Versos

"Yo no protesto pormigo porque soy muy poca cosa, reclamo porque a la fosa van las penas del mendigo. A Dios pongo por testigo de que no me deje mentir, no hace falta salir un metro fuera de la casa para ver lo que aquí nos pasa y el dolor que es el vivir." (Violeta Parra en Décimas, autobiografía en versos)

jueves, 11 de abril de 2024

Opinión: La vergüenza por Annie Ernaux

                               

 

En marzo de 1998, la Nobel de Literatura Annie Ernaux[1] lanzó en formato de autobiografía La vergüenza, donde comparte cómo fue desarrollando una personalidad introvertida y vergonzosa a partir de una tarde de domingo de junio cuando su padre golpea a su madre hasta casi matarla.

En este relato, la autora aborda desde una marcada introspección, la sociedad francesa de la posguerra, el clivaje público privado, el laico religioso y las diferencias de clase, elucubrando a través de ellos por qué desde aquel episodio siente una soterrada vergüenza.

En el segundo tercio de la lectura, Annie Ernaux, narra su paso por el internado, su relación con las monjas y el conocimiento. La religiosidad católica marca su relato y lo invade, siendo en definitiva este punto de la lectura, el más fluido y nutrido.

La vergüenza no tiene música. Hay ciertos libros con cadencia y crean en el cerebro un ritmo especial, evocan canciones, conversaciones, colores y los personajes se mueven a medida que avanza la narración. Con La vergüenza, el silencio de apodera del relato, escuchándose la voz de la autora casi en un tipo de ASMR, recuerdo haber evocado en el primer capítulo el sonido de los tacos en el suelo cuando Annie reflexiona sobre la división social y geográfica de su ciudad, y el quiebre de los platos durante el fallido femicidio que perpetró el padre la autora contra su madre. Annie Ernaux tiene esa capacidad que algunos llaman “estilo directo y sin adornos”, yo lo llamaría, escribir en el vacío, en la suspensión, lejos de la velocidad del sonido, aunque cercana a la velocidad de la luz.

La traducción al castellano no es la mejor y, no es que sepa francés, sino que hay estructuras gramaticales de ese idioma que no están del todo bien adaptadas a la forma en que escribimos y leemos en castellano, por tanto, en ocasiones es posible encontrar que la narración se hace más compleja o tropezamos con una línea en varias ocasiones. Algo parecido me sucedió con Muriel Barbery en La elegancia del erizo. Ahora bien, si el lector es asiduo a los autores franceses, tanto mejor.

En esta obra prima el desarrollo psicológico del personaje por sobre la historia, permite conocer de entrada el carácter y estilo literario de la autora y prepara al lector para abordar, luego, otros de sus libros como El Acontecimiento o El lugar, porque La Vergüenza, más que una historia, es una larga reflexión.  

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