Como agua para chocolate (1989) es la novela icónica de la escritora mexicana
Laura Esquivel cuya historia se centra en la vida de Tita, la hija menor de la
familia de La Garza, por cuanto vivirá bajo la temible sombra y autoridad de su
Mamá Elena, como rodeada de los aromas y secretos de la cocina del México
revolucionario. La condición de hija menor era condenada por la tradición
familiar a la soledad y al cuidado de la madre hasta su muerte.
Llena de realismo mágico, Como agua para chocolate es una novela eminentemente de amor, con
toques históricos y criollos. Se estructura en doce capítulos asociados cada
uno a un mes del año y a una receta en particular donde la sobrina nieta de
Tita irá dando la pauta de la preparación en breves líneas y las irá mezclando
con la vida de la protagonista sin que se pierda en momento alguno el ambiente
de una cocina del siglo XX con sus aromas, sus palabras y sus sabores a chiles,
chocolate y fritura. Es una novela clásica desde el punto de vista de los
riesgos, donde la protagonista y la antagonista están llenas de virtudes y
defectos, respectivamente; lo que si bien le evita confusiones al lectorado,
tampoco le propone un desafío cognitivo, ni le permite comprender que los seres humanos
tenemos defectos y virtudes, obedeciendo a un modelo de narración propio de los
años 90 de la industria de ficción mexicana, pues las mismas estructuras reduccionistas
y simplistas se pueden apreciar, por ejemplo, en las telenovelas de Televisa.
Esta novela retrata la alta carga cultural del
machismo en el México del siglo pasado, la cocina era un lugar de mujeres,
demandaba horas excesivas de trabajo no remunerado y le era privado a los
hombres salvo para sentarse a comer o cortejar a las cocineras. También relata
indirectamente la explotación indígena y las marcadas relaciones de dominación
y estructuras de poder insanamente asimétricas, por ejemplo, militares-civiles,
madre-hijas y señora-sirvientes. De ello deriva una crítica a esta historia
puesto que en lugar de representar una crítica –abierta o disimulada- a la
cultura machista, romantiza la explotación, el abuso y la comodidad del
poderoso respecto de sus privilegios. Es cierto que las novelas al suscribirse
a una época obedecen también al espíritu de los tiempos por cuanto para
reflejarlos fielmente tienen personajes e historias que al lector le pueden
resultar chocantes; sin embargo, en la actitud del narrador frente a los hechos hay mucho de la manera en que el o la autora ven y conciben el mundo.
Esta novela es de rápida lectura, privilegia
más a la historia que a los personajes y tiene desbalance de género en la
narración pues es notorio que le cuesta llegar a los tonos, actitudes y
palabras de los hombres en los hombres; pero es muy hábil en dar a Mamá Elena
características culturalmente masculinas como la dureza, el liderazgo seco,
incuestionable y desprovisto de toda dulzura, lo que denota que para la autora
el poder es masculino.
Recomiendo leer esta novela desde el punto de
vista analítico, quizás desde el culinario y si es leído por niñas, niños o
adolescentes, siempre es sugerente invitarles a desarrollar su sentido crítico,
pidiéndoles su opinión moral respecto a los hechos narrados pues el machismo
mata y mientras antes se entienda tantito mejor, como se dice en México.