Claro que los gatos no leen, menos si sus almas han partido recién. Pero me atrevo a insertar este cúmulo de letras y vocales que más que figuras y sonidos son mis emociones y pensamientos. No quiero olvidar, en definitiva, todo lo que he sentido en este día oscuro y nublado de punta a cabo.
La culpa me carcome porque en lo que uno ama siempre
prosperan esperanzas. Tu organismo ya no te permitía ser una gata, porque ser
gata es saltar, jugar, arriesgarse, maullar y salir de la casa por varios días
para dejarme el alma en un hilo. Sin embargo, tú, mi Pasca, mi niña preciada ya
te habías ido, no estaba mi amiga para saludarme y conversar cuando llegaba del
trabajo o la que me regañaba con su indiferencia si llegaba muy tarde. Habías
partido lentamente para dejar un cuerpo silencioso y liviano que sólo
permanecía conmigo por amor, es que me acompañabas desde hace tanto que conocías
muy bien el hombre solitario que soy.
Al menos, si algún día me vence el olvido, quedarán
en estas líneas las remembranzas de tu aversión a la velocidad y la lata que te
producía ir al veterinario. También la fuerza física con la que me amasabas
como recordando tu tierna lactancia.
Nadie te arrebató de mi lado, yo te liberé de
una muerte segura y dolorosa. Me adelanté en la jugada para ganar dignidad y
paz en ti, amiga. Aunque no me arrepiento, tampoco me lo perdono porque sé que
siempre hubieras preferido estar conmigo hasta el final y para calmar mi consciencia
rompí tu voluntad animal, tu instinto felino, tu amor leal. Dime tú, quién está dispuesto a estar con uno hasta el final si no es por amor. Cada día sin verte
comer era una angustia y frustración dolorosa, era también hacer a diario un
duelo mudo de cada parte de ti que me iba abandonando.
Hoy es un día de dolor en casa, quienes gozamos
la bendición de tu existencia sufrimos amargamente tu ausencia, tu invisibilidad,
porque pese a que sabemos que nos sigues acompañando necesitamos tu mirada, tu
calor y mal genio. No importan las veces que te escapaste, no importan los
arañazos, los sillones rotos ni los maceteros que usaste de baño. Te lo perdonamos
todo.
No sufres más, sino que lo has ganado todo:
paz, amor y luz.
Anoche, consciente de que sería la última de nuestra
vida terrenal te pedí que te fueras tranquila, te dije que mi dolor no
importaba entonces, que al lugar al que irías estaba lleno de juegos, de
flores, agua, comida de sobre, sillones para rascar, que allá no hay perros a los
que temer, nadie ladraba, nadie gritaba. Si algo te distraía, seguro sería mi
llanto y rabia porque no hay otra forma de expresar mi dolor.
Gracias por encontrarme en Vallenar cuando todos
en la oficina te querían echar a la calle, ese maullido insistente y esa
socialización tan simpática, esa mirada pidiendo ayuda y comprensión me
animaron a llevarte al auto e invitarte a mi manada. Gracias por elegirme tú a
mí porque no sé qué viste en este hombre tan aburrido y rabioso.
Nunca es suficiente para decirlo todo, pero con
esto aliviano el peso de mi dolor, rindiéndote homenaje con lo único que creo hacer
bien: escribir. Sigue la luz mi niña, que no te detengan mis lágrimas, ni mi
humanidad, incorpórate en la felicidad y la paz de no estar más en el mundo.
Espérame porque tarde o temprano nos uniremos tú, tus hermanos y yo en una
energía de amor eterna e inseparable.
Adiós mi mágica Pasca.
Con amor y gratitud,
Tu doliente humano.
Copiapó, 02 de mayo de 2022.