Se dice que la naturaleza es terapéutica, que
obra milagros, casi como la literatura. El
Jardín Secreto (1911) de Frances Hodgson Burnett narra impecablemente esta mágica conexión
a través de la mirada tres niños, Mary Lennox, Dickon y Colin Craven cuyas
vidas se juntan alrededor de la naturaleza.
Empujada por su repentina orfandad, Mary
Lennox se ve obligada a dejar su vida en India y a ser recibida por su parco y
lúgubre tío, Archibald Craven en Inglaterra. Despojada de sus
privilegios de clase en India, Mary deberá sobrevivir a su mal carácter y a la
soledad que ha ido creando a su alrededor a causa de la falta de límites y amor
paternal. Al llegar a la mansión Misselthwaite Manor del señor Craven, se enfrentará al
aburrimiento pues en ella casi está proscrita cualquier forma de manifestación
de vida; de no ser por los empleados, nadie conversará más de lo
necesario sino hasta la irrupción de Mary. Obligada a comunicarse para sobrevivir al
tedio, irá generando lazos con Martha, la mucama de la mansión y Ben, un jardinero,
quienes poco a poco la adentrarán en la naturaleza y despertarán en ella la
ternura de la infancia.
En sus curiosos recorridos, Mary también conocerá
a Dickon Sowerby y a Colin Craven, dos niños muy distintos con los que compartirá sus secretos, entre ellos, el descubrimiento de un jardín clausurado, al que de
todas maneras entró pese a la prohibición de su tío Archibald Craven. En él
conocerá la tierra, las estaciones del año, las claves de la naturaleza y una
imperiosa necesidad de cuidarla.
El Jardín Secreto es una historia que fascina en toda
edad, enseña y pone en lo alto una serie de valores que precisan destacar como
el respeto entre las personas al narrar el maltrato de Colin, su primo
consentido hacia los empleados; el respeto a la naturaleza y los seres que la
habitan; la comunicación como medio de sobrevivencia; la complicidad y la amistad
como el lazo desinteresado que une a Mary, Dickon y Colin; el autoestima y la
superación personal.
Es meritorio detenerse en el personaje de
Dickon, hermano de Martha Sowerby y dueño de una personalidad encantadora. Es
un niño que ha comprendido a su párvula edad los códigos de la naturaleza; no
la invade sino la habita y lee. Entiende la importancia del silencio para los
animales, sus ciclos vitales, sus formas de comunicación y cómo respetarles para
que se cree una recíproca relación de confianza.
También, es importante atender cómo la mansión Misselthwaite Manor pasó de ser un triste y lúgubre palacio dedicado a la nostalgia, a un lugar mágico lleno de risas y esperanza, destacando la capacidad de la autora para narrar no sólo la evolución de los personajes sino de los ambientes que albergan la historia.
Casi como el reflejo del espíritu de una época lejana, el concepto de la belleza estaba alejado de los rasgos casi raquíticos y pálidos, pues se les consideraba señales de mala salud; en cambio, al finalizar la historia, se podrá ver cómo Mary se siente muy cómoda y satisfecha con una figura más robusta, fruto de su nueva vida en la que corre por el páramo, se cansa y tiene más apetito.
Otro aspecto que se puede leer entrelíneas es un llamado de atención a los métodos de crianza que no estimulan la comunicación de los padres con los hijos, mucho menos propician el afecto y amor que todo niño o niña requiere para desarrollar su autoestima y propia percepción. Esa brecha afectiva es lo que da origen al calificativo de secreto que tiene el jardín descubierto por Mary, ya que por temor a ser regañados o sorprendidos en algo prohibido va generando secretos y complicidades en una red innecesaria de mentiras. Entonces, cabe preguntarse si los niños mienten porque son mitómanos, por malos o porque los padres no les han demostrado lo suficiente de que son dignos de su confianza. En este libro se está frente a un secreto casi inocente sobre la irrupción en un jardín prohibido, pero en la realidad, un niño por no confiar lo suficiente en sus padres o por convencerse de que ellos no los van a defender, puede ocultar los abusos más pérfidos.
En cuanto a la forma de narrar, se debe entender y respetar que es un libro cuyo principal público es el infantil, por cuanto para tener éxito, no se pueden pretender recursos literarios complejos que cansen a niñas y niños a mitad de camino. Si hay un error, este puede ser que la autora olvidó una premisa clave para la literatura infantil y es que los personajes protagónicos gozan de tal calidad de principio a fin y justamente en el desenlace de esta historia se comete esa falta, evitando que la primera reacción al punto final no sea un suspiro.
Recomiendo este texto para todas las edades, para quienes se involucran y relacionan a diario con la naturaleza, para los que creen que la magia no es un terreno cooptado por magos, sino por la vida y también para quienes aún no entienden que los ecosistemas, la flora y la fauna no son objetos de dominio de la humanidad, sino que es la humanidad la que está sujeta al dominio de éstos. Si la naturaleza le dio a Mary una segunda oportunidad para ser niña y humilde, la literatura nos ofrece de igual manera una nueva chance de mirar la vida.