Versos

"Yo no protesto pormigo porque soy muy poca cosa, reclamo porque a la fosa van las penas del mendigo. A Dios pongo por testigo de que no me deje mentir, no hace falta salir un metro fuera de la casa para ver lo que aquí nos pasa y el dolor que es el vivir." (Violeta Parra en Décimas, autobiografía en versos)

domingo, 31 de octubre de 2021

Opinión: La soberbia juventud (2013) por Pablo Simonetti

La soberbia juventud (2013) es una novela de ficción cuyo protagonista es un carismático arquitecto de treinta años, miembro de una familia conservadora, derechista, oligárquica, perteneciente al Opus Dei de Santiago de Chile. Su nombre es Felipe Selden y se caracteriza -fuera de su belleza física y magnetismo- por ser altamente influenciable y errante en sus sentimientos. La homosexualidad de Felipe Selden versus el natural afecto y respeto que guarda hacia su familia, genera en él un conflicto doloroso y paralizante puesto que comenzará a ser objeto de las manipulaciones de su madre para que lleve su vida íntima y privada tan oculta como el más vergonzante de sus secretos.  

Esta tensión se agudizará en la medida que Felipe Selden entable amistad con el escritor Tomás Vergara y sus amigos Camilo, Elvira y Santiago, dueños de una vida liberal, sin las aprehensiones que por años la Iglesia Católica estableció en la moral de Felipe como abyectas y pecaminosas. Estas nuevas amistades le permiten a Selden conocerse mejor, encontrarse con distintas versiones de sí mismo y a la vez conflictuarlo, enfrentarlo con su madre, un personaje casi siniestro con un perfil thatcheriano y codicioso. Una vez, sin embargo, superado el trauma que supone el quiebre de lo establecido normal en su conciencia, Felipe establecerá una relación afectiva con Camilo, cuyo desarrollo será un baile arrítmico y vertiginoso entre calor y frío, pasión, abulia y amores desesperados.

La estructura de esta producción se divide en cuatro capítulos que representan la dolorosa transición de Felipe Selden desde “la soberbia juventud” hacia una adultez humilde y condescendiente. En ellas habrá distintas tramas que permitirán conocer la relación entre Felipe y Camilo; la tía Alicia Mendieta y Tomás Vergara; Elvira, Tomás y Santiago; Felipe y Santiago; y Felipe y la paternidad.

Entre los puntos a destacar de esta obra cabe mencionar la habilidad descriptiva del autor respecto de los defectos que son comunes en la clase social alta, como el miedo a los no ricos (o pobres), a los outsiders que se infiltran en los herméticos y selectivos círculos de hierro de la oligarquía, el esnobismo y vano afán de evaluar entre el buen y mal gusto, el prejuicio que se tiene de todo aquello que, dentro de la burbuja clasista y segregadora de Santiago de Chile, es desconocido.

Existe en La soberbia juventud otra partícula movilizadora: el dinero. Felipe Selden recibirá inesperadamente una suma de recursos con las que podrá vivir con holgura el resto de sus días. Por ello, que el dinero se instituirá como un elemento revelador de la personalidad, que deja coritas las reales personalidades, las prístinas intenciones de los personajes que se enfrentarán al concepto del dinero no sólo como un medio de subsistencia, sino como un movilizador social o experiencia vital en tanto su posesión pone a prueba la firmeza de la personalidad, ¿soy quien soy más allá del grosor de mis arcas?, ¿eran mis valores y creencias tan fuertes como para no claudicar ante la pérdida total o la abundancia más plena? La habilidad de Pablo Simonetti para describir los conflictos internos y desde ahí perfilar a sus personajes permiten llevar al lector a estas reflexiones y de paso exhibir técnica literaria, siendo inevitable detectar cierta influencia de José Donoso.

Esta lectura es un aporte a la normalización de las relaciones homosexuales en la literatura chilena (por tanto a la sociedad) y el desdibujamiento de estas respecto de sus versiones más ortodoxas e idealizadas, pues se validan más allá de si en ellas hay o no amor, y es que los homosexuales también somos sujetos de deseo. De ello deriva, también una reedición del perfil que se ha creado de los hombres gay puesto que no sólo los bosqueja como tales por ser miembros de una relación afectiva, sino que los aborda desde la soledad, la vida profesional, la amistad, el desamor, los defectos y tantos otros elementos como la discriminación legal en materias civiles como la filiación, derechos de las niñas, niños y adolescentes y matrimonio. Simonetti en definitiva muestra en su obra a personas, seres humanos, despojado de morbo y prejuicio.

Esta obra es rica en vocabulario y realismo. Alejada de pretensiones felices permitirá al lector navegar en (acá viene un lugar común) un mar de emociones que no hace otra cosa que mecerse desde un sentimiento a otro. Presenta referencias a hechos reales como el terremoto del 27 de febrero de 2010 en el sur de Chile y la elección del primer presidente de derecha luego de la dictadura.

En oposición a los puntos brillantes de la obra, es posible constatar o, una omisión a las clases populares, o bien, una fijación en las filas conservadoras de Santiago de Chile. Hay un desequilibrio respecto de la representatividad de la sociedad chilena en general en la obra de Pablo Simonetti y La soberbia juventud no es la excepción. Poco es lo que se sabe de otros elementos que son recurrentes en la clase alta como la impunidad, los delitos de cuello y corbata, los disfraces de apendicitis, el consumo de drogas duras, la explotación laboral y la corrupción. Efectivamente, Santiago de Chile y en general, el país entero está segregado por clase e ingreso, pero esta novela omite a las clases bajas, sus formas de hablar, de vestir, sus códigos, sus lealtades y hasta sus formas de querer y malquerer, cuya presencia en la historia habría significado un rico contraste y desafío narrativo.

Por último, en la primera parte se advierte un quiebre entre el perfil de los personajes y sus parlamentos. Al leer, por ejemplo, las conversaciones de Tomás Vergara y Camilo en un bar, es muy difícil imaginar la escena en una sala de teatro o en el cine porque hay una divergencia entre lo que se ha creado de personaje y su forma de hablar; un abogado civil difícilmente emplea palabras, frases y conectores propios de un poeta o dramaturgo clásico, incluso, hasta el más excelso de los escritores hablaría en contextos gregarios con un nivel menor a aquel que llega cuando está en el pico de su inspiración.

lunes, 18 de octubre de 2021

Opinión: El cuerpo humano por Paolo Giordano

El cuerpo humano (2012) es una novela escrita por Paolo Giordano (La soledad de los números primos) cuyo argumento dice relación con la guerra como experiencia vital de un grupo de jóvenes italianos que junto a sus superiores deben ir a Afganistán a enfrentar el avance talibán. 

El protagonismo de la novela lo comparte el teniente y médico Alessandro Egitto, el subteniente Antonio René y los soldados Ietri y Cederna, mientras que los personajes secundarios son los soldados Zampieri, Torsu, Di Salvo y el capitán Massiero. Es complejo asociar el protagonismo a un único personaje como clásicamente se estila en literatura, pero en esta trama existe una distribución de capítulos y párrafos cuya estructura y orden  no hacen posible establecer preponderancia de un personaje por sobre otro, ya que lo que se tiene por narrar no es la vida de una persona en determinadas circunstancias, sino el antes y después de la guerra como punto de inflexión en distintas personalidades y modos de entender la vida; desde un médico con problemas de autoestima hasta un soldado prostituto con miedo al compromiso, pasando por un inexperimentado conscripto y un joven que tras la agresividad esconde su inseguridad.

Entre los puntos que destacan en esta novela se encuentra la exposición del estrés postraumático que viven los equipos militares que participan en conflictos bélicos, sumado al abandono del que son víctimas una vez que están de vuelta en sus países, sin contar a aquellos que no logran volver y son “entregados” a sus familias en forma simbólica: una bandera y el título póstumo y honorífico de héroe. Es posible leer en esta novela que no hay énfasis en la preparación militar de los conscriptos en materia psicológica, pues el perfil de los protagonistas dista mucho de un mínimo equilibrio mental; ¿iría a la guerra una persona con un nivel decente de estabilidad emocional, un conocimiento suficiente de la realidad que le permita no caer en la manipulación de ser un traidor por no defender los intereses de la patria? Los personajes de esta novela son finalmente el último eslabón en la cadena de mando de las instituciones de defensa, donde los primeros elaboran audaces estrategias de inteligencia y disciplina, mientras que bañados en la quimera patriota, cientos de jóvenes con un futuro por delante, son carne de cañón, un número más sin otra identidad que la de veterano, sobreviviente o caído.

Volviendo al punto, la estrategia cortoplacista de las instituciones de defensa nacional carecen de visión sobre la salud mental de los soldados, no piensan en que los podrían necesitar nuevamente en otro conflicto y para ellos requieren de un equilibrio mental suficiente pues las situaciones límites que se viven en los campos de batalla pueden derivar en la pérdida de miles de vidas militares y civiles cuando detrás de un arma está una persona desequilibrada e incapacitada de tomar decisiones acertadas en escenarios de presión extrema. Sin ir más lejos, las personas que sufren estrés postraumático viven episodios de depresión, delirios, problemas de sueño, agresividad, entre otros.

También destaca en esta obra, el acercamiento de la literatura al combate contra el avance talibán en Afganistán. Esta novela fue publicada en 2012 y relata prácticamente una batalla entre fuerzas iguales en poder de fuego y ataque, por cuanto cabe preguntarse si hace una década habría sido posible prever que el avance de los talibanes cobraría su primer triunfo en Afganistán el año 2021 cuando finalmente se hicieron del poder institucional.

No obstante, hay sombras en esta producción a las que dar revista. El relato no es fácil de digerir porque desde un principio no es posible relacionar el título con la trama, demasiada amplitud del concepto. Sin perjuicio de ello, se está ante una traducción desde el italiano al español (de España) por lo que es difícil darle credibilidad a la narración desde los países latinoamericanos, ¿de verdad los italianos dicen palabras como tío y gilipollas? Pero el punto álgido que complica la digestión del texto y la velocidad lectora es que se narra en tiempo presente el noventa por ciento de la historia cuando en la literatura de ficción y en el género novela se suele escribir en pretérito imperfecto para conocer hechos que pasaron. Quizás la estrategia apuntaba a dar sentido de la realidad al relato, tenerlo en las manos y olvidar el transcurso del tiempo, pero es demasiado el riesgo cuando la narración tiene referencias en sucesos reales e históricos, y es que no resulta creíble leer en presente que las fuerzas se enfrentaban prácticamente en igualdad de condiciones en el campo de batalla y a la vez ver en CNN cómo los talibanes están en los palacios de gobierno haciéndose del poder.

También es criticable la excesiva masculinización del relato, aunque acepto que la guerra es un invento que jamás hubiesen creado las mujeres porque ellas son inteligentes en estrategia y en emociones. En este texto, las mujeres están disminuidas y relegadas a un papel que subyace a la vida de los hombres: no había para la cabo Zampieri una historia salvo que ser el objeto de disputa entre Ietri y Cederna, Sammartinno era la ex de Alessando Egitto, Flavia Camporesi, la viuda de Salvatore y la novia del subteniente René… en fin, cada una se definía como la “mujer” de un hombre, una extensión despojada de todo protagonismo.

La estructura de la narración es muy parecida a la de una película, el primer capítulo es el mismo que el final (o escena si se quiere). La historia se divide en tres partes, sin embargo, los capítulos de éstas tienen saltos temporales y espaciales que, si bien no confunden, dan la impresión de que Paolo Giordano no buscaba tanto escribir literatura sino el guion de una película disfrazada de novela cuyos derechos pudiera vender luego a buen precio. Paradójicamente, dentro del texto hay una escena donde los soldados se peleaban por programar la música que querían oír; la cabo Zampieri quería escuchar a Shakira para subir la moral del grupo a lo que el cabo Ietri con indignación le responden en negativa ya que ésta sólo hacía música comercial, a su juicio. ¡Jaque mate!

 

domingo, 17 de octubre de 2021

Opinión: La máquina para defraudar, los casos Penta y Soquimich por María Olivia Mönckeberg

La máquina para defraudar, los casos Penta y Soquimich (2015) escrita por la destacada profesora y periodista chilena María Olivia Mönckeberg, es una investigación periodística que relata el inicio y desarrollo de los casos judiciales de financiamiento ilegal de la política chilena anterior a los años 2015. En su texto, la autora comentará el inicio de las empresas Penta y Soquimich y de cómo sus socios se hicieron de éstas y lograron posicionarlas como ejemplo de gestión empresarial hasta que se desencadenó la investigación del Ministerio Público en su contra a raíz del registro ilegal de documentos tributarios electrónicos falsos y no fidedignos en la contabilidad tributaria y financiera. 

El negocio era redondo para todos quienes participaban en él, excepto para el Fisco cuyas arcas se vieron disminuidas producto de los perjuicios en recaudación que se produjeron por inferiores pagos en Impuesto de Primera Categoría e IVA. La figura radicaba en que las empresas producían utilidades por años, sin embargo, sus dueños no las retiraban por completo de la caja de la empresa, lo que significaba que no nacía la obligación de declarar y pagar por parte de éstos el Impuesto Global Complementario. Hasta allí, no había problemas pues ello está permitido por la legislación tributaria (con excepción para los contribuyentes del Régimen 14 ter y Renta Atribuida entre los años tributarios 2018 y 2020), sin embargo, el ilícito radicaba en que para disminuir la base imponible del Impuesto de Primera Categoría, las empresas fingían pagar prestaciones de servicios que nunca se realizaron contra boletas de honorarios electrónicas y facturas electrónicas emitidas por personas vinculadas a los partidos políticos de derecha y la ex Concertación de Partidos por la Democracia, lo que les permitía aumentar sus costos y acercarse a pérdidas que imputaban al Fondo de Utilidades Tributables, por cuanto en la medida que más documentos tributarios electrónicos registraran, más podían disminuir este fondo y por ende, la posibilidad de que sus dueños declararan el Impuesto Global Complementario se esfumaba. Por su parte, los emisores recibían de todas maneras los montos cobrados en la documentación falsa y las destinaban a sus campañas políticas, o bien, solicitaban a sus empleados o familiares emitir documentos de la misma especie con la promesa de recibir en mayo próximo la devolución de Impuesto a la Renta. Asimismo, Penta y Soquimich se hacían de activos no financieros, pero de todas maneras muy valiosos: favores políticos que les permitieran gozar de ciertas ventajas a la hora de frenar legislaciones que les perjudicaran, licitaciones y capacidad de decisión en materia de regulaciones al sector privado.

El texto no presenta una terminología técnica en cuanto a materia tributaria, sin embargo, está dirigido a un público con conocimientos básicos en finanzas y en la Historia reciente de la economía y política chilena. La autora abre sus páginas describiendo a las empresas del grupo Penta, cómo nació, quienes fueron sus dueños, cuáles fueron sus épocas doradas y de vacas flacas, así como la vinculación de sus dueños, Carlos Alberto Délano y Carlos Eugenio Lavín, con las autoridades políticas de la dictadura chilena como de la derecha en tiempos de democracia. Tras explicar las redes empresariales de los Carlos -como les llama- detalla la serie de movimientos financieros con forwards cuya investigación son la puerta de entrada a una serie de ilícitos económicos que remecieron la política chilena. Posteriormente, repasa el cuestionado accionar del Servicio de Impuestos Internos, por su lenta reacción a la hora de poner en aviso a la Fiscalía sobre los hechos de los que tomó conocimiento, y de las tensiones que se produjeron en el ente fiscalizador cuando las investigaciones comenzaron a tomar un ribete insospechado: el caso Soquimich. Tanta fue la crispación, que rodó la cabeza del entonces Director Nacional de la fiscalización tributaria, Michel Jorrat y posteriormente la del ex Ministro del Interior, Rodrigo Peñailillo entre otras, por su reprochable compartimiento ético en la conducción política del escándalo.

La ligazón que tienen estas dos empresas en el contexto de la investigación judicial que se llevó en su contra, recae en la declaración de María Carolina de la Cerda, una de las acusadas de emitir documentación tributaria falsa al grupo Penta. Ella confesó la falsedad frente al Ministerio Público, el que, revisando la lista de boletas detectó que también se estaban entregando documentos a la empresa Soquimich. De dicha sospecha, se fue generando un efecto dominó en los partidos de la Nueva Mayoría (a excepción del Partido Comunista), pues como se indica, varios de sus personeros recurrieron a la “generosidad” de Julio Ponce Lerou (dueño de Soquimich) a través de documentación falsa para hacerse de fondos destinados a sus campañas políticas. Esta segunda arista, es la merecedora de la segunda mitad de La máquina para defraudar donde se revelan los orígenes de Soquimich, cómo el dictador Pinochet se la traspasó a su entonces yerno Julio Ponce Lerou y la cantidad de redes que éste fue estableciendo con el mundo político y financiero hasta ser descubierta su participación en el polémico caso Cascadas cuyos coletazos llegaron -para variar- al Presidente de la República Sebastián Piñera, cuya credibilidad fue una vez más puesta en duda por lo poco ético que resultaba que la primera autoridad del país, no pudiera probar o desmentir que no tenía conocimiento ni participación en las sociedades que aseguró haber dejando en fideicomiso ciego.

Las páginas de esta investigación concluyen narrando un contexto donde aún la justicia no fallaba por completo en el caso Soquimich y se logra leer a una autora confiada y esperanzada en los pasos “autónomos” del Ministerio Público de Chile a través de sus fiscales, sin saber en el momento que el nombramiento del actual Fiscal Nacional, Jorge Abott, sería un retroceso en materia de independencia investigativa; pasados los meses, renunciaría a su cargo el insigne ex Fiscal Carlos Gajardo que justamente fue el que acuñó la frase que da título al libro que se comenta “La máquina para defraudar”. Quizás, la autora sospecharía el color del manto de impunidad que luego cubriría la fealdad del caso Soquimich y las palabras cada vez menos creíbles de las autoridades tributarias y persecutoras cuyo actuar ha sido seriamente puesto en duda por la ciudadanía, las y los investigadores, las fuerzas políticas más progresistas y los gremios de funcionarios dentro del Servicio de Impuestos Internos y el Ministerio Público, si es que no hay más.

Sin lugar a duda, se trata de una investigación de calidad que presenta datos duros, es rigurosa en señalar hechos y reconocer que ignora ciertas cosas como los documentos tributarios electrónicos con valor cero (que bien pueden ser documentos anulados). También es cierto, que aun cuando en su primer tiempo, el Ministerio Público realizó un trabajo autónomo, la falta de medios probatorios o la poca capacidad tecnológica o institucional no permitió llevar adecuadamente la carga de la prueba a los tribunales, lo que siempre reabre el debate de cuán “armadas” están las instituciones fiscalizadoras en materia de facultades investigativas. Triste e irónicamente, estas materias, las regula la ley, en cuya creación está directamente implicada la clase política, la misma clase política que se vio involucrada en los vergonzosos delitos de cuello y corbata expuestos por María Olivia Mönckeberg. Se caen a pedazos, entonces, las teorías político-administrativas que señalaban que era necesario pagar mejor a las autoridades cuyo talento era necesario atraer mediante mejores sueldos a los talentos de élite y así hacer al sector público más competitivo en el mercado laboral. Se ha podido desenmascarar en este texto que las ansias por más dinero que sufre la clase política pueden venir de una condición cultural misma de ésta, de una -entonces- desregulada legislación de financiamiento a los partidos políticos, o bien, de una potenciada mezcla de ambos elementos. Investigación disponible en formato ebook.