Versos
"Yo no protesto pormigo porque soy muy poca cosa, reclamo porque a la fosa van las penas del mendigo. A Dios pongo por testigo de que no me deje mentir, no hace falta salir un metro fuera de la casa para ver lo que aquí nos pasa y el dolor que es el vivir." (Violeta Parra en Décimas, autobiografía en versos)
sábado, 23 de enero de 2021
Autoentrevista (Adaptación de sección YO en Tendencias de La Tercera)
domingo, 17 de enero de 2021
Opinión: La suma de los días por Isabel Allende
La suma de los días (2007) es un libro autobiográfico de la escritora Isabel Allende. Allí relata a su fallecida hija, Paula, el devenir de su familia desde su muerte. El estilo de este título es personalísimo, íntimo, emotivo. Allende abre las puertas de su vida y en característico tono deja ver, entre otras cosas, cómo conoció a su entonces marido, Willie y de los dolores y alegrías de su hijo Nicolás a quien de paso le asigna el rol protagónico -que, a veces, deberá compartir con el correlato de la creación de obras como la Retrato en sepia, El bosque de los pigmeos, El Zorro, Inés del alma mía y más-.
Según se anunció, la relación madre-hijo entre Isabel y Nicolás es la que nutre las páginas de esta autobiografía, al punto que un título menos original pero acertado podría haber sido Todo sobre mi hijo. El lectorado podrá entonces, enterarse de las diferencias de hermanos entre Paula y Nicolás, cómo conoció él a su exesposa Celia, a su esposa Lori, la forma en que enfrentó el divorcio, su reacción frente a la diversidad sexual y una intensa relación con su madre hipercontroladora.
Asimismo, el texto deja ver la vida de los inmigrantes en Estados Unidos; chilenos, chinos, mexicanos, venezolanos y más viven una suerte de rito de iniciación al llegar a la supuesta tierra de las oportunidades ocupando lugares comunes como la discriminación y los problemas de comunicación. Otros miembros de la vida de Isabel Allende que permiten rellenar páginas son Tabra, Sally, la abuela Hilda, Jennifer y las Hermanas de Desorden. Aun cuando por separado estas personas carecen de una conexión, Allende logra vincularlas a través de sí y de repetir que su misión fue reunir a todo el clan en una misma ciudad y además, entregar una narración divertida, pícara y sincera que hace valeroso leer en primera persona los chismes de los que se puede conocer por la prensa rosa e Internet. También es una obra estática en el tiempo y generosa en el espacio.
El ritmo de la narración decae en la segunda mitad del libro, se contamina de las presiones que ejercen las editoriales por más material indistintamente de su calidad. En definitiva, se nota el desgaste de las ideas, cinco capítulos podrían ser solamente dos y se agregan historias que no cambian en ningún sentido la dirección de la historia como es el caso de Juliette, la amiga de Isabel Allende que presta su vientre a Lori. Allí se da un exceso de contexto, que ingeniosamente pudo haber sido el argumento de otro de sus libros (el consejo es gratis); omitiendo a Juliette y su vida, de todas maneras se pudo haber conocido de los intentos fallidos de Nicolás y Lori para ser padres sin necesidad de darle rostro y nombre a la dueña del vientre de alquiler.
También queda en evidencia que el gran defecto de incluir a muchas personas en una autobiografía es que darles énfasis al principio crea expectativas sobre su desenlace, sin embargo, al tener que respetar los hechos, es posible que el final de la historia no tenga tanto rendimiento como su desarrollo o introducción, por tanto, desilusiona; ¿qué habría pasado si Tabra se hubiera muerto en una de las operaciones o viajes?, ¿tendría sentido literario presentarla, describirla y exponerla como se puede leer en La suma de los días?
En definitiva, se trata de una historia interesante y rica en experiencias, es narrada por su propia autora desde la multidimensión de sus roles de mujer, madre, esposa, escritora, chilena, hija, abuela, suegra, amiga, enemiga y persona, por tanto, va más allá de una descripción de sí misma y las vivencias, también hay juicios de valor, argumentos, pasiones y contradicciones que dotan a este libro de humanidad. Cada uno de esos roles se va conjugando con momentos y emociones diversas pero siempre sinceras al punto que leer a Isabel Allende como dueña de su historia deja la sensación de que tu amiga de toda la vida se dio el tiempo de escribirte la más honesta de las cartas.
sábado, 9 de enero de 2021
Un sentimiento llamado Diego
Diego estaba en la oficina de su papá. Alcancé a percibirlo un poco tímido, casi como un niño avergonzado. Eso al menos en las primeras fases de mi sueño. Decidí sentarme en uno de los asientos disponibles para ser atendido o conversar con alguien de esa oficina por temas de trabajo. Minutos luego de haber vacilado, se acercó para conversar conmigo y pedirme perdón por su frialdad, por la indiferencia con la que me trata cuando estamos despiertos. No recuerdo haberlo perdonado ni haber dicho que lo exculpaba de todo y que me daba lo mismo; sólo sé que lo sentí, obvio que te perdono, cómo no te voy a perdonar pensaba mientras me sorprendía de continuar sumido en un sueño tan esperado sin despertar. El tenor de la sensación se podría resumir en un análisis de costo beneficio, ¿qué pierdo si lo perdono? Nada. ¿Qué gano perdonándolo? No mucho más que nada, pero algo finalmente. Luego me dio un beso.
Caminamos juntos por tantos
lugares, nos acompañamos en la noche, cruzando ríos, visitando parientes,
arrancándonos por un túnel estrecho mientras se producía un terremoto. No puedo
decir que se me arrebató el corazón ni que me perturbó el sentido de la
realidad como otras veces. Agradecí el regalo al despertar, pero el efecto duró
su debido tiempo. No entiendo del significado de los sueños, en Internet hay al
menos diez interpretaciones distintas para un único elemento que buscarlo
habría sido inyectarme una sobredosis de ansias y angustia. En realidad, para
qué remover los sentimientos del pasado en tiempos del coronavirus, sumarle una
pena más a mi alma escapa de todo pensamiento lógico y autoestima. Sentimientos
de cristiana vocación resucitadora. No.
En la vida real Diego no me
quiere, no le importo. Y está bien, yo no soy querible, mucho menos comparto con
él algún tema de interés o pasión, salvo -claro está- el nombre. En cambio, yo admiro
secretamente su belleza tan impoluta e incombustible, su voz -aunque no la recuerdo
muy bien-, su alegría, su ser genuino. Sé que jamás podría pagar esa factura porque
él no tiene intenciones de ofrecerme algo. Y estoy seguro de que tiene cientos
de cualidades más, pero no lo conozco, se me hizo tan desconocido que ya no
podría saludarlo con naturalidad al verlo en la calle; olvidé su cumpleaños,
cómo nos conocimos, si alguna vez compartimos una cerveza o si fui a su casa. En
las vueltas que deja la vida, como parafraseando las escenas de El efecto
mariposa, quedamos con las manos vacías, la mirada suspendida y el
pensamiento flojo de si debería o no escudriñar en los depósitos de mi memoria
algún sentimiento llamado Diego.