Versos

"Yo no protesto pormigo porque soy muy poca cosa, reclamo porque a la fosa van las penas del mendigo. A Dios pongo por testigo de que no me deje mentir, no hace falta salir un metro fuera de la casa para ver lo que aquí nos pasa y el dolor que es el vivir." (Violeta Parra en Décimas, autobiografía en versos)

martes, 10 de agosto de 2021

Borrar el lago

Mañana es mi cumpleaños. Hoy, ayer y todos los otros días de este año que queda atrás han sido difíciles, en donde he perdido mucho y la vida me ha puesto a navegar en un lago sin entradas ni salidas, en un stock como diría un economista, en un estanque de aguas que pintan entre los colores verdes y café, diría yo, un humanista. No sé si pueda salir de él, si quiero salir de él. En cambio, sé que necesito un borrador que quite los colores verde y café de mi lago, quiero navegar sobre la transparencia del agua, sobre el diáfano reflejo de los rayos del sol, de la intensidad de la luna llena.

En todos los días de mi año número treinta he buscado un borrador que me ayude a limpiar el lago, un filtro que elimine las manchas que este largo invierno ha ido aposando en el lecho acuático. Pero las gomas no borran aguas, sólo montañas, desiertos, vientos y bosques. No borran verdes ni cafés, pero sí cuanto otro color haya: azules, rojos, morados, naranjos, violetas, grises, amarillos.

Temo que comience a roerse mi barco y se filtre en él un pantano en el que resignado deba hundirme. Y acompañado de cada temor, hay una esperanza burlesca como el sonido repentino que, quebrando el silencio de la soledad, irrumpe y lleva a pensar que se acerca alguien con la goma de borrar. Ilusiones, sueños con los que es más sano no vivir. La realidad se observa mejor en silencio, sorda, fotografiada y cada esperanza es una mancha que distorsiona el juicio objetivo, un ruido que despista, una turbulencia en el medio de este lago, alejado por igual de todas las orillas que ofrece la tierra firme.

sábado, 7 de agosto de 2021

Prohibiciones

Hay amores que uno no debe permitirse. Ese pensamiento llegó demasiado tarde a mi cerebro, pero vino. Lo hizo cuando miraba las perfectas facciones de Tiago Correa en una teleserie del año 2017; su quijada, su mentón y el tatauje natural que dibuja su cicatriz se suavizan con su voz dulce, semiengolada y qué decir del ajuste que los pantalones de tela exhiben cuando se ciñen a sus piernas y glúteos. Parecía que su pareja en la producción también se estaba enamorando como yo de él, esta vez y aquella en que dio vida a Vicente Smith, uno de los primeros funcionarios policiales de Chile. 

Pero bueno, Tiago es un amor muy platónico, muy straight y amarlo es algo que me permito sin culpas, y hasta con cierto orgullo. También pienso que hay amores que uno no debe permitirse, como aquellos que se dan en el trabajo. Muy bien me dijo un amigo hace días por el grupo de Whatsapp: donde se come, no se caga, aunque pronto le hicieron ver que si fuera por eso, no estaría ni casado ni sería papá. Pero es verdad, enamorarse en el trabajo es un riesgo, un descontrol que se paga caro y a veces hasta con el cargo (he sabido de ciertas renuncias) cuando además de una relación de salivas hay una de subordinación. Cuando hay amor mutuo puede ser divino hasta que se termina la relación o hay peleas. Si no es mutuo, entonces, el que se enamora pierde. Pierde al morirse de celos, pierde al tener que ser amigo, pierde al tener que saludar y pierde su cuello cuando le llega a doler la tensión que se produce cuando el colega se sienta al lado y no queremos ni mirarlo, ni oirlo, ni quererlo. Ese es un amor que no debemos permitirnos y como todo rebelde, desafío mis propias reglas, porque claro, también he estado allí.

El amor entre el grupo de amigos debería evitarse a toda costa. Incluso, deberíamos hacer un pacto de sangre entre los amigos para buscarnos parejas que estén fuera del círculo. Es que cuando hay amor, todo va bien, salvo que los enamorados tienden a perderse del grupo, no se aparecen si es que no se pelearon porque ahí sí se acuerdan de los amigos, cuando hay que apoyarles para pasar las penas. Pero eso no es lo terrible; lo terrible es cuando terminan y luego encuentran nuevas parejas. El grupo tiende a separarse, a tomar partes y convertir lo que era una linda amistad en una competencia de virtudes y defectos, víctimas y victimarios, aciertos y culpas.

No hay que enamorarse de una visita, siempre preferir el producto local, a no ser que quieras irte pronto de tu insoportable tierra natal. Amar una visita puede ser intenso en la etapa del conocimiento, pero un lastre cuando la distancia nos recuerda el sabio dicho: ojos que no ven, corazón que no siente. A veces los caminos del amor son insondables, pero para qué tentar la suerte: si no tienes certeza de la residencia del muchacho, acláralo pronto o sal de ahí antes de que uno de los dos empiece a recriminar al otro de haberlo arrastrado a este lugar que nunca me ha gustado, lo dejé todo por ti y así me pagas. 

Si eres apasionado y testarudo, no te enamores de tus adversarios políticos, de aquel cuya familia entera es del equipo de fútbol archirrival, del de la competencia de tu negocio o donde opere cualquier otra rivalidad irreconciliable. Es que cuando uno es apasionado ama sus convicciones y que se las hieran o cuestionen puede devenir en discusiones eternas y la triste frase: o ellos o yo. Y aquí nadie quiere elegir entre dos amores, ni terminar como Julieta y Romeo.

Esa es mi breve lista y podría titularla: amores prohibidos, cuando el amor no todo lo puede. Pero no es mi estilo, suena horoscopero. Me acabo de acordar de Amor Prohibido de Selena Quintanilla, no sé antes, no sé en Texas, pero el amor entre ricos y pobres no está prohibido, lo promuevo y recomiendo, así como apruebo el fin a todo tipo de segregación social, morenos y rubios, flaites y cuicos, terratenientes y pobladores pueden desatar sus pasiones carnales mientras no rompan las cuatro prohibiciones recién prescritas.

Opinión: La perra por Pilar Quintana

La perra (2017) es la cuarta novela de la escritora colombiana Pilar Quintana, por la que ganó el IV Premio Biblioteca de Narrativa Colombiana. En esta novela se relata la relación que sostiene Damaris y Chirli, ama y mascota, respectivamente, y en paralelo las experiencias vitales que hicieron de Damaris la adulta en que se convirtió.

A raíz de una matanza de perros en la playa de su localidad, Damaris, sorprendida y conmocionada por la maldad humana, decide adoptar a una de las cachorras sobrevivientes. Damaris es una mujer adulta que trabaja en la casa de los Reyes, una familia acomodada que por circunstancias que deben leerse en el texto, deja la propiedad en manos de cuidanderos, despreocupándose de su mantención y cuidado. Damaris y su esposo Rogelio, viven de lo que sus manos pueden conseguir; la pesca y la mantención de la casa Reyes. Sin mayores ingresos ni comodidades, la pareja vive con otros tres perros y sufre por no poder concebir hijos, especialmente Damaris, para quien la maternidad es un anhelo frustrado.

A medida que Chirli crece, comienza a seguir sus instintos animales, lo que choca contra la mal formada impresión de Damaris acerca de los perros, tendiendo a humanizarla y sobreprotegerla. Tales contradicciones comenzarán a roer la relación entre ambas hasta un punto de no retorno cuando Damaris se dé cuenta de que su perra es capaz de hacer algo que ella nunca podrá.

Esta historia permitirá al lector elucubrar sobre la fuerza del instinto animal y lo urgente que es para los seres humanos aprender a comprender a las mascotas, quienes por más amor que despierten, siempre serán animales y responderán al llamado de la naturaleza. Ello no quiere decir que no haya que educar, esterilizar y respetarles; es que a veces se juzga a los perros o gatos, se les aplica un concepto de justicia que ni siquiera es efectivo en los seres humanos y, en consecuencia, se les aplican castigos asignándoles intencionalidades humanas, “Este perro me rompió las plantas porque quiere hacerme daño”¸ “Tu gato cazó un pájaro que cantaba hermoso y lo dejó botado de mera maldad”, “La coneja se comió a sus crías porque es una mala madre”. Estos prejuicios me suenan, los he tenido también, a veces mi paciencia tampoco es suficiente y se me nubla la razón, pero nunca es tarde para aprender a criar.

La gran moraleja de este texto es que nadie está lo suficientemente preparado, la vida siempre golpea y la falta de terapia es notoria. Los dolores, los fracasos y las frustraciones al no abordarse roen pensamientos, acciones y relaciones en el amplio sentido del término: relaciones consigo mismo, con la familia, amigos, colegas y un largo etcétera que contempla a las mascotas. Este libro permite cuestionar la capacidad económica e inteligencia emocional que demanda adoptar una mascota, ¿es todo el mundo apto?

Otro tema relevante es cómo los seres humanos extendemos los defectos de la especie a otras, como el racismo y la segregación social, ya que aquellos animales que tienen un linaje mestizo están generalmente más expuestos al abandono, a la adopción irresponsable, a matanzas masivas, infecciones y soledad. No así, aquellos animales de raza que son altamente cotizados en tiendas que promueven la explotación sexual de las hembras.

El texto traslada fácilmente al lector al ambiente playero, un pueblo alejado de la urbanización, la humedad caribeña y sus generosas lluvias. También y con la misma capacidad, puede la autora imbuirnos de la psicología de su protagonista, pasear por sus estados de ánimo, acompañarla en su soledad, en lo simple y lo complejo. Una técnica que es recurrente en su escritura es la de relatar de lo general a lo particular, como una toma desde un lente amplio que de a poco hace zoom. Recomiendo este libro como compañero de cuatro mascotas (y a veces he tenido más), levanta un mensaje potente, una llamada urgente a descentralizar la salud mental, a educarse respecto a las mascotas y abandonar las lógicas humanas y antro centristas en su crianza. Sin lo anterior, sufren los animales, pero apenas es posible darse cuenta ya que ellos no hablan ni votan.

domingo, 1 de agosto de 2021

Opinión: El lector por Bernhard Schlink

El lector (1995) es una novela escrita por el jurista alemán Bernhard Schlink donde se narra la relación de Michael y Hannah en la Alemania de la post Segunda Guerra Mundial. Michael es el protagonista y narrador de la historia, al comienzo de ésta tiene quince años de edad y luego de sufrir de vómitos en la vía pública, conoce a Hannah, una mujer adulta, quien le brinda apoyo en la ocasión sin pensar que tal acto de buena voluntad sería el comienzo de una relación sentimental impropia mirada desde un punto desde la moralidad y legalidad occidental en los últimos años. 

El intenso amorío que ambos viven tiene una peculiar característica: él le lee libros a Hannah, lo que enriquece la relación y los une más allá de lo cotidiano. De todas formas, prefieren mantener su relación en secreto; ella por causas que deberán descubrir en la lectura de este título si optan por él y Michael, para evitar que la opinión de la sociedad sobre la diferencia de edad les termine separando.

Hasta allí, la obra no parece más que el primer amor de un joven alemán, no obstante, a partir de la segunda parte, adquirirá un matiz histórico que resulta crítico para la relación de Michael y Hannah la que se verá interrumpida por los juicios a los responsables de las atrocidades perpetradas por el nacionalsocialismo contra la población judía, que fue duramente perseguida y asesinada en los campos de concentración nazis. ¿Quién es realmente Hannah? es la pregunta cuya respuesta convierte a Michael en un adulto.

Esta novela es exitosa en interpretar a Michael en su adolescencia y adultez, demarcando tonos y características distintas conforme el personaje va creciendo y desarrollándose. Sin embargo, logra mantener y capturar su esencia, al punto que su perfil psicológico pesa tanto más que la caracterización física. La idea del personaje es mucho más fuerte que su imagen. Confieso que, sin advertirlo, olvidé el nombre del protagonista, porque la historia se narra en primera persona y Michael se refiere a sí mismo indirectamente o con los apelativos que los demás tienen de él, pero esto no incide en la comprensión de la historia ya que su matriz está en los sentimientos, lo abstracto, el pensamiento, la conciencia y no en elementos superficiales. En esta historia está presente lo profundo, los paradigmas desde los que el protagonista toma decisiones o se juzga cuando descubre quién realmente es Hannah, y se ve contrariado por la culpa, el amor y la decepción.

Como es costumbre, es preciso hacer un análisis cultural de cierto aspecto que contiene esta novela juzgados desde occidente y en los 2020: las relaciones de pedofilia. Esta obra si bien tiene un contexto de posguerra europea, fue publicada el año 1995 y en ella no existe una mirada crítica ni condenatoria a la relación que sostuvieron Hannah y Michael, de hecho, puede leerse que para Michael, dicha relación podría haber sido un elemento del cual vanagloriarse en su círculo de pares. Para el autor no parecieron ser condenables, desde el punto de vista literario, las escenas explicitas de sexo entre un adolescente de quince años y una mujer que lo doblaba en edad. Si bien, el hecho se narra en pasado y se le entiende en el contexto cultural alemán posguerra, se puede leer que para el año 1995, para un adolescente era un logro en su vida sostener relaciones sexuales con una mujer mayor, una aventura, una travesura, de todo, menos un delito o una grave vulneración de derechos a los niños o adolescentes, de tal manera que su impronta narrativa no tiene una connotación negativa.

En El lector hay pasión, hormonas y sentimientos propios de la juventud y también hay soberbia, mesura y arrepentimientos propios de la vida adulta. También contiene un tinte sociológico pues a la luz de los cambios de conciencia de Michael, se deja ver el choque que hubo en la Alemania posguerra entre la generación de jóvenes que se avergonzaban de los crímenes cometidos por el nazismo y la generación de sus padres, a quienes acusaban de cómplices por guardar silencio, por no defender a las víctimas y desentenderse de la obligación moral de rebelarse ante el poder de Hitler. Pero, ¿qué tan fácil era juzgar desde la comodidad del ahora y desde la libertad, sin vicios de consentimiento ni fuerzas de por medio?

Como sostiene Felipe H. en su canal de Youtube “Diéresis o Crema”, esta es una novela para un público con conocimiento básico de Historia Universal y yo diría que también en algo de Literatura (aunque yo sin ser experto en la materia me ubiqué bien con los títulos que El lector le presentó a Hannah).

Recomiendo esta obra, es un realce de los matices, un espacio entre el blanco y el negro, se concentra en pocos personajes, los explota en su justa medida, no tiene excesos ni sobre-pretensiones jurídicas, históricas ni literarias, con humildad logra entregar al público el peso de lo relativo y los dilemas éticos a los que el ser humano se enfrenta en la vida. Cabe decir que, aun cuando leí una traducción al español, logré incluso, percibir el acento alemán en cada oración e idea y eso de cierta manera evidencia la magia de la literatura y la gracia de leer.