Toma trabajo abordar la literatura no
narrativa, cómo describirla, cómo asirla sin que quede trunca y es lo que me
sucede con Tu cerebro (2013) de la
neuropsiquiatra chilena Amanda Céspedes[1].
Algo se hará.
Tu cerebro invita al lector a conocer la
importancia de este órgano vital y fundamental en la regulación del
comportamiento humano así como en la evolución de nuestra especie. No obstante,
sirve de gran apoyo para quienes transiten por la preadolescencia y
adolescencia (y a quienes convivan con ellos), pues les hace entender aspectos
claves de la regulación hormonal, el autocuidado, las tentaciones y un mundo
que comienza a ser visto desde una perspectiva desconocida e inevitable.
El aporte que hace Amanda Céspedes es inconmensurable.
Práctica, concisa y pedagógica apela al lector a salir de las miradas
tradicionales o menos informadas sobre el tránsito de la niñez a la juventud de
manera tal que éste se transforme en un proceso acompañado y respetado,
entregando herramientas de gran ayuda para que los adolescentes se autorregulen,
conozcan sus límites, las consecuencias de sus actos y en especial, se respeten a sí mismos y su
entorno.
Pasando por conceptos psicológicos y
estadísticas, Tu cerebro aporta
importantes datos y análisis científicos sobre la salud del cerebro, el consumo
de alcohol, marihuana y la calidad del sueño entre otros aspectos más. Es una
lectura cautivante que cuesta dejar y apenas se termina un capítulo nos
arrimamos al próximo de inmediato, no al otro día o semana. Sin duda que a
quienes tienen hijos, son adolescentes o conviven con ellos les hará más eco
que a quienes no, pero también es una lectura pensada en todo tipo de público
pues sus datos permiten que muchos adultos le den vuelta a su propia adolescencia,
a sus errores y aciertos; también es de gran utilidad para profesores,
trabajadores sociales, asistentes de la educación o asesores del hogar que a
diario realizan la extenuante labor de tratar con nuestros preadolescentes y
adolescentes, a su vez dominados por la inexperiencia y un flujo desconocido de
hormonas y emociones. No digan que no se les avisó, ¡a proteger el cerebro!
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