Versos

"Yo no protesto pormigo porque soy muy poca cosa, reclamo porque a la fosa van las penas del mendigo. A Dios pongo por testigo de que no me deje mentir, no hace falta salir un metro fuera de la casa para ver lo que aquí nos pasa y el dolor que es el vivir." (Violeta Parra en Décimas, autobiografía en versos)

sábado, 7 de agosto de 2021

Opinión: La perra por Pilar Quintana

La perra (2017) es la cuarta novela de la escritora colombiana Pilar Quintana, por la que ganó el IV Premio Biblioteca de Narrativa Colombiana. En esta novela se relata la relación que sostiene Damaris y Chirli, ama y mascota, respectivamente, y en paralelo las experiencias vitales que hicieron de Damaris la adulta en que se convirtió.

A raíz de una matanza de perros en la playa de su localidad, Damaris, sorprendida y conmocionada por la maldad humana, decide adoptar a una de las cachorras sobrevivientes. Damaris es una mujer adulta que trabaja en la casa de los Reyes, una familia acomodada que por circunstancias que deben leerse en el texto, deja la propiedad en manos de cuidanderos, despreocupándose de su mantención y cuidado. Damaris y su esposo Rogelio, viven de lo que sus manos pueden conseguir; la pesca y la mantención de la casa Reyes. Sin mayores ingresos ni comodidades, la pareja vive con otros tres perros y sufre por no poder concebir hijos, especialmente Damaris, para quien la maternidad es un anhelo frustrado.

A medida que Chirli crece, comienza a seguir sus instintos animales, lo que choca contra la mal formada impresión de Damaris acerca de los perros, tendiendo a humanizarla y sobreprotegerla. Tales contradicciones comenzarán a roer la relación entre ambas hasta un punto de no retorno cuando Damaris se dé cuenta de que su perra es capaz de hacer algo que ella nunca podrá.

Esta historia permitirá al lector elucubrar sobre la fuerza del instinto animal y lo urgente que es para los seres humanos aprender a comprender a las mascotas, quienes por más amor que despierten, siempre serán animales y responderán al llamado de la naturaleza. Ello no quiere decir que no haya que educar, esterilizar y respetarles; es que a veces se juzga a los perros o gatos, se les aplica un concepto de justicia que ni siquiera es efectivo en los seres humanos y, en consecuencia, se les aplican castigos asignándoles intencionalidades humanas, “Este perro me rompió las plantas porque quiere hacerme daño”¸ “Tu gato cazó un pájaro que cantaba hermoso y lo dejó botado de mera maldad”, “La coneja se comió a sus crías porque es una mala madre”. Estos prejuicios me suenan, los he tenido también, a veces mi paciencia tampoco es suficiente y se me nubla la razón, pero nunca es tarde para aprender a criar.

La gran moraleja de este texto es que nadie está lo suficientemente preparado, la vida siempre golpea y la falta de terapia es notoria. Los dolores, los fracasos y las frustraciones al no abordarse roen pensamientos, acciones y relaciones en el amplio sentido del término: relaciones consigo mismo, con la familia, amigos, colegas y un largo etcétera que contempla a las mascotas. Este libro permite cuestionar la capacidad económica e inteligencia emocional que demanda adoptar una mascota, ¿es todo el mundo apto?

Otro tema relevante es cómo los seres humanos extendemos los defectos de la especie a otras, como el racismo y la segregación social, ya que aquellos animales que tienen un linaje mestizo están generalmente más expuestos al abandono, a la adopción irresponsable, a matanzas masivas, infecciones y soledad. No así, aquellos animales de raza que son altamente cotizados en tiendas que promueven la explotación sexual de las hembras.

El texto traslada fácilmente al lector al ambiente playero, un pueblo alejado de la urbanización, la humedad caribeña y sus generosas lluvias. También y con la misma capacidad, puede la autora imbuirnos de la psicología de su protagonista, pasear por sus estados de ánimo, acompañarla en su soledad, en lo simple y lo complejo. Una técnica que es recurrente en su escritura es la de relatar de lo general a lo particular, como una toma desde un lente amplio que de a poco hace zoom. Recomiendo este libro como compañero de cuatro mascotas (y a veces he tenido más), levanta un mensaje potente, una llamada urgente a descentralizar la salud mental, a educarse respecto a las mascotas y abandonar las lógicas humanas y antro centristas en su crianza. Sin lo anterior, sufren los animales, pero apenas es posible darse cuenta ya que ellos no hablan ni votan.

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