Querido, estimado y muy sentido amigo. Amigo en el sentido coloquial de la palabra, no
realmente amigo… no sé cómo poder llamarte sin necesariamente volver a repetir
tu nombre, me imagino que entiendes y aceptarás otra excentricidad más de mi
parte. Sabes bien lo mucho que me avergüenza exponerme a este nivel.
Como no encontré motivo suficientemente
grande para llamar o enviar algún mensaje vía tecnología de celular, me
envalentono para escribir una entrada más de nuestra no historia porque te echo
de menos a menudo. ¿Cómo amaneciste hoy o el once de junio?, ¿qué músculo te
dolió más en el entrenamiento?, ¿cuántas botellas de cervezas bebiste en el
último asado?, ¿creciste un poco o sólo has perdido peso?, ¿cómo está tu
familia? y ¿sigues juntándote con las mismas malas influencias de siempre?
Hace poco me afeité la barba, es
que quería engañar a la gente y parecer más delgado que de costumbre como lo
hace Gabriel Boric o al menos intentarlo. De todas maneras he contado a diez
personas que me han dicho que he perdido peso y creo que debe ser el té mágico
que encontré en una tienda china sumado al pan integral y los ejercicios que me
recomendó mi hermano. No sé qué más decirte, es que me siento bien, tengo paz y
creo que de seguir sin viéndonos ya no te extrañaré en lo absoluto, lo que me
deja más tranquilo al fin y al cabo, quizás te pueda olvidar sin darme cuenta.
Está haciendo mucho frío y sabe
que sigo esperando el día que me quieras, con fe y estoico. Creo que al menos
en eso no erro porque la fe mueve montañas y ellas se moverán. Pues bien,
termino esta misiva y espero que más temprano que tarde, le guste a quien le
guste, podamos aunar los ánimos y compartir las mañanas, el té, el mate, el
café y el pan, comentar juntos las noticias de Copiapó, de su equipo de fútbol
y su mal alcalde, que me retes si me ves prendiendo un cigarro y me invites a
comer y sí... que hablemos de la tabla de posiciones, de cervezas, los lugares de Santiago y de la película que podríamos ver en el cine o en la cama. Bendiciones.
P.D.: sé que también me quieres porque nadie te ha querido a través de un blog nunca. Con eso me gané un ventrículo para siempre.
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