Versos

"Yo no protesto pormigo porque soy muy poca cosa, reclamo porque a la fosa van las penas del mendigo. A Dios pongo por testigo de que no me deje mentir, no hace falta salir un metro fuera de la casa para ver lo que aquí nos pasa y el dolor que es el vivir." (Violeta Parra en Décimas, autobiografía en versos)

miércoles, 6 de febrero de 2013

Dormir, el antes y el después

A toda hora y sin clemencia el calor golpea mi ánimo, me imagino que el de todos, pero quiero hablar por mí. El dolor de cabeza no se fue de mi cráneo hasta que dormí luego de haber vuelto del centro, eran las cinco de la tarde, pero la temperatura se impregna en las piezas, en las sábanas y cubrecamas. Sin embargo, fue más el sueño que el calor y dormí para soñar grandes placeres que ya no recuerdo. Es complejo el tema de dormir, hace pocos días tuve una pesadilla en la playa. Soñaba que me querían asaltar y fue esa la primera vez que desperté gritando -cual película de terror- hasta que mi tía me despertó a gritos también para que me sacara las manos del pecho, yo las dejo ahí para atacar el insomnio, pero me despierto tiritando, gritando o llorando.

Pero para la gente que es alharaca como yo, dormir tiene una serie de actos detrás en que se puede resumir lavarse los dientes, leer un libro, escuchar las noticias, hacer ejercicios, ponerse el pijama, subirse al camarote, rezar y una serie de otras cosas hasta que llega el momento más terrible de todos: apagar la luz, y no es porque le tema a la oscuridad sino más bien porque significa el comienzo de una invasión de pensamientos, de culpas y tormentos, es un momento que da lata cuando uno no tiene sueño porque piensa en tantas cosas, lo que hice, quien me gusta, lo que tengo que hacer, la alarma, y las metas de la semana hasta que se duerme para entrar a soñar cosas que uno jamás haría despierto. Si no hay pesadillas, no falta el perro del vecino o el temblor que sea capaz de interrumpir las ideales ocho horas de sueño, pero si eso no ocurre, alabado sea el Señor. Al menos a mí, rara vez me sucede y con los primeros rayos de luz del sol comienzo a rabiar porque sé que viene el odioso sonido de la alarma, los ojos me lagrimean y pienso si se van a cumplir los sueños de la noche que acaba de terminar, abro la cortina para tantear el calor del día, pero ya a tempranas horas se sabe la intensidad del infierno venidero. Levantarse, prometer que hoy me acuesto temprano. Torturarse con la idea de que hay personas que hacen la cama. 

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