Alma, no me digas nada,
que para tu voz dormida
ya está mi puerta cerrada.
Una lámpara encendida
esperó toda la vida
tu llegada.
Hoy la hallarás extinguida.
Los fríos de la otoñada
penetraron por la herida
de la ventana entornada.
Mi lámpara, estremecida,
dio una inmensa llamarada.
Hoy la hallarás extinguida.
Alma no me digas nada,
que para tu voz dormida
ya está mi puerta cerrada.
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