Versos

"Yo no protesto pormigo porque soy muy poca cosa, reclamo porque a la fosa van las penas del mendigo. A Dios pongo por testigo de que no me deje mentir, no hace falta salir un metro fuera de la casa para ver lo que aquí nos pasa y el dolor que es el vivir." (Violeta Parra en Décimas, autobiografía en versos)

viernes, 29 de noviembre de 2024

Querido Marc

 


Querido Marc:

Primero, disculpa si mi llanto te hace más difícil partir hacia el lugar feliz que siempre buscaste. No lo puedo evitar, mi buen amigo.

Entre el dolor, la confusión y la incredulidad, no sé bien quién o quiénes son los sujetos de este rito fúnebre, si eres tú o lo somos quienes nos quedamos para extrañarte siempre. No importa, porque de todas maneras esta no es mi despedida, sino la invitación a que me acompañes siempre desde el plano en el que ahora estés haciendo reír a los demás con tu ingenio y buen humor.

Me quedo con las ganas de que hubieses vuelto de vacaciones en enero de 2025 para el cumpleaños de tu mamá, porque en noviembre de este año vencía tu visado. Me quedo con esa imagen que añoré desde que te fuiste del trabajo, de que nos volvieras a visitar como hacen los que renuncian o jubilan, me quedo con el anhelo de volver a saludarte y darte un fuerte abrazo, amigo. Yo ya te echaba de menos y justamente fue ese el último mensaje que te envié y nunca sabré si lo alcanzaste a leer. I miss you my friend, let me know when you’re back.

Yo me siento en esa frase tan manoseada de “no poder despertar de una pesadilla”, de conocer por primera vez en carne propia lo que es perder a un amigo, su voz, su energía y esa alegría que produce saber que alguien aún se acuerda de uno. Es esa impotencia de no poder ser Dios y llevar el tiempo atrás la que siento, de que ya no hay nada más que hacer, de que todas las esperanzas se han agotado. No sé cuánto tiempo dure esta pena, pero por más que lo pienso, aunque pase mi vida entera tú ya no vas a estar físicamente nunca más y eso no tiene consuelo posible.

Marc, o Marc Antoni, como te llamé, gracias por ser un muy buen amigo y colega, por no tener prejuicios, por querer mantenerme presente en tu vida más allá de las fronteras y la distancia. Desde mi corazón te pido las disculpas que pude haber quedado debiendo y acepto las tuyas porque sé que nunca puede haber rencor entre dos amigos, ni en la vida, ni en la muerte. Me quedo, también, con tu cuchara y taza de té, con el “Gracias al Señor”, con el Siguienteeeeee que irritaba a algunos, con las veces en que nos conseguíamos bolsas de té porque evidentemente ahí nació nuestra amistad, con todas las mañanas en que me desperté con tus saludos en el Whatsapp, con las aventuras que me contaste, con tu pasión taurina por la vida y las fiestas, con tu determinación, con la palabra “feliz” que me repetiste cuatro veces al contarme cómo te sentías en Australia, y por lo mismo, con ese horrible presentimiento de que no volverías nunca más, con el “Buena, Dieeeeeeeego, ¿cómo estai?, ¿cómo va la cosa por allá?”, con la gentileza que siempre ofreció tu sonrisa, con tu parecido al Escudero, con los paseos en bicicleta, con todo lo que iré recordando en el camino del duelo y con la bonita experiencia de haber coincidido en esta vida.

Anda, amigo Marc, ahora que ni las fronteras, el tiempo, ni el espacio existen en tu plano, a conocer todos los lugares que no alcanzaste en éste; el Sudeste asiático, Japón, Nueva Zelanda, Dubai, Hong Kong y más. Ya cruzaste la última de las fronteras, ya no hay nada que te pueda detener.

Con cariño y lealtad, tu doliente amigo Diego.

sábado, 2 de noviembre de 2024

Opinión: Un animal salvaje por Joël Dicker


Sigo con la fiebre por Joël Dicker, quien en 2024 publicó la novela Un animal salvaje, una novedad en todo sentido. Menos personajes, menos páginas pero con la calidad y talento de siempre.

Esta especie de matrioshka comienza con el acto de voyerismo que se ve en la portada de la edición de Alfaguara, donde Greg, un agente policial de Ginebra se detiene en la mitad de su corrida a mirar la casa sin cortinas de la familia Braun, compuesta por Sophie, su marido Arpad y dos hijos. Greg, por su parte, está casado con Karine y forman una familia de clase media, ambos trabajan y viven en lo que despectivamente se denomina La Verruga, un villorrio más humilde que el de sus vecinos acomodados. Ambos matrimonios terminan conociéndose y van uniendo peligrosos lazos de amistad, envidia y deseo, al punto de que nada ni nadie es quien aparenta ser en su presentación. En paralelo, un par de ladrones planea el atraco a una joyería en el centro de la ciudad.

Esta entrega se lee a un ritmo vertiginoso, cada página es un nuevo elemento que no admite pausas ni descansos y hace que nos planteemos por qué aún Netflix o Hollywood no firman contrato con Joël Dicker para obtener el guión de un thriller. Sin necesidad de banda sonora, Un animal salvaje crea el ambiente de suspenso necesario para recrear en la imaginación del lector la cadencia y percusión de tambor redoblado. Todo esto, dentro de un contexto de falsas apariencias, secretos, pasiones, arribismo y corrupción.

Ya de manera directa, Joël Dicker ingresa en el mundo de los negocios, del fraude tributario, el blanqueo de capitales y las argucias más impensadas. También, se ve a un autor más maduro que va evolucionando en los temas conforme su público de La verdad sobre el caso Harry Quebert va creciendo junto a su literatura, incursionando, por ejemplo, en el erotismo y los desafíos de los matrimonios.

Es una de las más gratas sorpresas literarias del año 2024, un redescubrimiento y reversión de Joël Dicker, que ha dejado atrás la novela de extensos personajes y páginas para centrarse en la complejidad humana, en sus encrucijadas, dilemas éticos y la vida adulta de Occidente. Además, deja Estados Unidos y narra desde su Europa natal, entre Ginebra, Londres, Saint-Tropez, La Toscana, etc. trayendo a las estanterías una buena oportunidad de volver a leer de una sentada o de un único atraco.

Esta novela está disponible en formato de libro electrónico.






Opinión: La desaparición de Stephanie Mailer por Joël Dicker

 


El año 2018, la promesa de la novela criminal, Joël Dicker, lanzaba una nueva entrega a las estanterías, continuando en los parajes de la costa de Estados Unidos. Se trataba de “La desaparición de Stephanie Mailer”, un denso thriller que conformó un ladrillo más en el muro de su incipiente obra.

El año 1994, el equipo de la policía local de Orphea en Los Hamptons, Estados Unidos, conformado por Jesse Rosenberg y Derek Scott cerraba uno de los casos más enigmáticos de su época: el asesinato del alcalde Brown, toda su familia y una testigo que corría por el sitio del suceso. Sin embargo, décadas más tarde, la periodista Stephanie Mailer asistiría a la ceremonia de despedida de Jesse Rosenberg de la policía para comunicarles que habían errado de asesino en el caso Brown. Acto seguido, Stephanie desaparece sin dejar demasiados rastros. A partir de ese momento, se abren dos líneas investigativas: el paradero de la periodista y el verdadero asesino de la familia Brown.

Como es de esperar en una novela de más de 600 páginas, abundan los personajes y los saltos temporales, lo que permitirá abrir un espectro de escenas, hechos y motivos que harán perder al lector la trazabilidad sobre el responsable de los crímenes del apacible burgo de Nueva York. Cada cierta cantidad de páginas van cambiando las líneas argumentativas y narrativas, lo que tiene la ventaja de no aburrir ni volver monótono el relato, aunque so pena de generar en el lector una sensación de mareo, de querer renunciar en la búsqueda del culpable.

Esta novela aborda distintas aristas de la vida occidental como el efecto de trabajos desafiantes en matrimonios incipientes, la corrupción, el bullying, la envidia, la drogadicción juvenil, la decadencia literaria, etc. También, se deja ver un prematuro coqueteo entre el autor y las tramas de delitos fiscales y financieros.

Mi personaje favorito: Anna Kanner, una policía de Nueva York que llega a unirse a Derek y Jesse.  Pese a haber sido una prodigiosa abogada siguió su vocación policial lo que la obligó a pagar altos costos personales. En Orphea, lidiará contra el machismo y sexismo de sus colegas varones. 

Hay algo de todas maneras en esta novela que no terminó por convencerme: la obra de teatro “La noche negra”, un botadero de páginas y personajes que dicen tener relación con el captor de Stephanie Mailer y con el verdadero asesino de los Brown, supuestamente dirigida por Kirk Harvey, un antiguo policía de Orphea en 1994. Se podría haber prescindido totalmente de este elemento que tomó demasiado protagonismo y que se deshizo como un castillo de naipes.

No es una novela mala, pero tampoco imprescindible en la literatura de Dicker, pudiendo convertirse en una linda compañera de vacaciones o en una buena pieza para sacar al lector de su bloqueo. Disponible en formato e-book.