Durante
agosto, Ana Magdalena Bach acude a una isla del Caribe para visitar la tumba de
su madre con el fin de dejarle flores y reencontrarse con su memoria. Sin embargo,
terminará encontrándose con una parte desconocida de su personalidad y
redescubriendo a la mujer que paradójicamente, nace en un cementerio. La trinidad
del rol de la mujer adulta de la América Latina del siglo XX, madre, esposa e
hija entra en jaque y crisis de la mano de Gabriel García Márquez, quien en
vida se había negado a publicar En agosto
nos vemos. No obstante, fue lanzada a la venta el 06 de marzo de 2024 por
decisión de sus hijos.
Esta
novela breve con características cercanas al cuento, va mostrando el imaginario
de Gabriel García Márquez, recrea a través de las vivencias de la protagonista
los paisajes y las culturas que conviven en El Caribe colombiano. No se podría
decir, con justicia, que la historia quede trunca atendido el contexto de la
muerte del autor, previo a las enfermedades que afectaron su intelecto y
discernimiento. El cierre está bien ejecutado, aunque habría sido muy
satisfactorio conocer el derrotero de ciertos personajes o ahondar en sus
pasados. Pero así son las obras póstumas, permiten apreciar el proceso creativo
del autor en sus últimos días; es esa su riqueza. Así como las biografías no
admiten margen a la creatividad o ficción, la muerte no admite que se
reversionen historias y se les prive, finalmente, de la esencia de su dueño.
Es muy
interesante advertir el simbolismo, una vez finalizada la lectura, que hay en la
visita de Ana a la tumba de su madre, pues también está asistiendo a la muerte
de la madre y esposa que ella había sido hasta aquel 16 de agosto. Esta novela
trae, como siempre en el universo de García Márquez, debates sociales o
culturales como la infidelidad, la decadencia de la religión, los nuevos
matrimonios, el deseo y la insatisfacción.
Me
pareció una historia entretenida, que vale el esfuerzo leer, una novela que le
permitió de cierta forma a la familia de García Márquez, ganarle un poco a esa
injusticia que subyace a la muerte de los ídolos, porque al cerrar la última
sílaba de En agosto nos vemos, quedan
vivas las ganas de seguir leyendo, de quitarle a la tumba el cuerpo y
creatividad de Gabo. Eso siempre es una ganada para quien extraña.
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