Versos

"Yo no protesto pormigo porque soy muy poca cosa, reclamo porque a la fosa van las penas del mendigo. A Dios pongo por testigo de que no me deje mentir, no hace falta salir un metro fuera de la casa para ver lo que aquí nos pasa y el dolor que es el vivir." (Violeta Parra en Décimas, autobiografía en versos)

sábado, 18 de abril de 2015

Copiapó, pala a pala

Han pasado varias semanas desde la catástrofe natural más destructiva del último tiempo en la Región de Atacama, un feroz espectáculo al que asistimos con el alma partida, los ojos aguados y una mente desconcertada de la fuerza de la naturaleza y su ceguera a la hora de golpear sin mayores distinciones a aquellos que desestimando sus dimensiones, la desafiaron y habitaron lugares no habitados. 

Meses atrás, publiqué en este blog acerca de la incapacidad de las autoridades, en general, de aprender las lecciones que las experiencias nos dejan. Sin duda, hay un nivel de reflexión exiguo ante las tragedias, ante las experiencias de la vida misma y no sabría decir si es porque vivimos sin dejarnos sentir que vivimos, porque andamos, dormimos y despertamos de prisa, porque no nos da la cabeza o porque siempre esperamos que nos den la orden desde arriba ya que somos tan flojos que si no hay poder ni renta de por medio, simplemente no lo hacemos. 

Luego del voraz incendio de Valparaíso, de los terremotos del 27F y de Iquique, de los incendios forestales de cada verano, ¿alguna jefatura del área prevención de riesgos, de planificación, control de gestión pensó en "¿qué es lo que debemos proponer/hacer para evitar que estos sucesos logren probabilidad 1 en mi jurisdicción?" A los profesionales de la administración pública nos fascina elaborar cuadros y matrices, evaluar riesgos, redactar programaciones y planes anuales de auditoría para revisar calidad de los controles, también somos dados a la planificación de corto, mediano y largo plazo. No entiendo entonces dónde queda tanto entusiasmo por hacer una gestión pública preventiva decente. Sin voluntad política, entonces no hay conjugación entre proactividad y jerarquía que valga... los principios de la ley de bases: en la punta del cerro.

Sin duda, que cientos de voluntarios y autoridades públicas de la región hasta el día de hoy vuelcan sus energías en la recuperación de la normalidad en las comunas afectadas, y a veces sin mayores descansos puesto que sabemos que cada pala de barro fuera cuenta y mucho. Las acciones de mitigación y reparación no se han detenido desde el día 25 de marzo, el trabajo de despeje de los caminos, la distribución de las vacunas, la distribución de ayuda humanitaria no ha cesado como tampoco cesan las críticas a las gestiones de la autoridad por parte de buena parte de la ciudadanía. Las redes sociales se han convertido en una especie de eco o amplificador del enojo y la angustia. La desesperación de aquellos que fueron afectados directamente por el aluvión nos duele a todos y en la medida de nuestras posibilidades hemos aportado para que lo antes posible se restablezcan las condiciones mínimas de salubridad y habitabilidad.

Las autoridades se han llevado el grueso de las críticas por no actuar ni proceder como cada persona cree que es correcto. Los afectados pueden pensar que detrás de cada acción que no le parece adecuada hay amplias cuotas de maldad, negligencia, flojera o desinterés, pero olvidan o desconocen que la administración pública se caracteriza por ser centralizada, jerárquica y le guste a quien le guste, burocrática (harina de otro costal). Por dicha razón, la ayuda de fuentes privadas llega con mayor velocidad a las población afectada, mientras que la ayuda del Gobierno en bonos y dinero debe someterse a un proceso diferente pero necesario para liberar los fondos (firmas, visados y más firmas). Además, es importante considerar el número de funcionarios que posee la administración pública en cada comuna como a nivel regional. Se entiende que al ser una región de pocos habitantes comparativamente hablando, los equipos de trabajo no son tan amplios como lo son en regiones y comunas donde la población supera el millón de habitantes y, por lo tanto, para ser suficientes a la hora de manejar una catástrofe semejante. He ahí la importancia de decretar medidas administrativas y constitucionales como el Estado de Excepción Constitucional.

Cabe destacar la necesidad de, a la luz de los antecedentes, coordinar los esfuerzos de los organismos públicos locales, centrales, voluntariados y sector privado de forma que el trabajo se pueda hacer expedito y sin mayores complicaciones puesto que restablecer la normalidad en la región es una necesidad que de ser cubierta nos beneficiará a todos y todas. El exhorto a estas alturas es generalizado y por el que se pide a las autoridades a compeler a una coordinación efectiva en todo ámbito con todo actor de la vida regional, mayor claridad en los comunicados que emiten a la población así como privilegiar la seriedad de las fuentes por las que son difundidos ya que es un punto crítico a la hora de manejar las expectativas y frustraciones de la ciudadanía.

Los ciudadanos también tenemos que hacer un esfuerzo en la recuperación de nuestra región y comuna, saber ponernos en los zapatos de cada vecino, dirigente o autoridad antes de emitir juicios que no están correctamente respaldados, construir confianza toma años, destruirla toma una frase. Paciencia y más paciencia es la madre de todas las ciencias.