llegó mi tía Cecilia ofreciendo a tres gatitos productos de la última parición de su mascota, tenían cerca de tres meses. Yo adoro a mi tía Cecilia pero pinta de querer a los animales no tiene. Ojalá erre en mi juicio. Venía manejando mi tío Tito la camioneta roja en cuya cabina venían a plena luz del sol tres cachorros cuyo género desconocíamos pero que según mi tía eran machos, machos que ella venía a ofrecerme de mascota. Quedaban tres y yo quise aceptar lo que fue fácil luego de que mi tía convenciera a mi mamá de dicha autorización, la Clara Andrea también quiso uno y el Pedro igual. La Clara Andrea vivía en mi casa en esos tiempos así que su gato se quedaba en la casa junto al mío. Cuando mi tía se fue producto de su exitosa transacción nos dimos cuenta de que eran hembras y qué le íbamos a hacer si ya eran de la familia: las alimentamos, le dimos abrigo y techo pero mi mamá nunca estuvo contenta aunque cuando tuvimos gatos nunca se tuvo que quejar de los ratones en casa. 

La que elegí yo se llamó Celeste porque sus ojos eran de ese color, la Clara Andrea le puso a su gata Agualuna que era el nombre del perfume que vendía Elena Vergara en Aquelarre (si eso fue en 1999, yo tenía entre ocho o nueve años) y el Pedro no sabía que nombre ponerle y mi mamá, mujer adicta a las teleseries latinoamericanas le aconsejó el nombre de Paquita en honor a la teleserie Yo amo a Paquita Gallego y así se llamó Paquita. Sin embargo, el Pedro aceptó previo tibio permiso de su mamá que en un histérico “si esa gata se caga adentro la devuelves hoy mismo” definió el futuro de la Paquita que al final no aguantó la vibra enferma de esa casa y sola se venía a dormir con sus hermanas.

A la Celeste también quise llevarla a la bendición de las mascotas que hacían en mi colegio y estaba todo listo pero no tenía en dónde llevarla porque siempre andaba en transporte público y lo más probable era que en el camino la perdiera atropellada o perdida. Mi mamá me dijo que no importaba porque Dios igual la bendecía y que por último, que fuera a la capilla de Los Loros a buscar agua bendita en una botella y en la casa le dábamos la bendición y de paso le convidábamos a la vecina que tenía duendes en la casa. Terminé siendo el encargado de las tres gatas, en ocasiones las recordaba cuando en el cielo buscaba a Las Tres Marías. La Celeste era blanca con ojos del mismo color, la Agualuna era blanca también pero tenía los ojitos verdes y la Paquita era rubia. No recuerdo muchos episodios particulares con cada una de ellas pero sí evoco con facilidad que con el Pedro nos juntábamos a jugar al veterinario y cuando escaseaba el alimento de las niñas teníamos que hacer de tripas corazón e ir al cerro a cazar lagartijas para que comieran algo, ellas felices pensábamos con mi amigo. Mi tía Mirta tenía ratones en su casa y me pidió a la Paquita por dos meses, acepté a duras penas porque tenía el recelo de que le iba a dar muerte; cuando tenía conejos siempre me hacía bromas con ellos, los escondía y cuando los iba a ver a la jaula y no los encontraba, ella tomaba una olla con carne y me decía acá están ¿quieres? hasta que me hacía llorar y me decía que era mentira, yo amo a mi tía y esos eran hechos aislados, pero sin duda no son bromas para niños. Hashtag de crueldad, el SENAME la habría recriminado. Cuando la Paquita terminó por comerse/espantar a todos los ratones de la casa de Rosario mi tía la devolvió cumpliendo con su palabra. Evidentemente, desconoció a sus hermanas pero al final se quisieron igual y se aceptaron pensando que eran amigas o hermanastras.

Un día trece de julio fue el segundo más triste de mi vida, la Celeste se murió. Me había levantado para ir a la convivencia de las vacaciones de invierno, tercero o cuarto básico, y la Celeste andaba en la calle con la Paquita y eso era algo muy terrible porque andaba un gato que las pisaba. Para mi mentalidad de niño-padre eso era una aberración, la violación a lo más ingenuo que había: mis gatas y cuando lo sorprendía en aquellos actos que me indignaban, me deshacía en todos los garabatos que guardaba dentro de mí porque mi mamá me prohibía decir groserías. El odio hacia aquel degenerado aumentaba cuando la señora Teresa decía que en las noches siempre veía a aquel gato abusando a las gatas, que dicho sea de paso eran hermanas. Mi mentalidad televisiva-cristiano-novelesca no podía más con esa situación: una debacle valórica histórica. La verdad era que las gatas estaban en su primer celo y por más que yo las cuidara buscarían escaparse con aquel gato seductor que era de la calle de arriba más encima, la calle en que vivían mis enemigos: el Hugo, el Sebastián y un tal Osvaldo creo, al menos tenía cara de.

La mañana del trece de julio fue especial porque logré prevenir de los ataques de perversión a la Celeste y la dejé encerrada en mi pieza junto a una caja de arena para que hiciera sus necesidades hasta que volviera del colegio, ella estaba enojada y cuando pudo me buscó, me mordió y me rasguño el dedo pulgar de mi mano derecha pero no me pude enojar. Luego de almuerzo me fui a jugar a la cancha de tierra que teníamos en el barranco, por esos días nos gustaba jugar béisbol y corría de una base a otra cuando el Camilo me fue a avisar que habían atropellado a la Celeste y corrí ya no a la base para asegurar otra vida, corrí a mi casa a comprobar que era mentira lo que me decía el Camilo. ¿Por qué es tan fea la muerte? Ahí estaba mi chata, sin vida, la miré inerte y de reojo para pasar a la casa, al sillón, a abrazar a alguien para que me diera consuelo, otra vez ese dolor hondo, llorar era lo único que cabía hacer a mi alma de niño ingenuo y puro, llorar hasta que llegara mi mamá, cuánto necesitaba su olor y su “ya hijo, no llore más si la Celeste ya está en el Cielo descansando”. La Celeste tenía una campana en su cuellito con el que yo sabía que venía a comer cuando la llamaba a través del sonido de la bolsa de Whiskas. Linda mi chata, también la amo y mi dolor persiste toda vez que la recuerdo y no entiendo su partida. La Agualuna y la Paquita siguieron con nosotros por algún tiempo y tuvieron bebés del mismo padre. Era el día de la Madre Cristiana al parecer en mi colegio y mi mamá asistió al acto que le preparamos a las madres en el curso, una vez que terminó ella volvió a la casa y yo seguí en el colegio. Según sus palabras, cuando ella fue a tomar el colectivo la Paquita la siguió hasta que ella se embarcó y cuando volvió la niña la esperaba en el mismo lugar para darse vuelta y mostrarle a mi mamá su sangramiento, era un acto de género aquel, así como por lo general las niñas le cuentas a sus madres de su menarquía, la Paquita sólo confió en mi mamá el momento de su alumbramiento primero. En casa mi mamá le acomodó un lugar en el patio para que tuviera a sus hijos, era un momento maravilloso para nuestra familia. Llegué de la escuela y me enteré del bello acontecimiento, son tan lindos los gatos y la Paquita tuvo cinco… mi mamá me advirtió que no me hiciera ilusiones: la Agualuna también estaba preñada (y del mismo hombre).

Fue una tarde difícil aquella en que parió la Agualuna porque con mi mamá llegábamos recién del centro y ella me dijo que estaba preocupada porque no la veía desde la mañana, la llamé, fui al patio, le pregunté a los vecinos y nada, cuando me calmé pensando en que vendría a la hora de la teleserie subí a ver televisión y la encontré en la cama de mi hermano pariendo a sus cachorros sobre el cubrecamas ensangrentado y lleno de pelos, la llevamos al patio para que terminara de parir y le armamos un lecho pero ella insistía en subir con las crías a las piezas, era tozuda la chata. Se llenó la casa de gatos, había más felinos que personas y además la gente iba a abandonar sus propios gatos a nuestra dirección. Se prendieron las alarmas, eran muchos a los que había que alimentar pero eso yo no lo entendía: quería quedarme con todos. De a poco mis papás iban regalando a los cachorros o venía gente que se los robaba según contaban mis padres y de eso no tengo pruebas para afirmar o desengañar porque en las mañanas iba al colegio y de vuelta sólo llamaba a los gatos a comer pero nunca me percataba de la ausencia de tal o cual porque ni siquiera les había puesto nombres. Mientras ocurría ese proceso de pérdida de gatos yo aún iba en quinto básico y cuando llegaba del colegio siempre me dirigía primero a ver a los gatos y a jugar con ellos o a hacerles cariño, había una lana con la que los entretenía o bien los hacía escalar en los muros. En una de las tantas vueltas a casa mi papá tenía vacaciones y cuando me vio bajando de la micro se apresuró y me hizo entrar rápidamente al comedor para almorzar y yo no entendí por qué pero se me olvidó completamente ir a ver a los gatos. Hasta que ya no dio más la situación, era insalvable. Beto, ya pues, dile tú que tienes más psicología decía mi mamá. Diego, tenemos que hablar contigo porque hoy en la mañana pasó un auto y atropelló a la Agualuna, los gatitos le están mamando lo que le queda de leche. Deshecho en llanto pregunté por la Paquita. También se murió hoy, el Pablo en la mañana entró a bañarse y cuando cerró la ventana la vio tirada en el patio de la vecina así que hay que ir a buscarla. No lo podía creer, ¡cómo! Las dos habían muerto en el mismo día, doble golpe, doble dolor… hasta hoy entiendo por qué, qué karma es este. Yo nunca he podido superar esas penas, fue demasiado fuerte ver a la Paquita muerta en el patio de la vecina y a la Agualuna en el antejardín de mi casa con sus gatitos aún succionándole lo poco y nada que le quedaba de leche. Creo que las envenenaron y que fue un vecino que probablemente pasará una jornada eterna en el infierno por malo. Ahora ellas están descansando y yo siempre las echo de menos pese a que la casa está muy cambiada, los espacios en que ellas transitaron ya casi no existen, están remodelados que ya ni yo me acuerdo bien, pero tengo sus muertes clavadas en la memoria. Me consuela el reencuentro después de la muerte.

Los días pasaron y los gatitos desaparecieron hasta que mi enojo fue evidente y se lo hice saber a mis papás, entré en la pubertad y me puse insoportable, no quería estudiar, quería dejar de ir a la escuela, era muy irritante. Se aprovecharon de mi vulnerabilidad y regalaron a cada uno de los gatos que quedaban de herencia de aquellos dos angelitos. Ellos continúan firmes con la tesis de los robos y de que los gatos se habían ido solos. Qué será de los querubes.

Hay lecciones importantes detrás de la historia de las mascotas: nunca le regalen a alguien un animal como mascota si es que no se los pide, menos si son niños. Como me ocurrió con los dos conejos anteriores, nunca los quise, no los busqué y cuidarlos no era algo que me importara mucho, el peso se lo llevaba mi mamá quien con razón después se opuso a que tuviera más mascotas. Mi tío Carlos me regaló un perro que se veía bonito y se lo acepté pero nunca nos llevamos bien y en realidad nunca me han gustado mucho los perros porque mi lealtad es con el gremio felino. Pero lo acepté y con ello acepté una pésima experiencia, no era lo mismo porque yo llegaba del colegio y el perro se desesperaba, se me tiraba encima, me ensuciaba y eso me molestaba de sobremanera, no me daba cuenta de que le estaba haciendo daño al pobre que quedó relegado en un patio a pleno sol, mi mamá me regañaba con justa razón y yo me escudaba en que no quería al perro, que no lo había pedido pero el chato se estaba deprimiendo y yo no lo dimensionaba, ahora me pesa un montón. El síntoma de la desconexión era tan evidente: nunca le puse nombre y mi papá terminó por llamarlo Peludo. Un día la situación no dio para más y mi mamá le dijo a mi papá que se lo llevara a la sociedad protectora de animales y no me opuse, era lo mejor porque Peludo no sabía andar en la calle y no me cabía en la cabeza por más obvio que fuera que Peludo no era un gato. Un día llegué del colegio y Peludo ya no estaba en casa, la decisión de mi madre se había hecho efectiva. Si usted lee esto, por favor: no regale animales a quien no se lo ha pedido, no genere sufrimientos innecesarios.

Pasaron varios años para que volviera a tener una mascota y para convencer a mi mamá al respecto porque sé que mi papá –como todo Libra- jamás iba a tomar la decisión sin antes decir “pregúntele a su mamá”. No sé cómo la convencí pero lo hice y fui donde mi tía Mirta a buscar al Lautaro, quise tanto a ese chato, nos conocimos el uno al otro, sabía cuando acercarse y cuando no aunque se transformó en el bebé de la casa, un regalón hasta de Pablo, el más opositor de todas mis ideas, jugaba con la Sofía y el Bastián, se metía solo debajo de las tapas de la cama para abrigar a mi mamá, de hecho fue el primero de todas mis mascotas que se ganó el cariño de mi mami, los niños lo sacaban a pasear al cerro y le amarraban una cuerda al cuello, a mis espaldas claro, el Pablo se estiraba en el piso para hacer ejercicios y el Lautaro se subía encima de él para hacerle cariño con su cabeza, su dulzura producía diabetes. El chato un día llegó malherido a la casa y no quería comer, nos tenía asustado y el fantasma de las muertes anteriores acechaba al veinticinco cero dos nuevamente pero mi padre que es muy sabio atinó a conseguir hojas de matico, hizo una mezcla con algo más (nota al pie de página, preguntarle qué era eso) y se lo aplicó en la herida, lo increíble de todo era que el chato se había dejado pese al dolor y luego de haber rechazado las curaciones de todo el clan familiar, sólo con mi papá se dejó, sanó y volvió a comer. 

Recuerdo que era el año 2007, el año de la gira a la que no fui. Cuando mis compañeros estaban en Brasil yo empezaba otra vez a vivir un nuevo proceso de pérdida, el Lautaro estaba enfermo y nadie sabía de qué, se orinaba por todas partes y fétidamente, uno lo tomaba para examinarlo y se volvía a orinar, las horas de angustia me acechaban. Al otro día lo llevé al veterinario porque el chato estaba agónico cerca de la puerta del patio. Es muy complicado escribir esto porque despierta inmensos momentos dolorosos que tengo por superados la mayor parte del tiempo, veo sus ojos mirándome y perdiéndose en el dolor, su respiración forzosa y rápida, lo llevaba en una caja en el colectivo hacia el veterinario y el chofer me preguntaba pero mi voz sólo atinaba a quebrarse y responder no sé qué es, no sé que tiene déjeme en la esquina por favor. Entré a la consulta y el médico veterinario perdía su tiempo en la manicure de una perra y yo llamaba a mi papá con la voz llorosa… Papá ven por favor, ayúdame estoy en el veterinario de Los Pimientos, apúrate… resiste Lautarito, hijo no te vayas, no te duermas si ya viene el doctor y cuando pasó lo miró y me dijo: ese gatito tiene ganas de morirse. Estallé en llanto, como ahora que lo recuerdo mientras mi gato se aferraba a la vida y apretaba sus garras en mis manos. Entramos a la sala y lo pusieron en la camilla para los exámenes de rutina y llorando le expliqué al doctor su sintomatología cuando llega mi papá a abrazarme y yo con una mano en Lautaro para que supiera que estaba ahí con él. Tenía una enfermedad que se la había transmitido la madre lo que le provocaba que una bolsa de líquido le presionara los pulmones progresivamente hasta asfixiarlo por completo, iba a morir de todas maneras y el veterinario me ofreció la eutanasia. Acepté. Me despedí llorando de él porque no quise verlo morir y tuve que salir mientras mi papá se quedaba a ver cómo Lautaro se iba durmiendo para siempre. En ese último adiós el Lautaro apretaba sus garras en mis manos pero yo no quería que siguiera sufriendo, prefería que descansara a tenerlo vivo a punta de medicamentos y sufriendo a causa de mi egoísmo. Me fui a llorar al parque que estaba afuera de la consulta porque la vida era injusta, yo no merecía eso y las imágenes del Lautaro agonizando seguían vivas en mi retina. Cuando volví a casa lloramos todos en familia y les tuve que contar el episodio, mi mamá me esperaba con el gato vivo y tenía unas velas prendidas pidiéndole a sus santos, pero nada sirvió, estábamos devastados sin nuestro bebé. Se acercaba la Navidad del 2007.

Mi hermana estuvo de cumpleaños el once de diciembre, iba a cumplir siete años pero la celebramos con sus amigos el día dieciocho, una de las invitadas, la Sabany, nos llevó otro gato, igual a Lautaro pero más orejón, el animalito rápidamente se dio con nosotros y mi mamá pensó en la reencarnación del Lautaro. Yo me niego a creer en eso porque creo en la vida eterna y en la eternidad he de encontrarme con mis mascotas en el Cielo. Mi hermana lo quiso y a mi mamá le simpatizó bastante pero yo tenía resquemores porque nuestro Lautaro se había ido hace tan poco que preferí mantener la distancia, le pusimos Salvador y a decir verdad mi relación con el animal fue más bien poca porque luego de esa Navidad me fui a la casa de mis tíos en la playa por dos meses de manera que al volver el Salvador ya estaba inmenso, ni parecido al cachorro que yo conocí cuando la Sabany lo fue a dejar. En realidad, el gato se la habían regalado a ella, pero como no lo quiso lo fue a dejar nuestra casa. Hashtag de repudio. Mi mamá lo amaba a ese chato, nunca la había visto querer tanto a un animalito, es que alucinaba con su Salva que la acompañaba, le hacía cariño y le abrigaba la cama, el único punto en contra fue que ronroneaba fuerte y mi mami se asustaba. Equis de. Nunca me afiancé mucho con Salvador porque no lo había visto crecer y él no me reconocía como amo pero tenerlo en casa me ponía contento, siempre sentir que hay un gato bajando la escalera es motivo de alegría y dicha.

No me gusta que mi mamá llore, pero aquella mañana lo tuvo que hacer porque le nació de adentro, llanto de la guata. El Pablo debía irse a la universidad y se levantó primero a prender el calefont que estaba en el patio y bajo el que yacía el cuerpo sin vida de nuestro Salvador, mami ven, baja, se murió el Salvador gritó mi hermano que nunca, pero nunca lloró la muerte de un gato. En un soplo mi madre bajó a comprobar la atroz noticia y mientras me tocaba entrar a la ducha, corría por mi cuerpo el agua y por las mejillas de mi mami sus lágrimas que luego caían al cuerpo inerte del Salvador. No me salió el llanto, no quise llorar y me fui rápido al colegio, no quise mirar al angelito yaciente. Esto ya era maldad porque claramente fue el mismo vecino de antes el que nos envenenó al gato. El Salvador está descansando en el patio de mi casa. Te amamos, hijo.

Con Cuba finaliza esta triste saga, la Kirara era la gata de mi tía Sylvia que diera a luz a cinco crías un veinticuatro de noviembre de 2008 y yo le pedí un gatito para llevarlo a casa pero no me lo llevé hasta un día de verano. Mi tía me engañó y me hizo creer que la camada entera era de machos cuando en realidad la camada entera era de hembras. Nombré a mi última mascota como Magno. Como yo vacacionaba con ellos los gatos se mantenían juntos pero un día me tuve que devolver antes para hacer los trámites de mi ingreso a la universidad. Ya en casa me enteré de que era una gata y tuve que cambiarle el nombre: Cuba. En esos días estaba fuertemente influido por las enseñanzas marxistas de mi tío Luis y de mi tío Segundo, de todas maneras era un nombre original. Cuba se dio en mi casa y comenzó a conocer a mi familia y tuvo excelente adaptación. Yo no quería que le pasara nada grave ni que la envenenaran así que tomé una caja le eché tierra y la dejé en mi pieza para que Cuba hiciera sus necesidades cuando correspondiera. No iba a dejar que saliera innecesariamente en la noche porque eso de que la curiosidad mató al gato es una verdad universal. Nos hicimos tan amigos con Cuba que pronto ya era una dama, linda, inteligente, me conocía y me reconocía.

Un día, tuve que entrar a la universidad y viajar a vivir a Santiago dejando atrás y hasta el día de hoy a toda la familia, los pocos amigos que tenía y a Cuba. No fue fácil pero era mi obligación dar un paso adelante. Después de dos meses de dura adaptación a la capital tuve la oportunidad de volver a Copiapó por algunos días y vi a Cuba nuevamente, me reconoció la voz de inmediato y rápido se incorporó en un saludo y ronroneo. Yo quería llevármela pero era imposible. Después de aquel feriado de veintiuno de mayo volví a Santiago a continuar con el primer semestre de carrera y Cuba quedaba en Copiapó. Todas las veces que llamaba preguntaba por ella y mi mamá decía que por ahí andaba, en el patio de la vecina jugando. Pronto cumpliría seis meses y había que operarla para que no tuviera hijos, casi envié el dinero. El diecisiete de junio nació Martina, la hija de la Clara Andrea. Recuerdo que ese día yo preguntaba por Martina, para saber cómo era, cómo estaba, cuánto medía o pesaba y que cómo está la Clara Andrea y mi tía Mirta que era abuela por primera vez, yo no tenía gas y había llamado para que me trajeran un balón… pregunté como siempre por Cuba y todos me decía que estaba bien. 

Para las vacaciones de invierno volví a mi casa de Copiapó y mi mamá me fue a esperar al colectivo, una vez en la casa pregunté por mis plantas y por la Cuba, dónde está la Cuba… hijo, tranquilo pero la Cuba se murió el lunes, la envenenaron. No recuerdo haber llorado en el instante, sólo quería saber qué había pasado y por qué no me habían contado el lunes, ya estaba tan molesto, ofuscado de que ocultaran esa información. Cuando fui a Rosario a conocer a la Martina conversé con mis tías, andaba mi tía Sonia y ella me contó la verdad, no sé cómo llegamos al tema pero me dijo ¡cómo, si la Cuba se murió hace tiempo, el día que nació la Martina!, seguramente tu mami no te quiso contar pero la gatita no se murió el lunes. Las muecas de mi hermana y de la Carla dirigidas a mi tía Sonia confirmaron la verdad, o sea, la mentira. Me invadió la pena y la guardé hasta la noche en que exploté en una crisis de recriminación en contra de mis padres. Me hicieron creer que estaba viva por más de un mes, pobre Cubita que murió envenenada por el asesino de siempre, se habría salvado pero mis hermanos no atinaron a llamar a nadie ni a llevarla al veterinario según me cuentan mientras todos se echan la culpa, cómo me habría gustado salvarte, chata. Han pasado cuatro años desde ese diecisiete de junio y tantos más desde que se me fueran mis gatos a descansar. Lo cierto es que ninguno se fue al debido tiempo, la muerte en esos casos siempre me ha mostrado su cara más injusta y como mortal no me queda más que aceptar.

Hace más de cuatro años que en casa no nos atrevemos a tener otra mascota, nos conformamos con las plantas porque tenemos pavor de pasar por lo mismo otra vez. Primaveras atrás llegó un perro callejero a habitar las afueras de mi casa, el Felipe Camiroaga que nos ama, nos sigue a todas partes y nos defiende de los otros perros; cada vez que podemos le damos comida y cariño sin atrevemos a traspasar la línea, hemos sufrido bastante. Yo prefiero cortar algunas migas de pan y dejarlas al alcance de las diucas de la mañana para que se las coman, de alguna u otra forma mis mascotas difuntas también viven en el vuelo de aquellas aves.

viernes, 23 de agosto de 2013

El Vicepresidente

Y pensar que lo tuve en mi departamento un día de lluvia para entrevistarlo y no fue un sueño. Debió haber sido de las primeras lluvias de 2013 el día en que nos solicitó que lo entrevistáramos. La radio aún no tenía un lugar fijo para las grabaciones y junto a mi compañera de labores lo invitamos a nuestra morada: nuestro vicepresidente de la FECh se sacaba la chaqueta y nos conversaba de cualquier cosa que pudiera romper el hielo. De todas maneras, frío hacía afuera, dentro era lo que menos había. Un lindo. 

Nuestra labor era hacerle preguntas políticas pero terminamos en una conversación de cosas del bajo vientre con cosas al nivel de si había pololeado, si se consideraba galán, su signo y cómo le gustaban las mujeres. Pero no voy a desmerecer nuestro empeño, de política universitaria también hablamos un montón. De pronto, como un niño coqueto que no sabía coquetearle a mi compañera, conversaba y dibujaba a un hombre sentado a través de un arte bastante abstracto. Tomaba té. 

Lo conocí o más bien lo vi por primera vez cuando fue a hacer campaña a un foro de mi universidad. Políticamente no me es afín, pero en su discurso se notaba preparación, lectura y en su impronta frente a la audiencia vertía rudeza, la rudeza que el electorado le exigía a sus candidatos para enfrentar sus demandas al gobierno. Sus brazos peludos lo ayudaron un montón y es que los votantes correlacionamos ser velludo a ser… cómo decirlo. Homenaje. 

Pasadas las semanas llegaron las elecciones a la mesa de la federación y los votos a su lista lo empinaron al segundo lugar. Con la radio nos ubicamos de la manera en que pudimos en la FECh para tener acceso a las primeras impresiones de vencedores y vencidos, sin embargo, para Luchar los resultados fueron una grata sorpresa tras desplazar a las Juventudes Comunistas al tercer lugar. Éramos una radio estudiantil emergente que transmitía a través de un notebook y las fallas técnicas eran recurrentes pero nos sentíamos en la gloria. Para no olvidar jamás una de las experiencias universitarias más enriquecedoras de mi paso por la Universidad de Chile. En plenas transmisiones, alguien del equipo se acerca a la caseta de transmisiones para avisar que venía el electo vicepresidente a darnos una entrevista. Él no lo sabe, pero yo gocé con esa noticia. Darle la mano, saludarlo y conversar aunque fueran cinco minutos, de a poco comenzaba a caminar mi amor platónico. Pasaron los días y meses quizás hasta que me dijeron que el vicepresidente creía necesario volver a realizar una entrevista. Elegimos el día más lluvioso para concertar el encuentro. Mi amor platónico tocó techo cuando abrí la puerta del departamento y lo encontré sacándose la chaqueta mojada y el frío del otoño; se había adelantado. Aunque sé que siempre estuvo interesado en mi compañera de labores, lo seguí deseando porque finalmente era un amor platónico y a estos amores uno está obligado a permitirles ese tipo de licencias. 

A veces interactuamos por redes sociales, una vez por ejemplo, le dijo a sus amigos de Facebook que a aquel o aquella que supiera el nombre de los personajes de Aquelarre a los que le dedicaban la canción Conociéndote de Banana, le invitaría a una cerveza. Fui el primer en contestar acertadamente y le exigí que cumpliera su palabra; pese a que asintió pronto olvidó cumplir con su palabra y yo comenzaba a sentir que la comunista Rebeca Gaete habría sido mejor vicepresidenta de la federación. Repudio, Fabián. Eso no se hace.

De vez en cuando voy a escuchar las discusiones que se dan en el Pleno FECh y aprovecho de verlo en vivo y en directo, me pregunto si se acordará de haber quebrantado su palabra y su honor. Yo no, tengo esa herida abierta aún y a veces sufro. En un sueño, al menos, me besó cuando caminaba en unas calles con elementos de Copiapó y Santiago y la luz tenue de los postes pintaba naranjo el panorama. Golpeé una puerta buscando una fiesta y mientras esperaba que abrieran llegó el vicepresidente Fabián sin polera y con un corazón rojinegro tatuado en su pecho también a golpear la puerta de la misma fiesta pero prefirió fundirse en un memorable ósculo conmigo. Homenaje a sus besos de ensueño.

Y bueno, yo lo banco aunque sea de Luchar, de Colo Colo y odie a mi querida Michelle Bachelet. Es el más guapo de la mesa de la federación. Utiliza el Repudio y el Homenaje. Yo creo que a veces escribe en el Noesnalaferia respecto de los actores y teleseries, tema en lo que es muy ducho. No tengo valor para encararlo y pedirle mi cerveza, su figura primitiva me atemoriza aunque sé que en el fondo es un tierno (ojalá que no tenga en su pieza un montón de peluches como Gabriel Boric porque es lo más repudiable y matapasiones que hay). A meses de las elecciones de la FECh figura como una de las cartas ganadoras de la mesa y lo creo ganador. Sólo espero que en el Congreso Refundacional de la federación no se vote mesa de lista cerrada porque si gana Luchar, Fabiancito liderará la revolución y dejará de ser mi ultrón favorito.

jueves, 1 de agosto de 2013

El auxiliar

Me pasé el día de ayer viajando, desde Copiapó a Vallenar, de Vallenar a Freirina, donde estuve por el día compartiendo con los Rojas Alarcón, hasta que a las once de la noche volví a Vallenar para viajar a Santiago. Ya no sé a donde es que regreso finalmente, cinco años viajando entre dos ciudades. En un principio me sentía como visita en Santiago, de paso solamente, pero luego de cinco años he echado alguna que otra raíz en esta jungla de cemento; es tan grande que en algún pedazo de tierra por allí hay chance de anclar la vida, aunque si no es así, no importa tanto porque me basta un día en Copiapó para olvidarme del mundanal ruido y volver a ser el mismo nortino de siempre. De todas maneras, tengo un presentimiento de que pasaré buena parte de mi vida fuera de Chile, algo me depara el destino en el extranjero. Nada concreto hasta ahora, sólo un presentimiento. 

Todos me dicen que por qué no junto un poco más de dinero y viajo en avión, es que son tantas horas de viaje Diego, no te hace bien Diego. Mas para mí, viajar en bus tiene un significado, un reencuentro conmigo mismo, el fin de un semestre, el comienzo de otro, la luna, el paisaje, las ciudades que no son Santiago, sus terminales, el mar, la poesía y los auxiliares. Sí señores, sí señoras, porque si en el avión se trabaja con azafatas, los populares tenemos auxiliares, asistentes, jóvenes que se ganan la vida encima del bus, que terminan aprendiendo cada kilómetro de viaje y aunque a veces los odiemos un poco porque no nos ofrecen almohadas o frazadas de polar o nos nieguen excedernos en el peso de equipaje, hay otros que son... son... ¿cómo decirlo para que no suene como uno más de mis calores de lacho castizo? son tan considerados. Buen perfume, buen carácter, preocupados y se despiden de uno con un "que le vaya bien", me tratan de usted, de cuál es su RUT, su nombre, su número de teléfono de emergencia. El del primer tramo fue el más frío que no vale la pena más que mencionar su buena disposición de pedirme el pasaje y una despedida con gracia. 

Ignacio, mi amigo, no pudo ir a recogerme al terminal de buses vallenarino así que debí tomar un bus intercomunal para llegar a su casa. Reverberante sol aunque no daba para subir la temperatura... '¿va a Freirina? ¿y tiene vuelto de diez mil pesos? sí, suba no más, cuando se baje me paga. Aló Ignacio, estoy arriba del bus, sal a buscarme, es un bus azul, aguarda, ¿qué marca es este bus estimado chofer? Dice que Mitsubishi. Estimado chofer, disculpe que lo moleste tanto, pero me refería a la línea del bus... Expresso Norte ...perdón, Expresso Atacama, es que me puse nervioso. Pero no se preocupe, si a todos nos pasa, me bajo en Roberto Callejas por favor ...ahí lo dejaré. Flotaba en el aire una sensación de embeleco, unos átomos de oxígeno que nos acariciaban y bueno, en un momento me tuve que bajar y asesinar nuestro encuentro furtivo. No gano en describirlo porque no lo recuerdo bien, pero me subí más que a gusto al bus. Cuando pensé con lástima que nunca más nos veríamos se abrió la puerta del bus que estaba de su lado y él se bajó -yo creo que a lucirse conmigo- para retar a un impúber por no haber pagado el pasaje, alzó su voz y relató un discurso de justicia frente a ese niño que se reía impune. El único recuerdo que tengo de él es ése, de pie y con mucho que mostrar. Ahora sí, yo cruzaba la calle para no verlo nunca más. 

Pasó el día y me dieron las once de la noche en el reloj, ya estaba de vuelta en Vallenar para embarcarme a Santiago. Ignacio me llevó en el auto de su padre junto al honorable Papo. ¡Ay los auxiliares de buses!, deberían tener un himno, una oda por lo menos de reconocido poeta (no de Redolés por favor, qué artista tan malo). Este es el más bello de los tres que incluso lo memoricé, su cara respondía más a un Javier, pero su conducta y gentileza se acercaban más a un Sebastián o Jorge. Cuando subí mi equipaje y me preguntó dónde iba, supe que sería un buen viaje. ¿Su asiento es el 16? Pero está sentado en el 17. Me cambio de inmediato, discúlpame, ¿qué tonto, no? Para nada, no se preocupe hasta que lleguemos a La Serena no hay problemas, ¿cuál es su nombre? ¿y su RUT? ¿su teléfono de emergencia? ¿Terminal San Borja? Sí. Me sonrió, le sonreí. Cuando repartió las frazadas de polar ocurrió otro gesto... a todos les preguntó si querían usar la manta, a mí no... la abrió y diciendo permiso me cubrió para que no pasara frío atravesando el desierto. Quedé impregnado de magia y candor, todo el cansancio que sentía se esfumó como si nada y esperé a cada momento a que el auxiliar pasara a atender a alguien, a cerrar las cortinas o a manipular el DVD para mirar su porte, su traste, su aura inmensa. Estoy sonrojado. Me dormí finalmente hasta que un veterano se sentó a mi lado en Coquimbo y él volvió a mi lado para hacerle el cuestionario de rutina, me desesperaba la paz que sentía cuando lo miraba y él se daba cuenta de mi desesperación. No me importó. Volví a dormir hasta que a las siete de la mañana me despertara para ofrecerme desayuno. ¿Por qué tenía que terminar el viaje justo ahora y justo este viaje? Me devolvió la mochila y en mi agradecimiento y despedida dejé verle mi hondo pesar. De todas maneras sirvió, me dio confianza, me sentí dueño del mundo un momento y terminó por alimentar mi apocado ego. En la tarde me sentí seguro, orgulloso y capaz, quizás no atractivo pero pleno para cuando llegara el momento del reencuentro, quiero decir, del desencuentro en aquella reunión de mi vida santiaguina.

martes, 23 de julio de 2013

La libre canción

Estimado, escribir un blog es una actividad que conlleva riesgos. Escribir un blog como éste es un peligro siempre inminente sobretodo porque opté por el camino de la verdad, de ser yo y no un personaje anónimo que escribe escondido. Elegir escribir o y no a, por ejemplo. Quiero ser leído y el clisé de transformarse en un bloguero anónimo conocido es de tan mal gusto que no va conmigo. Carrie Bradshaw es ficción.

Los personajes y personas que acá habitan merecen una cuota de respeto pese a que a veces lo falté de sobremanera y pido las disculpas por las incomodidades. De todas formas, mientras no me lo digan expresamente, no me detendré y será esta entrada una más donde corra el riesgo que conlleva cantar mi libre canción.

Creo que en la vida la eternidad es efímera, es decir, lo que ayer creí que era para siempre hoy se confirma como un momento finito más, tal cual es la naturaleza del ser humano. Ayer o mejor dicho, meses atrás yo me sentía enamorado y no sé bien si lo estaba, pero si me lo hubiera cuestionado entonces lo habría confirmado sin pensarlo (los enamorados no piensan mucho las cosas). Eso es sólo una introducción, no pretendo elaborar una triste perorata para desprestigiar a este sentimiento universal porque reluciría mi mala suerte y falta de cariño ¡qué triste! Y bueno, ya no te quiero, ni te estimo, ni te nada, ese estimado que escribí allá arriba es una mera formalidad; ayer y  desde hace bastante tiempo que leo tu muro de Facebook y no se me revuelve el estómago pensando en que vas a estar en alguna relación o enviándote corazones con tus amigas y las amigas de tus amigas, miro tus fotos y siento sueño de ver en todas ellas a las mismas personas haciendo las mismas cosas, leo los mismos estados celebrando las mismas fiestas vacías de siempre. Parece que quiero a otro(s) con un poco más de intensidad que en condiciones de normal salud mental o tal vez he vuelto a pensar que debería quererme un poco más a mí (es cíclico).

Esto es un final y para ti puede ser el término de una situación incómoda pero seductora, el fin que esperabas desde los días de junio del año pasado, y quién sabe si te entristece, a mí ya no me incumbe saberlo. Tampoco digo que te odie o que ya no me simpatices, es sólo que ya no voy a seguir fingiendo ni forzando sonrisas y situaciones que nunca debieron ser, pero a lo hecho, pecho. Esto es un final. Y para mí es un imperativo moral zanjar este entuerto por la vía que nació junto a mi cobardía y valentía; el narcisismo me exige que pueda sentirme más libre incluso de mí. Se acabó y como todo muerto, seremos de a poco un breve recuerdo: las coincidencias, las peleas, los abrazos, las miradas, los amigos, los mensajes, la fe, los poemas, las canciones y mi dolor. Todo reductible a un trozo de memoria que desea borrarse como en el Eterno resplandor de una mente sin recuerdos.

Y como no soy malagradecido, gracias por ser mi primera libre canción y no aniquilar mis intentos en ciernes. ¡Suerte!

martes, 16 de julio de 2013

Hoja en blanco

Hoja en blanco. 

Hoja en blanco.

Historias cero. 

Debo ser más solidario conmigo. Cuatro historias amorocientas a la mitad. Dos no tienen sentido, una la concretaría a ojos cerrados y la otra se concretó y murió, pero fue feliz mientras vivió. Las ciencias del amor predicen fácilmente un período más de tormenta con la que concretaría a ojos cerrados, cerca de quince entradas despechadas y ocho poemas malos y llorados. Si fuera inteligente y frío que es como debemos ser los hombres de este siglo, usaría las dos historias sin sentido para pasar las penas, pero soy irracional y voy a sumar pronto una nueva historia de incertidumbres, de noches rezando y palabras incómodas... tanto que probablemente me aventure una vez más a escribir en este medio bendito su nombre de pila. Es que yo siento que ya lo amo y que todas las canciones calzan con él, todos los personajes de las teleseries podríamos ser nosotros dos, que todos los poemas derrumban paredes si los recito pensando en él y que no debiera haber noche en que no lo sueñe. Pero no cualquier sueño, tiene que ser un sueño como el de hace dos semanas en que andaba Jaime Parada volando por los cielos sucios de Santiago buscando una habitación tipo estudio con baño y yo le ayudaba (cómo no lo iba a ayudar, pobrecito)... subía al hotel donde estaba esa habitación, pisos altos para que Jaime saltara del helicóptero (da lo mismo lo que pase con el helicóptero si es un sueño no más). Cuando bajé o parece que cuando subí a la habitación yo me lo había encontrado a él que con gesto de reprobación por mi conocido arrastre, movía la cabeza de lado a lado como queriendo decir que por él no hacía cosas así porque no era famoso, que para qué era tan tonto (en realidad su cara quería decir patético, pero lo perdono... estaba picado). Debo rescatar su vestimenta porque él siempre anda con buzos y ropas gruesas que ocultan bien su atlético cuerpo, pero en mi (MI) sueño andaba con un chaleco tipo Polo color mostaza oscura con esos yacaré que dan enorme distinción y debajo una polera de piqué, pantalones de tela... y su cara morena con lunar queriéndome decir ¿para qué haces esto si me tienes a mí? Y conocí tus ojos negros. Yo también exijo harto, exijo tiempo, paciencia y resultados. Hace frío, me aclimato rápido al invierno copiapino. Yo creo que cuando lo vea otra vez le voy a dar un abrazo haciéndome el buena onda, el que saluda a todos, tanto tiempo sin vernos aunque yo lo mire a través de mi pantalla hora por medio. Y cuando me diga hola bien y tú, mentiré una vez más, como un profesional de la mentira para inventar algo con lo que alargar esa conversación. Le diré que ahora hago deportes, que me voy a cambiar de carrera o que me voy de intercambio a Ámsterdam. Todo por una palabra más, por un segundo más al goce de su olor como cantara Silvio Rodríguez, todo para celebrar en mi mundo de fantasía aquel día feliz que está llegando.

jueves, 11 de julio de 2013

Reporte

Hola. Estoy en Copiapó muy bien. Estoy con Martina que hoy no fue al jardín porque llegaba su padre del trabajo luego de una semana sin verse. Ella está viendo los dibujos animados de la televisión por cable, su padre duerme. Debió haber ido al jardín porque ahora está aburrida, ni los dibujos animados la entretienen. Francamente, creo que sufre el mal de tantos chilenos aturdidos por la soledad y que prenden el televisor para no sentirse solos y para que algo haga ruido y acompañe. También soy un hombre solo pero he aprendido a vivir en el silencio o bien acompañado de mi radio y una taza de té.

Martina me acompañó al cerro recientemente a buscar una botella que sirviera de recipiente de agua para las aves que vienen a tomar agua a casa, para los perros no encontramos bidones de cinco litros. Lamentablemente, muchos piensan que el cerro que nos ha acompañado desde que llegamos a habitar la población en los noventa es un vertedero de basuras, un libre foco de infecciones.

Martina está aburrida, pero tiene buena inventiva para sobrevivir a la soledad (quizás eso vaya dentro de nuestros genes). Ahora se puso a limpiar un bidón de 50 litros de agua que encontró en el patio y le ha inventado una historia, le ha puesto un nombre para dar sentido a su heroica gesta. Tiene cuatro años y mi hermana Sofía doce. También ella está aburrida y de vacaciones, para vencer el miedo a quedarse quieta y hacer nada tomó un tarro con cera depilatoria, la calentó en la cocina (rechazo total) e infestó el hogar con ese olor a vanidad, lo peor es que se está depilando los brazos. No entiende mi hermana ni argumento ni lamento. Ahora las dos se nivelan y dentro de un acuerdo implícito toman un balón con el que juegan imaginando estar en la playa. Mi hermana aún es una niña inocente que comienza a enamorarse, Martina es una niña pequeña que actúa como adulto a veces pues ha adquirido nuestros hábitos al vivir desde que nació sin más niños ni niñas que los del televisor o los del jardín infantil. Se le está contagiando el peligroso vicio de vivir con gente y estar sola viendo televisión, anonadada en el celular o enojándose si no le dan en el gusto, típico mal de hijo único. Aunque si tiene hermanos será mandona como diría la regla familiar: los mayores dominan o mandan a los demás por cuanto se sienten legitimados cuando se quedan a cargo de ellos, los hermanos del medio somos más negociantes puesto que hemos vivido ambas realidades, el último es el más difícil porque es por lo general el desprotegido y consentido de los padres ante lo que los hermanos mayores lo apartan.

Sigo en Copiapó y no conozco de nubes aún, sentí calor hoy, inclusive. En el día de ayer estuvo de cumpleaños mi abuelo y fui a saludarlo. Allá me encontré con mis tías y primos de los Castillo, fácilmente nos concertamos cuatro generaciones y tuve la dicha de conocer a Leandro, el hijo recién nacido de mi prima Gabriela (sí, la misma de algunas entradas anteriores). Mi tía Sylvia lleva la delantera con tres bisnietas y mi abuelo la sigue con dos pese a que él la aventaja con creces en nietos. Hice en mi mente la suma de todo el clan Castillo, más de cien si contamos como inicio la generación Castillo Díaz y de pronto pensé cuán poco valoramos a los ancestros, cómo no sopesamos el esfuerzo y valor de haber creado un clan como el actual. Mi bisabuela Aldecira con mi bisabuelo Samuel comenzaron gran gesta y luego mi abuelo y mis tíos abuelos quienes en el camino vieron fallecer a varios de sus hijos, continuaron con la construcción de una familia numerosa, con pocos recursos, aprendiendo de la costumbre, mirando y trabajando sin más motivo que llevar el pan a la casa.

De pronto me cuestiono si tengo el valor suficiente para crear una familia como esta o si me daría por vencido al primer despido o al primer llanto de mis hijos. De pronto me pregunto si algún día podré tener en mi país el derecho –no oportunidad- a tener mi clan familiar. 

domingo, 23 de junio de 2013

Carta motivacional: 'Algún día'

Querido, estimado y muy sentido amigo. Amigo en el sentido coloquial de la palabra, no realmente amigo… no sé cómo poder llamarte sin necesariamente volver a repetir tu nombre, me imagino que entiendes y aceptarás otra excentricidad más de mi parte. Sabes bien lo mucho que me avergüenza exponerme a este nivel.

Como no encontré motivo suficientemente grande para llamar o enviar algún mensaje vía tecnología de celular, me envalentono para escribir una entrada más de nuestra no historia porque te echo de menos a menudo. ¿Cómo amaneciste hoy o el once de junio?, ¿qué músculo te dolió más en el entrenamiento?, ¿cuántas botellas de cervezas bebiste en el último asado?, ¿creciste un poco o sólo has perdido peso?, ¿cómo está tu familia? y ¿sigues juntándote con las mismas malas influencias de siempre?

Hace poco me afeité la barba, es que quería engañar a la gente y parecer más delgado que de costumbre como lo hace Gabriel Boric o al menos intentarlo. De todas maneras he contado a diez personas que me han dicho que he perdido peso y creo que debe ser el té mágico que encontré en una tienda china sumado al pan integral y los ejercicios que me recomendó mi hermano. No sé qué más decirte, es que me siento bien, tengo paz y creo que de seguir sin viéndonos ya no te extrañaré en lo absoluto, lo que me deja más tranquilo al fin y al cabo, quizás te pueda olvidar sin darme cuenta.

Está haciendo mucho frío y sabe que sigo esperando el día que me quieras, con fe y estoico. Creo que al menos en eso no erro porque la fe mueve montañas y ellas se moverán. Pues bien, termino esta misiva y espero que más temprano que tarde, le guste a quien le guste, podamos aunar los ánimos y compartir las mañanas, el té, el mate, el café y el pan, comentar juntos las noticias de Copiapó, de su equipo de fútbol y su mal alcalde, que me retes si me ves prendiendo un cigarro y me invites a comer y sí... que hablemos de la tabla de posiciones, de cervezas, los lugares de Santiago y de la película que podríamos ver en el cine o en la cama. Bendiciones. 

P.D.: sé que también me quieres porque nadie te ha querido a través de un blog nunca. Con eso me gané un ventrículo para siempre. 

miércoles, 12 de junio de 2013

Bienaventurado yo

Tiene que haber sido el día en que me caí en la plaza de Copiapó por haber ido a donar dinero a la Teletón el año 2008, cuarto medio. En la noche me fui a dormir a la casa de Rosario y no sé cómo Óscar (entonces Darío) obtuvo mi número de celular. Yo estaba aburrido y apenas recibí el llamado de la voz de un colombiano invitándome a salir a las tantas de la noche corrí como sólo yo pude haberlo hecho en esos instantes, un adolescente buscando nuevas experiencias. 

Dentro del jeep estaba Sebastián como copiloto y de piloto iba Óscar, ingeniero en algo, excelente partido pero me adelantaba en una década casi, colombiano. Regalo para mi alma. Trato de describir e inmortalizar aquel bello evento de manera exacta, pero fue hace más de cinco años... daré, pues, algunas regalías a mi imaginación. Me preguntaron de mi vida y como es indicado en esas ocasiones, nunca debemos dar mucha información: la probabilidad de que tus amigos del chat sean asesinos o neonazis encubiertos nunca es cero. Terminamos los tres en unas dunas en que había una fiesta (típico de la zona) cerca de Viñita Azul pero nos quisimos aburrir rápido y partir... entre todos nos reconocimos y en un verdadero código de caballeros nos presentamos como si nunca nos hubiéramos visto... yo en ese tiempo tenía un Nokia 2600 y la batería duraba días. Cerca de donde alguna vez pasó el río, Sebastián se bajó a orinar y quedamos con Óscar como presos de la oscuridad y yo preso además de su acento, "obvio que lo pasé bien, más ahora que conozco a un chico tan guapo". Corría un mar dentro mío y yo quería salir corriendo, pero me contuve... a esas horas era más probable que me mataran en el camino a pie de vuelta a casa a que me mataran mis nuevos amigos en un arranque de locura. Ya estaba todo listo y decidido: Sebastián se haría el enfermo y habría que ir a dejarlo a su casa y así, al bajarse, Óscar me preguntaría si yo prefería ir a mi casa o a tomarnos algo a la suya. 

Era que no. Entro a su casa, me ofrece un jugo, el viejo truco del jugo, mientras me acomodaba en el sillón y en la tele hablaba don Francisco y seguramente mi examor platónico, Felipe Humberto Camiroaga, me voy dando cuenta de la clave, de la institución informal: los caballos. Su acento colombiano de a poco me fue presentando la casa de El Palomar. Volvió dentro de poco a Colombia para las fiestas de fin de año. 

Unos días después de aquella primera aventura, pasó algo que cambió mi vida: di la PSU. Terminé en Santiago y llevo ya casi cinco años. Pero no me adelantaré tanto. Luego del Año Nuevo, como es habitual me trasladé a Puerto Viejo, una playa sin mucha conectividad hasta ese momento por casi dos meses hasta que debí preparar el viaje y volver a Copiapó cerca de dos semanas antes de emprender rumbo. Raya para la suma: nos vimos nuevamente y el mismo jeep pasó por mí en calle Chacabuco para volver a ver los mismos caballos bajo la guía infalible de un acento colombiano recargado. Para romper el hielo me dijo su verdadero nombre con un: prefiero que me llames Óscar, Darío se me ocurrió en el camino. Antes o después de no recuerdo qué, le comuniqué que me vendría a vivir a Santiago y a estudiar lo que no le pareció mucho "¿sabes? te quería proponer pololeo, pero ahora que me dices esto no veo que tenga mucho sentido". Mi acento copiapino y mi voz gangosa se tupieron, pero mis manos supieron responder y salir del paso con impensada ciencia. Era imposible pero no por ello dejaríamos de soñar y luego cantamos y reímos y jugamos. Nunca más lo vi tan de cerca.

lunes, 3 de junio de 2013

Monólogo II

Nos encontramos en el Terminal de Buses San Borja y estaba lloviendo tal como cuando volvimos a Santiago. Trajiste pocas cosas para todo el tiempo que íbamos a estar allá y viste cómo tengo razón: casi dos semanas usando un número reducido de prendas; muy norte será, pero en estas fechas de frío el sol no acompaña mucho. El bus partió casi puntual, diez minutos más tarde de lo que correspondía y ya sabrás que llevo años viajando desde mi casa a Santiago, antes lo hacía con holgura y ahora termino fácilmente con un dolor de espalda y sueño que no puedo salir a visitar a nadie en el día mismo: doce horas de viaje continuo hacen daño, pero me imagino que a ti no te hará mucho… si vienes cansado es probable que te duermas apenas arranque el motor.

Pensé que iba a ser un viaje típico, agotador con una exageración del aire acondicionado y condenado como siempre a las películas fomes, con niños llorando a medianoche y sólo una almohada para intentar dormir, si teníamos suerte nos daban una frazada de polar (declaro mi odio a esa estafa de tela que apenas entrega un mísero grado de calor). Pero estaba cansado del ajetreo típico de mis sábados, dormí hasta despertar frente al mar cerca de la una de la madrugada contigo al lado como en el mejor de mis sueños y yo te desperté mientras abría la cortina del bus para que viéramos la belleza de la luna sobre el mar. Nuestras manos se buscaron solas y se encontraron, los dedos de entrelazaron otra vez sin importar si el resto dormía, se hacían los que dormían o si llamaban a los asistentes para que intervinieran nuestra conducta. ¡Qué importaba todo eso si la luna parece que me hubiera avisado que se estaba reflejando en las aguas! Y así, a la altura del Norte Chico volvimos a dormirnos. Todavía quedaba un nuevo desafío: llegar a mi casa, sorprender a la gente con tu visita.

Al despertar comenzaba a aparecer el Desierto de Atacama y la neblina a obstruir la visiblidad como todas las mañanas, decías que cómo me podía gustar semejante nada y yo te decía que era algo más, que costaba irse de la casa a otro lugar para comenzar a valorar y extrañar, para crear identidad… no sirvió mucho que te dijera que no era una belleza fácil sino compleja, que la soledad de un cerro también esconde un atractivo. Te pusiste a revisar el celular y a chatear con quién sabe quién. Se sabe que se está llegando a Copiapó cuando comienzas a ver algunos árboles y algunas empresas de vehículos y neumáticos (algo que nunca he entendido muy bien). Si te fijas, puedes ver desde lejos la ciudad como sumergida en un agujero y cuando ya estás en ella, te das cuenta por la aparición de un puente que no tiene río, un supermercado, un terminal, una tienda de construcción y el Monumento de la Paz Mundial.

No sé qué pasa que ahora cuesta tanto tomar un colectivo para llegar a mi casa, algunos pasaban vacíos y no nos paraban. ¿Tanta cara de santiaguinos tendremos? Esta calle se llama Atacama y sí, los cables por aire son lo más feo, pero ya te irás encantando con la vida copiapina, con el sol y la magia de nuestros cerros. Yo sí estoy cansado, pero feliz. Se ve bien ese contraste entre tu cuerpo y mi ciudad, el sol te hace juego. El colectivo se demora como diez minutos de acá a la casa, sí, noto tus ansias, pero yo tampoco estoy muy tranquilo. Se paga los dos… Los Volcanes por favor, Villarrica con Parinacota. Por acá hacen la Fiesta de la Candelaria en Febrero y en esa escuela que se ve allá estudié en la básica. Mira, ahí va la Coni… ¡hola!

Están bien que despierte a todos pues, es mi estilo y el precio por no ir a buscarnos, sentémonos un momento antes de subir a la pieza. Hola mamá, papá, bien ¿y ustedes? Les presento a un amigo de Santiago que invité… venimos cansados porque el bus se demoró las doce horas y nos despertamos a mitad de camino, ¿tomemos desayuno? Se me olvidó traer mi taza de Leo. Voy a saludar a mis hermanos. Al menos se llevaron bien, hablaron de fútbol y son Libras los dos, a mi mamá le encantan los jóvenes respetuosos y caballeros y bueno… más rato me echaron al agua, te dijeron de mis mañas, de cómo aprendí inglés, de mi escuela Sol de Atacama y de los gatos, pero bueno… así son los padres y qué decir de mis hermanos… terminaron viendo la U versus la UC. Me senté a tu lado a ver el partido abrazo mediante y sentía tu olor tan bien como si estuvieras ahí de verdad, tu pelo castaño era como oro reflejando sol y de la nada comenzó a temblar el suelo. Te aterrorizaste. La vecina hizo su escándalo correspondiente ( están como para ir a terapia juntos). Cuando abrí los ojos el temblor había terminado y el motor del bus se apagó. “Bajada en Copiapó, rápido que debemos seguir avanzando hacia Caldera señores pasajeros” señalaba el asistente del bus que me instaba a bajar. Cuando me puse la mochila en la espalda me hallé sin sueño. Caminé procurando no hablar solo como enseñándote la ciudad.