Versos

"Yo no protesto pormigo porque soy muy poca cosa, reclamo porque a la fosa van las penas del mendigo. A Dios pongo por testigo de que no me deje mentir, no hace falta salir un metro fuera de la casa para ver lo que aquí nos pasa y el dolor que es el vivir." (Violeta Parra en Décimas, autobiografía en versos)

lunes, 3 de junio de 2013

Monólogo II

Nos encontramos en el Terminal de Buses San Borja y estaba lloviendo tal como cuando volvimos a Santiago. Trajiste pocas cosas para todo el tiempo que íbamos a estar allá y viste cómo tengo razón: casi dos semanas usando un número reducido de prendas; muy norte será, pero en estas fechas de frío el sol no acompaña mucho. El bus partió casi puntual, diez minutos más tarde de lo que correspondía y ya sabrás que llevo años viajando desde mi casa a Santiago, antes lo hacía con holgura y ahora termino fácilmente con un dolor de espalda y sueño que no puedo salir a visitar a nadie en el día mismo: doce horas de viaje continuo hacen daño, pero me imagino que a ti no te hará mucho… si vienes cansado es probable que te duermas apenas arranque el motor.

Pensé que iba a ser un viaje típico, agotador con una exageración del aire acondicionado y condenado como siempre a las películas fomes, con niños llorando a medianoche y sólo una almohada para intentar dormir, si teníamos suerte nos daban una frazada de polar (declaro mi odio a esa estafa de tela que apenas entrega un mísero grado de calor). Pero estaba cansado del ajetreo típico de mis sábados, dormí hasta despertar frente al mar cerca de la una de la madrugada contigo al lado como en el mejor de mis sueños y yo te desperté mientras abría la cortina del bus para que viéramos la belleza de la luna sobre el mar. Nuestras manos se buscaron solas y se encontraron, los dedos de entrelazaron otra vez sin importar si el resto dormía, se hacían los que dormían o si llamaban a los asistentes para que intervinieran nuestra conducta. ¡Qué importaba todo eso si la luna parece que me hubiera avisado que se estaba reflejando en las aguas! Y así, a la altura del Norte Chico volvimos a dormirnos. Todavía quedaba un nuevo desafío: llegar a mi casa, sorprender a la gente con tu visita.

Al despertar comenzaba a aparecer el Desierto de Atacama y la neblina a obstruir la visiblidad como todas las mañanas, decías que cómo me podía gustar semejante nada y yo te decía que era algo más, que costaba irse de la casa a otro lugar para comenzar a valorar y extrañar, para crear identidad… no sirvió mucho que te dijera que no era una belleza fácil sino compleja, que la soledad de un cerro también esconde un atractivo. Te pusiste a revisar el celular y a chatear con quién sabe quién. Se sabe que se está llegando a Copiapó cuando comienzas a ver algunos árboles y algunas empresas de vehículos y neumáticos (algo que nunca he entendido muy bien). Si te fijas, puedes ver desde lejos la ciudad como sumergida en un agujero y cuando ya estás en ella, te das cuenta por la aparición de un puente que no tiene río, un supermercado, un terminal, una tienda de construcción y el Monumento de la Paz Mundial.

No sé qué pasa que ahora cuesta tanto tomar un colectivo para llegar a mi casa, algunos pasaban vacíos y no nos paraban. ¿Tanta cara de santiaguinos tendremos? Esta calle se llama Atacama y sí, los cables por aire son lo más feo, pero ya te irás encantando con la vida copiapina, con el sol y la magia de nuestros cerros. Yo sí estoy cansado, pero feliz. Se ve bien ese contraste entre tu cuerpo y mi ciudad, el sol te hace juego. El colectivo se demora como diez minutos de acá a la casa, sí, noto tus ansias, pero yo tampoco estoy muy tranquilo. Se paga los dos… Los Volcanes por favor, Villarrica con Parinacota. Por acá hacen la Fiesta de la Candelaria en Febrero y en esa escuela que se ve allá estudié en la básica. Mira, ahí va la Coni… ¡hola!

Están bien que despierte a todos pues, es mi estilo y el precio por no ir a buscarnos, sentémonos un momento antes de subir a la pieza. Hola mamá, papá, bien ¿y ustedes? Les presento a un amigo de Santiago que invité… venimos cansados porque el bus se demoró las doce horas y nos despertamos a mitad de camino, ¿tomemos desayuno? Se me olvidó traer mi taza de Leo. Voy a saludar a mis hermanos. Al menos se llevaron bien, hablaron de fútbol y son Libras los dos, a mi mamá le encantan los jóvenes respetuosos y caballeros y bueno… más rato me echaron al agua, te dijeron de mis mañas, de cómo aprendí inglés, de mi escuela Sol de Atacama y de los gatos, pero bueno… así son los padres y qué decir de mis hermanos… terminaron viendo la U versus la UC. Me senté a tu lado a ver el partido abrazo mediante y sentía tu olor tan bien como si estuvieras ahí de verdad, tu pelo castaño era como oro reflejando sol y de la nada comenzó a temblar el suelo. Te aterrorizaste. La vecina hizo su escándalo correspondiente ( están como para ir a terapia juntos). Cuando abrí los ojos el temblor había terminado y el motor del bus se apagó. “Bajada en Copiapó, rápido que debemos seguir avanzando hacia Caldera señores pasajeros” señalaba el asistente del bus que me instaba a bajar. Cuando me puse la mochila en la espalda me hallé sin sueño. Caminé procurando no hablar solo como enseñándote la ciudad. 

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