En marzo de
1998, la Nobel de Literatura Annie Ernaux[1]
lanzó en formato de autobiografía La vergüenza, donde comparte cómo fue
desarrollando una personalidad introvertida y vergonzosa a partir de una tarde
de domingo de junio cuando su padre golpea a su madre hasta casi matarla.
En este
relato, la autora aborda desde una marcada introspección, la sociedad francesa
de la posguerra, el clivaje público privado, el laico religioso y las diferencias
de clase, elucubrando a través de ellos por qué desde aquel episodio siente una
soterrada vergüenza.
En el segundo
tercio de la lectura, Annie Ernaux, narra su paso por el internado, su relación
con las monjas y el conocimiento. La religiosidad católica marca su relato y lo
invade, siendo en definitiva este punto de la lectura, el más fluido y nutrido.
La
vergüenza no tiene música. Hay ciertos libros con cadencia y crean
en el cerebro un ritmo especial, evocan canciones, conversaciones, colores y los
personajes se mueven a medida que avanza la narración. Con La vergüenza,
el silencio de apodera del relato, escuchándose la voz de la autora casi en un
tipo de ASMR, recuerdo haber evocado en el primer capítulo el sonido de los tacos
en el suelo cuando Annie reflexiona sobre la división social y geográfica de su
ciudad, y el quiebre de los platos durante el fallido femicidio que perpetró el
padre la autora contra su madre. Annie Ernaux tiene esa capacidad que algunos
llaman “estilo directo y sin adornos”, yo lo llamaría, escribir en el vacío, en
la suspensión, lejos de la velocidad del sonido, aunque cercana a la velocidad
de la luz.
La traducción
al castellano no es la mejor y, no es que sepa francés, sino que hay estructuras
gramaticales de ese idioma que no están del todo bien adaptadas a la forma en
que escribimos y leemos en castellano, por tanto, en ocasiones es posible
encontrar que la narración se hace más compleja o tropezamos con una línea en
varias ocasiones. Algo parecido me sucedió con Muriel Barbery en La elegancia
del erizo. Ahora bien, si el lector es asiduo a los autores franceses, tanto
mejor.
En esta obra
prima el desarrollo psicológico del personaje por sobre la historia, permite
conocer de entrada el carácter y estilo literario de la autora y prepara al
lector para abordar, luego, otros de sus libros como El Acontecimiento o
El lugar, porque La Vergüenza, más que una historia, es una larga reflexión.
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