Versos

"Yo no protesto pormigo porque soy muy poca cosa, reclamo porque a la fosa van las penas del mendigo. A Dios pongo por testigo de que no me deje mentir, no hace falta salir un metro fuera de la casa para ver lo que aquí nos pasa y el dolor que es el vivir." (Violeta Parra en Décimas, autobiografía en versos)

jueves, 22 de marzo de 2012

Reflexiones en la Ruta 5

 
Fue un viaje triste e incómodo. No tanto como otros que recuerdo cada vez que hago las maletas para volver a Santiago. Me subí al bus a las siete de la mañana con treinta y cinco minutos y a las veinte páginas de lectura me atacó un sueño impune. Lo interesante de viajar de día en bus a lo largo de la ruta 5 es mirar y admirar las bellezas que entrega la soledad del desierto, la humedad de la costa empezando el otoño, la inmensidad de las nubes revolcándose en las montañas, los ríos camino al mar y la vegetación propia de cada espacio. Tanto se nota el quiebre de climas y geografía que se puede ir durmiendo y despertar, mirar el paisaje y saber aproximadamente por cuáles lugares va el bus.

Al acercarme a las afueras norteñas de Santiago me invadió una inquietud, un enojo con todas y todos nosotros o al menos una mayoría significante de la raza humana. Creo que estamos demasiado alejados de la naturaleza, que no nos importa, que cobra más relevancia estar al día con la serie favorita, con obtener el último tipo de celular inteligente, las últimas aplicaciones, con si hay o no hay una señal de wifi libre o a qué hora llegará el bus. Me pregunto: ¿hace cuánto tiempo a las personas les dejó de doler botar la basura al piso? Incluso me sorprendí esperando que la señal satélite diera con la identidad de GPS para saber dónde estaba, si lejos o cerca de Santiago o de qué. Pero pronto miré afuera y aparecían los ríos, quebradas, caballos, cabras, vacas, parronales y la no modesta arquitectura de rocas inmensas en lo alto de cerros, al lado de la carretera y siempre amenazantes.
Creo que se ha olvidado y herido la buena costumbre de ir a ordeñar la vaca para tomar leche, de aprender a hacer queso de cabra, de saber qué nombre tiene la flor, la planta, el fruto, el animal, su cría o bien el pajarito. Ésos nombres tan perversamente genéricos se usan. ¿Cuándo los jóvenes correremos donde nuestros abuelos y abuelas para que nos digan los nombres de la lila, el alelí, la buganvilia, el aromo, el sauce llorón, la gramínea, el higo, el nogal, la granada, el novillo, la vaquilla, el potro, la yegua, la mula, el zorzal, la tenca, el picaflor y tantos otros? No sólo la maldad de nuestra raza en nombre del progreso económico está matando la naturaleza, la indolencia e interés de estar cada día más hipnotizados en Facebook o en la pantalla plana también contribuyen a alimentar esta ignorancia asesina. Mientras menos conozcamos la existencia de las especies y de los paisajes naturales, pues tanto menos nos dolerá perderlas si es que en algún momento nos enteramos de su paso y existencia por el planeta. 

El asco tiene su carta jugándose en la mesa y negocia con la indiferencia. No debe tenerse asco a la sangre, a ver hembras pariendo, animales apareándose o bien cagando, entre otras. Son cosas transversales a nuestra condición de ser vivo y también como animales pensantes. Los humanos cagamos y hediondo, llevamos sangre por dentro, nuestras madres nos paren luego de nueve meses luego de aparearse y también nos morimos para podrirnos así como se pudren las plantas muertas y los animales atropellados a lo largo de la carretera. De la naturaleza tenemos tanto que aprender, del instinto animal que sabe cuando va a llover y la sequía, que sin calendarios conocen las estaciones desde antes que nuestra especie; no por nada las aves vuelan al norte o al sur, los gatos se alejan al oler su muerte, etc. Son esas las señales que no estamos captando, esa información es la que estamos perdiendo, a pesar de que nos diferenciamos de los animales a raíz de que pensamos. Y si pensamos, ¿por qué sentimos asco cuando la tecnología y la ciencia nos han dotado de jabones, desinfectantes y tantas otras indumentarias higiénicas?

No es que esté promoviendo el primitivismo, la higiene es primordial, pero llegar al nivel del asco es simplemente no comprender que si la naturaleza quiso que la mierda fuera hedionda o que nos comieran las moscas y gusanos después de muertos, no lo hizo de mala o caprichosa, sino de sabia. Lamentablemente es de ese conocimiento generoso del que nos estamos privando a diario, porque la sabiduría de la naturaleza no es egoísta y por el contrario, está siempre presente y difusa, dentro y fuera de nosotros, más allá del computador, del viaje al Caribe o los sortilegios de Apple. La Madre Naturaleza es el Dios omnipresente y omnipotente y su sabiduría la encontramos en cada momento y en cada espacio. Somos nosotros los que debemos afinar los sentidos y abrir los ojos.

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