Versos

"Yo no protesto pormigo porque soy muy poca cosa, reclamo porque a la fosa van las penas del mendigo. A Dios pongo por testigo de que no me deje mentir, no hace falta salir un metro fuera de la casa para ver lo que aquí nos pasa y el dolor que es el vivir." (Violeta Parra en Décimas, autobiografía en versos)

martes, 8 de enero de 2013

Absurdo II

Nunca sé cómo empezar mis entradas y casi nunca lo hago por el título, pero ahora que sé a quien dirijo mis palabras, digamos que el título fue lo primero que se me ocurrió y no es la continuación de la historia de mi vecina, sino la conclusión de lo que a estas alturas del partido va entre un cariño viejo y malo y yo. Estoy vendiendo mi dignidad a unos cuantos recuerdos, a un par de emociones que asocié de pronto a César, a unas rimas en inglés que retrataron de manera magistral lo que debí haber sentido en el momento que comenzaste a cortejar a tu nueva chica. No la odié pero sí la envidié y le dedicaría mi set de canciones despechadas cuya lista no dista a muchas entradas de esta; tampoco me sentí mal, triste o desdichado en esos momentos porque había adquirido la capacidad de mantener los sentimientos ahogados en un respiro, en el límite del estómago; si el revoltijo de sentimiento hubiera llegado del estómago al corazón habría estado más que jodido cuando los vi besándose. Lo controlé y al parecer ahora que tengo tiempo libre vengo a recordar las Reflexiones de un vencido, escritas uno o dos veranos atrás, vengo a sentir lo que no sentí esa vez con una autocompasión anacrónica. Todo por culpa de una canción de Adele, de estar durmiendo en la misma cama en que te soñé con los míos y de ver caer la misma estrella fugaz en que imploré con desesperación por un futuro entre tú y yo, o algo material que fuera capaz de unirnos, aunque fuera de la manera más absurda.

Fueron lindas ilusiones, las mejores y más prolíficas que he tenido en mis últimos cinco años; recuerdo tanto ese sueño en que yo descansaba sobre tus muslos y te miraba como un novio enamorado mientras me conversabas de quién sabe qué dentro de una discoteca. Fue uno de los amaneceres en que sostuve la palabra esperanza en mis manos hasta que la dureza de los días la fue gastando. Ahora debería hacer un punto aparte y saltarme al siguiente párrafo pero no lo haré, así como debimos haber tenido algo y no lo hicimos no sé por qué, violaré -en venganza a los astros- todo raciocionio lógico y voy a expresar en este mismo grupúsculo de caracteres que extraño ser visto desde lejos con celosía y psicopatía como bien lo hacías tú con tus ojos, ya nadie más pudo hacerme sentir la complicidad que tuvimos en determinados espacios y tiempos. Pero sólo eso, porque el resto de inmaterialidad entre nosotros fue un desastre, un ir y venir de incertidumbres y frustraciones, por cuanto pido a todo tipo de entidad mitológica y divina que en mi vida tenga que poner mis ganas y esfuerzos en un ser tan cobarde y sin tino como fuiste conmigo. Ahora, que te he visto feliz, no te deseo mal pero tampoco te tengo en mis oraciones. Sé que de alguna forma te atormenta la culpa, el recuerdo y que sea antes y después de todo, un hombre. 



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