Versos

"Yo no protesto pormigo porque soy muy poca cosa, reclamo porque a la fosa van las penas del mendigo. A Dios pongo por testigo de que no me deje mentir, no hace falta salir un metro fuera de la casa para ver lo que aquí nos pasa y el dolor que es el vivir." (Violeta Parra en Décimas, autobiografía en versos)

sábado, 26 de diciembre de 2015

Navidad 2015, ¡Gracias Viejito Pascuero!

Qué bueno que dentro de todo lo que significa finalizar el año calendario, exista un espacio mínimo de reflexión y detención. Por hoy, quiero detenerme en la felicidad que siento, en la dicha que produce esta bendición de amar. 

Hace pocas horas fue Navidad y tuve la oportunidad de pasar esta celebración junto a Leandro, junto a su humor, su risa y simpatía. Hace más de un mes que no tenía opción de verlo, oírlo ni abrazarlo. Ocupé mi día comprando regalos y lavando ropa luego de viajar la noche entera desde Santiago. Llegué a su casa, nos vimos y lo tomé en mis brazos para no seguir extrañándolo y él dejó caer su cabeza en mi hombro. Lloró cuando tuve que ir a armar los regalos oculto, sin presencia de niños y niñas, pero afortunadamente llegó su tío con quien jugó hasta tener hipo.

Llegó la hora de la cena y luego la de abrir los regalos. Leandro ama las ruedas y uno de sus obsequios fue una mochila de Cars con su personaje favorito: el Rayo McQueen, lo que por lejos fue lo que más le gustó y llenó su alma de felicidad, sus ojos de dicha y los míos de amor. Su mochila, obviamente tiene ruedas. Durante el día de la Navidad fuimos a la parcela en Hacienda San Pedro en donde aprovechamos de ver a los animales, conversar y jugar. Disfrutó bañándose con su abuelo Luis en la piscina, sus margaritas y dientes diseñaron el mejor regalo de esta Navidad, la felicidad de un niño que se contenta con lo simple de la vida, con patear una pelota en los brazos de su abuelo, con gritar de alegría al tirarle agua a alguien. 

Fuera de la piscina, usó su bicicleta pero no se convenció y rápidamente se puso a jugar con dos perros y a reírse de cómo se perseguían frenéticos y a veces lo alcanzaban o con un roce mínimo le hacían perder el equilibrio. Paralelamente, acarició a un conejo que comía pasto dentro de una jaula y cuando soltaron a las cabras y ovejas para que comieran, corría detrás de ellas para asustarlas, aunque falló en el objetivo. 

Pienso que hubiera sido útil tener una cámara fotográfica que inmortalizara el momento, pero no había una, y por eso escribo este relato lleno de felicidad y que reflejan la plenitud de este momento específico. Escribo para que no se me olvide nunca su sonrisa, sus ojos, su inocencia sin límites y el amor que siento aquí y ahora. Escribo esto porque es un regalo privativo (y el mejor) que Dios ha puesto sólo en mí en la Navidad 2015.

Gracias Viejito Pascuero por reencantarme con la Navidad; los mejores regalos se le hacen al alma.

sábado, 14 de noviembre de 2015

Adiós al nido

Días atrás decidí poner fin a mi participación como Asesor Laboral del Programa Abriendo Caminos ejecutado por la Universidad de Atacama, luego de mucho pensarlo y poner en la balanza cientos de elementos que me tenían con el alma en un hilo. Por una parte, mi interés ha estado últimamente en dar a mi carrera de administrador público un cariz social y proyectarme en esa área, por otra, quisiera probar trabajar en un área algo más técnica y a veces desenvolverme más en el sector político o politológico.

Lo cierto es que uno de los tantos concursos a los que postulé, resultó, en el Servicio de Impuestos Internos para ser fiscalizador tributario. Cuando postulé lo hice para trabajar en Copiapó, pero cuando me llamaron para comunicarme acerca de mi selección me ofrecieron solamente Vallenar previa estadía de tres meses en Santiago en una capacitación. Ha sido una decisión demasiado difícil de tomar y desapegos demasiado fuertes que practicar en menos de dos semanas. Aún no logro despojarme de toda la pena  que me provoca decir adiós a uno de mis sueños profesionales que más quiero: trabajar en Copiapó para Copiapó.

La oferta es muy seductora, a mi breve experiencia profesional, inferior a un año, rechazar lo que se me pone en la mesa sería demasiado irresponsable. Me dará la oportunidad de explorar nuevas áreas de mi profesión, realizar sueños materiales, tener la estabilidad que un convenio de honorarios no puede ofrecer y aceptar un desafío que me hará crecer como administrador público.  Aunque lo anterior contempla una oportunidad caída del cielo, debo aclarar que esto tiene para mí un precio emocional demasiado alto, el cual he decidido pagar.


Me voy, dejo Copiapó por un buen tiempo, renuncio a mi sueño de ver crecer mi ciudad, de ver a la familia y al barrio todos los días. Lo que más me duele es dejar nuevamente a Leandro por tanto tiempo, nada hay como su cariño, sus abrazos, su sonrisa y el amor que siento por él. Creo que la vida me pone una prueba demasiado grande y que la pena me embarga cuando me imagino diciendo adiós arriba de un bus. Dios, dame la fuerza, dame el perdón que necesito al fallar a mi promesa de no dejar de lado jamás a Leandro, por no cumplir ni estar a la altura. Pero yo quiero también crecer, formar mi nido, solitario pero mío, para que un día Leandro pueda sentir orgullo de mí, mi coraje y esfuerzo. Recibo esta oportunidad con mucha gratitud, más gratitud que pena y quiero partir del nido, rezando, orando y pidiendo al universo que se alinee y así pueda recibir una llamada con la noticia de que en Copiapó hay un cupo para mí, que ya no es necesario irse a Vallenar. 

domingo, 11 de octubre de 2015

Manuel

Hace meses que busco el rostro del chino de la Candelaria por las calles de Copiapó, he buscado incluso por Vallenar, Freirina, Hacienda San Pedro y Caldera algún pedacito de su cara caminando encima de sus pies. Sólo pude verlo por segunda vez el quince de agosto en el baile y de nuevo mi corazón latió como un terremoto.

Esta semana, en las redes sociales busqué en los amigos de uno de mis contactos el rostro del chino de la Candelaria. Por enésima vez. Con resignación bajaba el cursor y miraba en esos cientos de rostros el de él, hasta que lo vi. Estaba junto al rostro de una mujer, la cual presumo su novia por los ademanes clásicos de las selfies de amor que circulan en redes sociales. Sentí alivio de conocer la verdad de aquel misterio que marcó tantos meses míos, pensando y chocando con las paredes de mis propias limitaciones. Cuando vi el nombre asociado a la foto me di cuenta de que en realidad se trataba del perfil de una mujer, su novia. Cuando pude averiguar más y conocí el nombre del chino de la Candelaria, entré a mirar su perfil, cuya imagen era la misma que la de ella, melosidad nivel infinito (entiéndase mi despecho). Facebook y sus facultades psicopáticas venían a poner fin a meses de dudas e ilusiones de mi idealismo mágico. 

Estuve impactado durante las primeras horas, cuando me conversaban en el trabajo sentía que estaba de pie en un terremoto y que la voz me salía sorda. De a poco tomé tranquilidad y continué trabajando hasta que pude retomar el ritmo de mis obligaciones. En la noche no entendía nada, sentía dolor, pero lo que más me molestaba era el sabor amargo de la derrota, en donde mis ilusiones fueron abatidas una vez más por el peso espantoso de la realidad. No me gusta perder. Prefiero ganar y tener la razón. 

Ahora que ya acepto la realidad y asumo mi dolor, reflexiono de mis patrones de ilusiones de la misma manera de siempre: buscando una canción que me lo explique. Si antes me gustaba escuchar versos como Fui de Bahrein hasta Beirut y no encontré ojos así como los que tienes tú (Ojos así de Shakira) o Cuando no tenía nada deseé, cuando todo era ausencia esperé... (A primera vista de Pero Aznar), ahora soy proclive a These precious illusions in my head did not let me down when I was a kid (Precious Illusions de Alanis Morissette), Me gustan los problemas, no existe otra explicación, esta sí es una dulce condena (Dulce condena de Los Rodríguez) y Me acerco y le pregunté por qué cantaba tan triste; porque no tuve respuesta del suspiro que me diste (¿Adónde vas jilguerillo? de Violeta Parra).

Se terminó el misterio de la Candelaria con sus miedos e ilusiones, comienza una nueva etapa de libertad y paz para mí. Agradezco a mi Virgen haberme devuelto aquella hermosa sensación de sentir el corazón latir más fuerte que un terremoto. No se me olvidará jamás, pero quizás ya es tiempo de que deba canalizar la voluntad de mi amor hacia nuevas tareas y misiones. Se llama Manuel.

lunes, 5 de octubre de 2015

Un domingo promedio con valores atípicos

Me levanté tarde, cerca de las 12 del día. Ayer sábado trabajé y necesitaba descansar lo suficiente para reponer las energías de seis días de trabajo. Debía lavar mi ropa de trabajo y el día acompañaba para que se secara pronto. Tomé desayuno antes de bañarme (nunca lo hago) pero al ser domingo excepcional no me importó. Pablo llamó a la puerta de la casa y me regaló dos empanadas de pino, me aventuré sólo con una. Me bañé, me vestí, salí a monitorear el crecimiento de mis plantas, le di comida a mis gatas, les tomé fotos, las subí a las redes sociales, colgué la ropa y fui al supermercado a comprar postre y una ensalada para el almuerzo donde mi tía Sylvia. 

Cuando llegué al almuerzo, pensé que ya estarían almorzando, pero sólo estaba la mesa puesta. Ayudé, preparé una ensalada, puse los vasos, llegó Millaray con Salvador y Ayalén. Almorzamos y nos servimos el postre. Todo muy lindo, muy caluroso pero eché de menos a Leandro. Su madre aún no me responde el mensaje de Whatsapp donde le solicito que me envíe una foto de él. Es verdad que está en una etapa de rabietas y mal comportamiento, pero yo lo entiendo, es un niño y es imposible ver maldad en sus acciones. Lo extraño, espero que vuelva pronto y que podamos volver a jugar (y no lo digo porque no juguemos desde hace mucho tiempo, sino porque su necesidad de estar siempre al lado de Gabriela ya se le ha hecho un hábito, su madre es su mundo ya nadie más existe para él). 

Luego de almorzar pasamos al living a conversar acerca de las plantas, libros en mano, mirando folletos y catálogos de plantas y flores. Salvador dormía plácidamente, ni siquiera tiene un mes y ya es un hombrecito adorable, no es llorón y lo que más amo de él es que no soporta estar sucio y cuando pasa mucho tiempo sin que cambien sus pañales se inquieta y llora, Es Virgo y se entiende, entonces. Después de tomar un té para agilizar el engullido de la comida, salí al patio a hacer un poco de orden, a botar basura y limpiar un espacio estrecho por el cual no podían transitar las energías, ni los gatos, ni uno. Quedó un poco mejor pero falta mucho, yo creo que es una misión imposible. El mal de Diógenes es terrible. 

Luego tomamos el té, conversamos como siempre y finalizado aquello, fuimos a conversar más y más con mi tía Sylvia acerca de cualquier cosa. Nunca nos falta tema. Eso es bueno. Me fui. Tomé colectivo. Vi a Alexis desde el colectivo, él no a mí. Llegué a mi casa a regar, cocinar algo rápido, ver qué tan secos estaban los pantalones y a darme cuenta de que el tiempo es demasiado cruel y no perdona. Me faltan horas y mi voluntad no es suficiente, nunca, para que pueda dormirme temprano. 

A descansar, previo Padre Nuestro, Dios te salve, Ángel de la Guarda, el Credo y la señal de la Santa Cruz. Leandro, te amo. 

lunes, 14 de septiembre de 2015

Querido Leandro

Querido Leandro:

La semana que comienza estaré de vacaciones de Fiestas Patrias y con ello podré hacer cosas cuyo tiempo el trabajo me priva. Debo comenzar a estudiar los estatutos de Revolución Democrática, salir al supermercado a comprar mercadería, ir  a la feria, descansar, verte si estás en la casa de Santa Elvira y sólo si estás de buen humor, jugar contigo.

Antes de todo aquello, quiero hacer algo que no he hecho desde hace mucho tiempo: escribir en mi blog. Te dedico esta entrada con el único propósito de que la puedas leer apenas sepas hacerlo. Por ahora sólo tienes dos años y tres meses. El objetivo es que no dudes jamás de mi cariño hacia ti, que es único y genuino. Yo no soy padre y no me imagino cómo es serlo, pero tú eres una aproximación a ello que me llena de instinto y de amor. Probablemente, nunca me transforme en tu padrino que es algo que deseo tanto, acercarte a Dios, a la Virgen de la Candelaria, enseñarte a rezar… acompañarte siempre. Siento que me pierdo en la estructura de este escrito porque todas las cosas que quisiera contarte se cruzan y no terminan nunca de ser del todo procesadas por mi cerebro.
Como es difícil que vayamos por partes, iré por puntos.
  • Estoy escuchando un concierto de Justin Timberlake, mi artista favorito de la semana. Todo lo genuino, lo original tiene un sello que a mí me llama. En cambio, el arte robado y forzado dura el momento que uno lo experimenta. Ojalá en tu juventud puedas escucharlo, aprender inglés para que conversemos en otro idioma, o bien italiano puesto que ya he comenzado algunas clases desde mi calidad de autodidacta.
  • Hay algo que me conflictúa permanentemente, y es que a veces, por tu instinto de niño de dos años me llamas “papá” o me identificas como tal, a lo cual no le encuentro pecado ni problema alguno y sé que a Carlos, tu padre, mucho menos. Pero me siento culpable de lo que ello pudiera generar en otras personas como Sylvia o Gabriela, a quienes no les causa gracia. En realidad, ellas quieren que no te confundas, pero qué le vamos a hacer, eres un niño al que adoro y mi deber como padrino clandestino es protegerte y mimarte, sin importar si me quieres llamar Diego, padrino, tío o como quieras, porque sé que cuando seas un poco más grande tendrás claro quién es tu padre. Madre y padre hay uno solo.
  • En mi casa preguntan por qué te quiero y consiento tanto. Yo no lo sé. Trataré de buscar ahora alguna explicación. Creo que lo que nosotros tenemos es apego, me reconoces como un ser protector ante la amenaza, confías en mí, yo te enseño muchas cosas como por ejemplo a contar cuando te pido que me eches endulzante al té contando quince gotitas o cuando contamos los días del calendario. También te enseñé a distinguir chico de grande, abajo y arriba (cuando señalabas arriba, subías tus brazos y dejabas tus axilas descubiertas, a las que hacía cosquillas). Te enseñé a decir tu nombre, pero con el tiempo lo olvidaste porque nadie te reforzó. Te enseñé la onomatopeya del lobo y de las palomas, a decir pez y las señas de la tortuga. En el primer pipí y en la primera caquita estuve presente. Fui testigo de tus primeros pasos. Sufrí cuando te enfermaste y recé para que te mejoraras. Cantamos juntos tantas veces, vimos los vídeos del Pollito Pío Pío hasta dormirnos, te mudé y te hice dormir en mis brazos, lo cual es la mejor experiencia de amor y ternura. Un día me puse a bailar delante de ti y comenzaste a imitarme, aprendiste a bailar. Cada vez que tuve que volver a Santiago a estudiar me dolía el estómago pensando en todo el tiempo que pasaría sin vernos. Tantos episodios que si pudiera escribirlos y mencionarlos, probablemente no terminaría. Son muchas las enseñanzas y conocimientos que quiero transmitirte, pero más me importa que aprendas de ternura, de compasión, que nazca de ti el deseo de tomar un niño o niña en brazos para mecerlo y quererlo como yo he hecho contigo.
  • Estoy momentáneamente molesto con tu mamá. Te compré una camisa preciosa, bella con motivos marineros. Te quedaba grande, es verdad, pero había que esperar a que crecieras para ponértela. Ella decidió cambiarla por una polera manga larga horrorosa. ¡Cómo! ¡Qué insulto más grande al buen gusto, al estilo, a estar in! (Así soy yo… exagero mis posturas muy a menudo).
  • También soy muy celoso, no lo demuestro, pero no soy envidioso. Ojo. No confundir.
  • No soporto la envidia, me alejo de la gente envidiosa porque pueden ser muy dañinas. Ojalá sigas este consejo.
  • Nunca sientas que nadie te quiere. Yo te amo con el alma. Cuando te sientas triste, recurre a esta carta del pasado y siente los abrazos y besos de tu padrino desde donde sea que esté. 
  • Las puertas de mi casa siempre estarán abiertas para recibirte.
  • No dejes nunca de quererme, de visitarme o recordarme.
  • Nos quedan millones de cosas por vivir, tus primeras veces que ya han comenzado.
  • Te amo con virtudes y defectos, más allá de la sangre, los apellidos y del tiempo.

sábado, 18 de abril de 2015

Copiapó, pala a pala

Han pasado varias semanas desde la catástrofe natural más destructiva del último tiempo en la Región de Atacama, un feroz espectáculo al que asistimos con el alma partida, los ojos aguados y una mente desconcertada de la fuerza de la naturaleza y su ceguera a la hora de golpear sin mayores distinciones a aquellos que desestimando sus dimensiones, la desafiaron y habitaron lugares no habitados. 

Meses atrás, publiqué en este blog acerca de la incapacidad de las autoridades, en general, de aprender las lecciones que las experiencias nos dejan. Sin duda, hay un nivel de reflexión exiguo ante las tragedias, ante las experiencias de la vida misma y no sabría decir si es porque vivimos sin dejarnos sentir que vivimos, porque andamos, dormimos y despertamos de prisa, porque no nos da la cabeza o porque siempre esperamos que nos den la orden desde arriba ya que somos tan flojos que si no hay poder ni renta de por medio, simplemente no lo hacemos. 

Luego del voraz incendio de Valparaíso, de los terremotos del 27F y de Iquique, de los incendios forestales de cada verano, ¿alguna jefatura del área prevención de riesgos, de planificación, control de gestión pensó en "¿qué es lo que debemos proponer/hacer para evitar que estos sucesos logren probabilidad 1 en mi jurisdicción?" A los profesionales de la administración pública nos fascina elaborar cuadros y matrices, evaluar riesgos, redactar programaciones y planes anuales de auditoría para revisar calidad de los controles, también somos dados a la planificación de corto, mediano y largo plazo. No entiendo entonces dónde queda tanto entusiasmo por hacer una gestión pública preventiva decente. Sin voluntad política, entonces no hay conjugación entre proactividad y jerarquía que valga... los principios de la ley de bases: en la punta del cerro.

Sin duda, que cientos de voluntarios y autoridades públicas de la región hasta el día de hoy vuelcan sus energías en la recuperación de la normalidad en las comunas afectadas, y a veces sin mayores descansos puesto que sabemos que cada pala de barro fuera cuenta y mucho. Las acciones de mitigación y reparación no se han detenido desde el día 25 de marzo, el trabajo de despeje de los caminos, la distribución de las vacunas, la distribución de ayuda humanitaria no ha cesado como tampoco cesan las críticas a las gestiones de la autoridad por parte de buena parte de la ciudadanía. Las redes sociales se han convertido en una especie de eco o amplificador del enojo y la angustia. La desesperación de aquellos que fueron afectados directamente por el aluvión nos duele a todos y en la medida de nuestras posibilidades hemos aportado para que lo antes posible se restablezcan las condiciones mínimas de salubridad y habitabilidad.

Las autoridades se han llevado el grueso de las críticas por no actuar ni proceder como cada persona cree que es correcto. Los afectados pueden pensar que detrás de cada acción que no le parece adecuada hay amplias cuotas de maldad, negligencia, flojera o desinterés, pero olvidan o desconocen que la administración pública se caracteriza por ser centralizada, jerárquica y le guste a quien le guste, burocrática (harina de otro costal). Por dicha razón, la ayuda de fuentes privadas llega con mayor velocidad a las población afectada, mientras que la ayuda del Gobierno en bonos y dinero debe someterse a un proceso diferente pero necesario para liberar los fondos (firmas, visados y más firmas). Además, es importante considerar el número de funcionarios que posee la administración pública en cada comuna como a nivel regional. Se entiende que al ser una región de pocos habitantes comparativamente hablando, los equipos de trabajo no son tan amplios como lo son en regiones y comunas donde la población supera el millón de habitantes y, por lo tanto, para ser suficientes a la hora de manejar una catástrofe semejante. He ahí la importancia de decretar medidas administrativas y constitucionales como el Estado de Excepción Constitucional.

Cabe destacar la necesidad de, a la luz de los antecedentes, coordinar los esfuerzos de los organismos públicos locales, centrales, voluntariados y sector privado de forma que el trabajo se pueda hacer expedito y sin mayores complicaciones puesto que restablecer la normalidad en la región es una necesidad que de ser cubierta nos beneficiará a todos y todas. El exhorto a estas alturas es generalizado y por el que se pide a las autoridades a compeler a una coordinación efectiva en todo ámbito con todo actor de la vida regional, mayor claridad en los comunicados que emiten a la población así como privilegiar la seriedad de las fuentes por las que son difundidos ya que es un punto crítico a la hora de manejar las expectativas y frustraciones de la ciudadanía.

Los ciudadanos también tenemos que hacer un esfuerzo en la recuperación de nuestra región y comuna, saber ponernos en los zapatos de cada vecino, dirigente o autoridad antes de emitir juicios que no están correctamente respaldados, construir confianza toma años, destruirla toma una frase. Paciencia y más paciencia es la madre de todas las ciencias. 

miércoles, 18 de febrero de 2015

Mi experiencia religiosa

Esta nueva historia tiene un sabor parecido a canciones ochenteras de Madonna... podrían ser La Isla Bonita, Like a Virgin o Like a Prayer. El factor de santidad está totalmente explícito en mi última pasión. 

Como buen copiapino y católico fui a la procesión y misa de Nuestra Señora de la Candelaria, festividad religiosa que en su versión de Fiesta Grande (todos los inicios de febrero) convoca a una importante cantidad de bailes religiosos que realizan el pago de sus mandas a través de danzas y alegorías a la Virgen María en las calles de Copiapó. Estas festividades religiosas se replican en diversas comunidades del país. Apurado y nervioso, fiel a mi estilo caminé a la procesión que comenzaba a las cinco de la tarde para ver el espectáculo de fe. Cerca de las cinco y veinte minutos aún no podía llegar al lugar, sin embargo, cuando llegué no me fijé en la hora, aún no llegaba el primero de los bailes.

El sol implacable siempre y con él, el calor que sin viento sería mortal. Vi los bailes de punta a cabo, no me perdí ninguno y en mi cabeza acostumbrada a algún cálculo o estrofa difícil de memorizar empecé a clasificar los bailes entre indios, diabladas, tinkus, chinos, etc. Fue una jornada larga porque al ser el primer día de procesión, se presentan ante Virgen Candelaria todos los grupos que vinieron a pagar mandas, de diversos lugares de Chile, además era domingo por cuanto los asistentes de los bailes aumentaron. Cerca de las nueve de la noche pasó el último baile chino, el más antiguo que es el que acompaña a la imagen grande de la Virgen, además tiene la función de trasladar a la imagen desde el templo a cada lugar así como la misión de despedirla y cerrar la fiesta.

Yo no me fijé bien en ese momento, caminé detrás de ella entre rezos, flautas y tambores pidiéndole que en su infinita bondad me diera las cosas que más deseo, aceptara mis gracias y perdonara mis errores. De esa forma llegamos al Santuario en cuyo patio se desarrolló la misa que escuché silencioso e inquieto. Equilibrando mi respeto a Dios con mi natural curiosidad mirona, no podía despegar mis ojos de un integrante del baile chino mientras repetía con obediencia los rezos y el amén. Era tan incómoda mi situación que sentía que mis subsistemas actitudinales peleaban entre sí porque estaba en una festividad religiosa en contacto pleno con la fe, pero mi instinto de cazador, mis fauces también hacían lo suyo. Dios todo lo sabe y sabrá comprenderme.

Aprendí tanto de la Fiesta, sus rituales, sus alegorías y muestras de fe a nuestra Madre. Al finalizar, el sacerdote solicitó que entraran a ambas vírgenes (la imagen histórica y la réplica de mayor tamaño) y allí comprendí que el baile chino más antiguo se arroga el derecho/deber de acompañar a las imágenes a cada lugar que sean trasladadas. Nunca pude conocer su nombre, ni mucho más por lo que no sé cómo llamarlo exactamente, "Chino" estaría bien para mí. En la misa, lo buscaba y de pronto ya no estaba, y aparecía a veces muy cerca de mí. Hasta entonces, era sólo algo efímero.

Segundo día de procesión y final de la Fiesta Grande, a las cinco de la tarde estuve con puntualidad y con la certeza de que al ser menos bailes sería menos el tiempo de procesión y por lo tanto, de volverlo a ver pasar bailando a la Virgen Grande. Me da una pena negra saber que me acerco al final de la historia. Cerca de las siete de la tarde ya estábamos en camino a la Iglesia junto a la Virgen Grande, mis ojos no querían perderlo de vista y lo buscaban. En la misa nos ubicamos un poco más alejados que el día anterior, memoricé con vano afán sus facciones y movimientos, en su dedo anular había un anillo, pero no vi a esposa ni a hijos, sólo a una madre y a una hermana a quienes una vez finalizadas la procesión se les acercó para darles un beso y abrazo. Mi corazón se estremeció y mis ojos se humedecieron... lo quiero para mí... era todo lo que podía articular en mis neuronas. Un hombre bueno, humilde y de fe, buen hermano y buen hijo que iba y venía pero yo no me daba cuenta, en cosa de pestañear aparecía y desaparecía. No era mi intención y ni es tampoco sacar provecho de la fe, no me iba a acercar para darle la paz ni nada por el estilo, yo iba allí por mi compromiso con la Virgen, si algo tuviera que pasar, que pase de la manera más natural. La estrategia es harina de otro costal.

Después de terminada la misa los bailes empezaron a despedirse y yo me quedé mirando eso en el patio y no vi a "Chino" en horas, pensé que se había ido... era lo más obvio porque quizás su baile se despediría dentro de la Iglesia, con la Virgen Grande. Se hizo de madrugada y el último baile en despedirse se retiró, se acabó -pensé- hasta que volví a verlo, agradecido profundamente de que esa breve historia no se hubiera acabado aún. Entraron a la imagen y yo los acompañé, tuvieron que esperar varios minutos para que el baile que se despedía saliera por completo de la Iglesia. Como eran las tres de la mañana y andaba con pantalón corto y polera preferí esperar adentro. Entraron, el sonido de la flauta y el tambor eran los más dulces en mis oídos, los movimientos de "Chino" eran una verdadera obra de devoción y fe. Mis papás comenzaron a llamarme por celular para que me devolviera a la casa porque andaba solo y sin plata para el colectivo, solicitud que me encolerizó... ¿hasta cuándo me cuidan tanto?, tengo veinticuatro años... yo tenía sueño y estaba cansado, con el llamado de mis papás realmente empecé a tener miedo porque imaginé una y mil cosas que pudieran pasarme a través del camino a casa. Debía irme porque además el canto de despedida y el ritual mismo comenzó a tornarse tan íntimo que preferí marcharme para no romper el clima que generaron entre cánticos, tambores y flautas.

Di tantas gracias a Dios de que aún pudiera sentir, hasta ese momento tenía el corazón hecho una roca, no me conmovía ni emocionaba con casi nada. Fueron horas de hermosa conexión con los latidos de mi corazón, aunque Chino nunca me dio mayor atención, me hacía feliz, yo divagaba en una historia de amor, de sueños como cuando tenía quince años. El futuro estaba en frente de mis ojos, aluciné porque sentía que sólamente yo había recibido esa bendición de estremecerme ante tamaña belleza y acto de devoción y fe.

No he vuelto a encontrar el par de ojos negros, cada vez que salgo a la calle miro atento para encontrarlo, para preguntarle si él es el "Chino" y hablar de Dios, de la Virgen y la fe... ¿cómo te llamas? ¿cuántos años tienes?, Dios proveerá conversación. Estoy todavía conmocionado y sorprendido de los milagros de la Virgen y su amor de madre. Esta fue mi experiencia religiosa.