Versos

"Yo no protesto pormigo porque soy muy poca cosa, reclamo porque a la fosa van las penas del mendigo. A Dios pongo por testigo de que no me deje mentir, no hace falta salir un metro fuera de la casa para ver lo que aquí nos pasa y el dolor que es el vivir." (Violeta Parra en Décimas, autobiografía en versos)

viernes, 9 de marzo de 2012

El chaleco con rombos

Hace pocos días veía un programa de televisión chileno en que la periodista Pamela Jiles junto al diseñador Luciano Brancoli analizaban lo importante que era en términos de imagen tener un estilo propio de vestir en la política. Observaban el estilo de Ricardo Lagos, el de Cecilia Morel y el estilo que no tenía o que no quería tener el Presidente (mejor no lo nombro porque dicen que trae mala suerte). 

Reflexioné de lo aburrido que es andar con el cuello, corbata y el típico terno. Entonces decidí buscar mi estilo de vestimenta para el día en que trabaje en el servicio público de Chile: el chaleco con rombos con camisa o polera con cuello y pantalones de tela que transiten en el espectro del beige y el café, aunque confieso que los montgomeries me seducen bastante y que los vestiré en ocasiones de extrema solemnidad, de vejez (si el físico no me acompaña), de lluvia y en las noches de invierno con bufandas de lana blanca y guantes. El chaleco con rombos será el estilo que yo imponga dentro de la gestión pública y del giro laboral de las oficinas. Basta de hombres tiesos, empaquetados con una envoltura que no les viene, con ternos que no se distinguen entre lo gris de la ciudad. La época del chaleco con rombo viene a marcar la diferencia, compatriotas, sea con o sin manga. Prepárense para ver cómo suben en las encuesta los ministros y ministras romboides. 

Una salvedad muy importante es que el chaleco con rombos viste mejor en generaciones jóvenes que en las más perpetuadas en el poder. No sería lo mismo ver a Kast o a Giorgio Jackson con rombos y pantalón de tela que ver a Chadwick con los mismos. También el tema pasa por la estética y la edad. A pesar de que avisto las críticas al estilo por parecer hijos de mamá y papá del barrio alto, el mateo del curso o que la forma es menos importante que el fondo, éste es un cambio en que se merece innovar e incentivar, lo que llega a ser incluso instrumental: a la gente que no haga bien su trabajo la obligaremos a volver al incómodo terno. 

Antes de concluir debo decir que: mi moda sugiere zapatos color café de preferencia carentes de cordón; el día en que envejezca y el rombo no me venga vestiré permanentemente el montgomery y en los días de calor una camisa o polera con manga corta y pantalón de tela, aunque si llego a ser un adulto mayor como don Héctor Noguera, jamás dejaré el rombo. 

Lamentablemente, no he pensado en vestimentas de mujeres en la administración pública, aunque lamentaría mucho que siguieran vistiendo estilos burócratas y uniformes como el de Matthei y Bachelet cuando el mundo de la moda les entrega más alternativas que vestir. 

Finalmente, creo que llegó la hora de romper las reglas que regulan y moldean la "informalidad" de ir a la oficina. Me declaro opositor a la vestimenta del presidente y a esas chaquetas rojas que visten en terreno. Las y los chilenos merecemos una clase dirigente guapa y bien vestida o que al menos hagan el intento; en ello Pamela Jiles tiene meridiana razón: como aspecto de forma y superficial, la vestimenta en política o gestión pública tiene un potencial no explotado ni explorado. E insisto, lectoras y lectores: la gestión pública juvenil tiene mucho en que innovar y mucha moda por imponer. ¡Que viva el rombo!



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