Fíjate que mi cuerpo recordó la textura de tus manos y abrazo. La llevó a mis caderas en sueños, también hizo lo mismo con tus ojos y labios. He tratado de llamarte con la mente y como aquellos amores que comienzan a albergarse en las entrañas, todo está a la orden de ti, en ver tu nombre, en escuchar tu voz, tus dichos y formas de hablar. Miro, observo, huelo oigo a los elementos y todos llevan un resabio tuyo, puede ser que a todos nos suceda, que estemos predispuestos, pero la felicidad que estos eventos me producen merecen la pena de la ilusión.
En el sueño sentí tu apoyo y abrazo. Dicen que en los sueños un abrazo significa traición y sólo por eso no lo conté a nadie antes de las doce del día. Pero caminamos a lo largo del lugar en que nos encontramos, por ahí nos veían y andaban los amigos y las amigas, sin mayor asombro de que pudiera tomar tu mano y gozar a fondo tu textura. Y nos mirábamos a los ojos abiertamente con la libertad de un viento invernal, me hablabas y yo escuchaba algo que despierto no soy capaz de recordar, mira si no me he demorado en quererte, Matías. Ni dos meses y ya te veo en mis sueños. Estamos en el Año del Dragón y ya don Pedro Engel ha dicho que es un año para soñar y hacer realidad. Me habías pedido lo que quedaba de un postre de arroz con leche, llevaba sabor a leche de vainilla, sí, te convidaba como siempre. Desde ahora será mi postre favorito.
Idea de Matías, me están llegando buenas rachas de suerte y éxito. Por mi parte no voy a modificar tus características como lo dije en una entrada anterior. Te acepto así como te veo, con tilde en tu nombre y tu sentido del humor. Ya no creo que pueda volver a soñar contigo, pero cuando coma arroz con leche siempre dejaré un poco para ti, al menos de manera simbólica.
Nos vemos en quién sabe cuánto tiempo más.
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