Frente al cuerpo exangüe de su padre Ricardo,
Marco Orezzoli comienza a divagar en las añoradas vacaciones de su infancia en
los parajes ubérrimos del sur de Chile, deteniéndose especialmente en la
erupción del Volcán Villarrica. Poco a poco, entra en una comparación, en un
paralelo, entre lo inevitable, impredecible e innegable de una catástrofe natural
y los rasgos más evidentes de su personalidad, dando vida a una nueva novela
del escritor chileno Pablo Simonetti.
Los aspectos centrales de esta novela dicen
relación con el vínculo padre e hijo y la autoexploración y construcción del
hombre homosexual en el Chile de la dictadura y primeras décadas de la democracia,
sin dejar de pasar por las disputas de poder dentro de las empresas familiares,
los prejuicios, el amor y la desilusión.
Un aspecto relevante de esta novela es que hay
disciplina literaria, existe estructura, un balance entre lo dulce y agraz, no
se cruzan los roles entre el protagonista y los personajes secundarios, hay carga
emotiva en todo el relato sin rayar en lo deprimente, se siente el ritmo y se aprecian
altas notas de erotismo y drama. Se ha atrevido el autor, en definitiva, a
salir de su zona de comodidad, abordando nuevas realidades, diálogos, roles y ciudades.
Destaca también, la belleza y sensibilidad de
la prosa del autor. Dentro de toda la estructura y cronología del relato -que se
agradece-, Simonetti logra cierres de capítulos redondos, estéticos y llenos de
emotividad. Por ejemplo, al referirse a su opción de no confirmar su
homosexualidad frente a su padre, el autor escribió:
“Si
hubiera tenido la fuerza que adquirí pocos años más tarde, lo habría hecho sin
dudarlo. Pero quizá, tal cosa nunca habría llegado a ocurrir, porque desarrollé
gran parte de mi convicción después de la muerte de Ricardo. Así de poderosa
latía su presencia antagónica en mi vida. Me debilitaba por el solo hecho de
existir.”
Sin embargo, se ha convertido en un lugar común
de Pablo Simonetti describir aspectos cuya omisión no tendría efecto alguno en
la los hechos o en las características de los personajes, ¿qué efecto literario podría tener referirse al
material o género de un sofá y la cantidad de luz y de sombra que genera en él
determinada lámpara? Este sería mi único pero.
Desastres naturales ha de leerse porque en ella se encuentran miradas plurales de una misma realidad política, porque se aborda a un personaje guiado por el rigor de su naturaleza y el llamado de la aventura, porque se esfuerza en correr los tupidos velos y prejuicios que ocultan el placer y amor homosexual.
A lo largo de la lectura, fui recordando otras
novelas que tienen aspectos o argumentos parecidos a Desastres naturales como La
amortajada de María Luis Bombal, El
lugar de Annie Ernaux o Variaciones
Enigma de André Aciman. Esta novela
se encuentra disponible en formato de libro electrónico.
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