Versos

"Yo no protesto pormigo porque soy muy poca cosa, reclamo porque a la fosa van las penas del mendigo. A Dios pongo por testigo de que no me deje mentir, no hace falta salir un metro fuera de la casa para ver lo que aquí nos pasa y el dolor que es el vivir." (Violeta Parra en Décimas, autobiografía en versos)

sábado, 26 de diciembre de 2015

Navidad 2015, ¡Gracias Viejito Pascuero!

Qué bueno que dentro de todo lo que significa finalizar el año calendario, exista un espacio mínimo de reflexión y detención. Por hoy, quiero detenerme en la felicidad que siento, en la dicha que produce esta bendición de amar. 

Hace pocas horas fue Navidad y tuve la oportunidad de pasar esta celebración junto a Leandro, junto a su humor, su risa y simpatía. Hace más de un mes que no tenía opción de verlo, oírlo ni abrazarlo. Ocupé mi día comprando regalos y lavando ropa luego de viajar la noche entera desde Santiago. Llegué a su casa, nos vimos y lo tomé en mis brazos para no seguir extrañándolo y él dejó caer su cabeza en mi hombro. Lloró cuando tuve que ir a armar los regalos oculto, sin presencia de niños y niñas, pero afortunadamente llegó su tío con quien jugó hasta tener hipo.

Llegó la hora de la cena y luego la de abrir los regalos. Leandro ama las ruedas y uno de sus obsequios fue una mochila de Cars con su personaje favorito: el Rayo McQueen, lo que por lejos fue lo que más le gustó y llenó su alma de felicidad, sus ojos de dicha y los míos de amor. Su mochila, obviamente tiene ruedas. Durante el día de la Navidad fuimos a la parcela en Hacienda San Pedro en donde aprovechamos de ver a los animales, conversar y jugar. Disfrutó bañándose con su abuelo Luis en la piscina, sus margaritas y dientes diseñaron el mejor regalo de esta Navidad, la felicidad de un niño que se contenta con lo simple de la vida, con patear una pelota en los brazos de su abuelo, con gritar de alegría al tirarle agua a alguien. 

Fuera de la piscina, usó su bicicleta pero no se convenció y rápidamente se puso a jugar con dos perros y a reírse de cómo se perseguían frenéticos y a veces lo alcanzaban o con un roce mínimo le hacían perder el equilibrio. Paralelamente, acarició a un conejo que comía pasto dentro de una jaula y cuando soltaron a las cabras y ovejas para que comieran, corría detrás de ellas para asustarlas, aunque falló en el objetivo. 

Pienso que hubiera sido útil tener una cámara fotográfica que inmortalizara el momento, pero no había una, y por eso escribo este relato lleno de felicidad y que reflejan la plenitud de este momento específico. Escribo para que no se me olvide nunca su sonrisa, sus ojos, su inocencia sin límites y el amor que siento aquí y ahora. Escribo esto porque es un regalo privativo (y el mejor) que Dios ha puesto sólo en mí en la Navidad 2015.

Gracias Viejito Pascuero por reencantarme con la Navidad; los mejores regalos se le hacen al alma.