Versos

"Yo no protesto pormigo porque soy muy poca cosa, reclamo porque a la fosa van las penas del mendigo. A Dios pongo por testigo de que no me deje mentir, no hace falta salir un metro fuera de la casa para ver lo que aquí nos pasa y el dolor que es el vivir." (Violeta Parra en Décimas, autobiografía en versos)

miércoles, 2 de enero de 2013

Absurdo


Las luces del árbol de navidad danzan en un juego intermitente, son monocromáticas y aburridas. La vecina vino a nuestra casa para preguntarme por qué le salía un cuadro en su computador cada vez que lo prendía, debe ser un virus pero Bastián –mi hermano- sabe cómo descargarlos, comenté con el fin de no pararme e ir a su casa a solucionarle el problema. Como sabía que mi hermano tampoco iría, preferí decirle que en esos casos es preferible formatear y solicitar de inmediato la instalación de un antivirus. Pero la vecina, que es amiga de mi mamá no se fue y se sentó a conversar y hablar de los problemas de ella y toda su familia. No es que no me importe, porque sus familiares son de especial aprecio mío, pero siempre es lo mismo, iguales peleas, iguales lógicas entre iguales miembros; el peso de las historias familiares.

De pronto llega su hija menor, un ser particularmente insoportable y precoz a su edad, doce años que ya fuma, va a fiestas y quién sabe qué cosas más hará a su temprana edad. Dios la guarde. Su voz es gangosa y su estilo demasiado entrometido. La vecina la regaña porque no la deja conversar en paz y de paso, indirectamente, me sentí aludido… y como los gatos que deben irse de la cama cuando llega el amo a dormir, también preferí ponerme los audífonos, encender la radio y venir al living a escribir.

Las luces del árbol se prenden y se apagan, por mientras me dispongo a leer y escribir todo lo que pueda, el verano se prevé eterno y las vacaciones. La vecina decide ponerse de pie, dar unos pasos y con toda su clase gesticulada en las manos me dice: chao Diego. 

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