Recuerdo aquel verano en que escribí
efusivamente sobre el chino de la Candelaria, su proeza de humildad y devoción
despertaban en mí los sentimientos más poéticos. Ha pasado el tiempo, y a Manuel
lo he vuelto a ver en contadas ocasiones y casualmente. Casualmente, también
supe que era primo de una amiga del amigo del vecino de la polola de la suegra
del gato… no viene al caso.
Me interesa decir en esta breve
narración, que por motivos laborales, el año pasado (2016) no pude asistir a
saludar a mi China Candelaria en su cumpleaños y tampoco pude ver a Manuel. No
obstante, este año volví a asistir a la Fiesta Grande y con decepción, vi que
Manuel ya no integra el baile chino en donde lo conocí. Investigando, con el
amigo del primo de la hermana de la vecina que estudió con la polola de, supe
que ahora él se ausentó por motivos laborales también.
Dos años después, mis
sentimientos hacia Manuel están más que muertos, bailan en el limbo de la
prescripción. Sólo deseo que siempre la
Virgen lo cuide y lo bendiga en agradecimiento por haber hecho latir mi corazón
según lo dispone Violeta Parra en Volver a los 17.