Mi nombre primero es Diego y su
historia comienza con la transmisión de una telenovela venezolana llamada La
Dama de Rosa, libre adaptación de Los Miserables por Víctor Hugo. El personaje
que inspiró a mi mamá es el hijo de Tito Clemente, Diego Clemente. Tendría
cuatro o cinco meses de gestación cuando mis padres por acuerdo tomaron la
decisión. Mi segundo nombre es Ignacio y se me fue asignado porque en el local
de comida en que hace años trabaja mi papá siempre llegaba un cliente con un
niño que se llamaba así y a mi padre le gustó cómo sonaría eso en uno de sus
hijos. Eso lo cuenta mi mamá, pero mi papá acaba de llegar a entregar su
relato, “Te pusimos Sebastián porque…” Pues bien, yo no me llamo Sebastián.
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Jonathan Montenegro, Diego Clemente |
Hasta hoy somos cuatro hermanos y
cada uno tiene tres nombres, no dos como el común de las personas. Hemos
tenido, entonces, que cargar con otra historia más en nuestras vidas. Como en
el dilema del prisionero mi mamá dijo que mi hermano mayor ya tenía tres
nombres y todos debíamos ser tratados por la misma ley. Por consiguiente, Lucas
me fue asignado porque había que tener un tercer nombre y era el que más rimaba
con Diego Ignacio. No me aventuraré a preguntar si había otras opciones… la
invención momentánea siempre es una alternativa. En cambio mi papá sin querer
diferir de mi mamá, me cuenta en la otra celda que era un nombre “italiano” y
querían honrar tales raíces. No sé bien a quién creerle, pero a decir verdad,
como buen Libra, mi papá siempre está dispuesto a decirme algo que me agrade pese
a que Sebastián es el segundo nombre de mi hermano mayor y eso no me pareció
muy bien. No lo culpo, son cuatro hijos, tres nombres y doce en total. Le
agradezco con que recuerde mi cumpleaños.
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