Versos

"Yo no protesto pormigo porque soy muy poca cosa, reclamo porque a la fosa van las penas del mendigo. A Dios pongo por testigo de que no me deje mentir, no hace falta salir un metro fuera de la casa para ver lo que aquí nos pasa y el dolor que es el vivir." (Violeta Parra en Décimas, autobiografía en versos)

jueves, 11 de julio de 2013

Reporte

Hola. Estoy en Copiapó muy bien. Estoy con Martina que hoy no fue al jardín porque llegaba su padre del trabajo luego de una semana sin verse. Ella está viendo los dibujos animados de la televisión por cable, su padre duerme. Debió haber ido al jardín porque ahora está aburrida, ni los dibujos animados la entretienen. Francamente, creo que sufre el mal de tantos chilenos aturdidos por la soledad y que prenden el televisor para no sentirse solos y para que algo haga ruido y acompañe. También soy un hombre solo pero he aprendido a vivir en el silencio o bien acompañado de mi radio y una taza de té.

Martina me acompañó al cerro recientemente a buscar una botella que sirviera de recipiente de agua para las aves que vienen a tomar agua a casa, para los perros no encontramos bidones de cinco litros. Lamentablemente, muchos piensan que el cerro que nos ha acompañado desde que llegamos a habitar la población en los noventa es un vertedero de basuras, un libre foco de infecciones.

Martina está aburrida, pero tiene buena inventiva para sobrevivir a la soledad (quizás eso vaya dentro de nuestros genes). Ahora se puso a limpiar un bidón de 50 litros de agua que encontró en el patio y le ha inventado una historia, le ha puesto un nombre para dar sentido a su heroica gesta. Tiene cuatro años y mi hermana Sofía doce. También ella está aburrida y de vacaciones, para vencer el miedo a quedarse quieta y hacer nada tomó un tarro con cera depilatoria, la calentó en la cocina (rechazo total) e infestó el hogar con ese olor a vanidad, lo peor es que se está depilando los brazos. No entiende mi hermana ni argumento ni lamento. Ahora las dos se nivelan y dentro de un acuerdo implícito toman un balón con el que juegan imaginando estar en la playa. Mi hermana aún es una niña inocente que comienza a enamorarse, Martina es una niña pequeña que actúa como adulto a veces pues ha adquirido nuestros hábitos al vivir desde que nació sin más niños ni niñas que los del televisor o los del jardín infantil. Se le está contagiando el peligroso vicio de vivir con gente y estar sola viendo televisión, anonadada en el celular o enojándose si no le dan en el gusto, típico mal de hijo único. Aunque si tiene hermanos será mandona como diría la regla familiar: los mayores dominan o mandan a los demás por cuanto se sienten legitimados cuando se quedan a cargo de ellos, los hermanos del medio somos más negociantes puesto que hemos vivido ambas realidades, el último es el más difícil porque es por lo general el desprotegido y consentido de los padres ante lo que los hermanos mayores lo apartan.

Sigo en Copiapó y no conozco de nubes aún, sentí calor hoy, inclusive. En el día de ayer estuvo de cumpleaños mi abuelo y fui a saludarlo. Allá me encontré con mis tías y primos de los Castillo, fácilmente nos concertamos cuatro generaciones y tuve la dicha de conocer a Leandro, el hijo recién nacido de mi prima Gabriela (sí, la misma de algunas entradas anteriores). Mi tía Sylvia lleva la delantera con tres bisnietas y mi abuelo la sigue con dos pese a que él la aventaja con creces en nietos. Hice en mi mente la suma de todo el clan Castillo, más de cien si contamos como inicio la generación Castillo Díaz y de pronto pensé cuán poco valoramos a los ancestros, cómo no sopesamos el esfuerzo y valor de haber creado un clan como el actual. Mi bisabuela Aldecira con mi bisabuelo Samuel comenzaron gran gesta y luego mi abuelo y mis tíos abuelos quienes en el camino vieron fallecer a varios de sus hijos, continuaron con la construcción de una familia numerosa, con pocos recursos, aprendiendo de la costumbre, mirando y trabajando sin más motivo que llevar el pan a la casa.

De pronto me cuestiono si tengo el valor suficiente para crear una familia como esta o si me daría por vencido al primer despido o al primer llanto de mis hijos. De pronto me pregunto si algún día podré tener en mi país el derecho –no oportunidad- a tener mi clan familiar. 

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