Versos

"Yo no protesto pormigo porque soy muy poca cosa, reclamo porque a la fosa van las penas del mendigo. A Dios pongo por testigo de que no me deje mentir, no hace falta salir un metro fuera de la casa para ver lo que aquí nos pasa y el dolor que es el vivir." (Violeta Parra en Décimas, autobiografía en versos)

viernes, 2 de octubre de 2020

La manzana verde

Tengo ganas de regalarte chocolate, miel, mermelada, pan y vida. Tengo ganas de darte una manzana verde y que nunca sepas que fui yo el que ideó cien formas y más de ponerla en tu mesa. En silencio, la miré y al lavarla con mis manos le di delicada caricia como quiero, con mis yemas, también rozar tus mejillas, tu espalda y los labios en que guardas tu sonrisa.

También en mi callado amor la vi y ansié hechizar tu manzana verde. También la imaginé en tus manos fuertes y tocada, tangencialmente, por tu barba inocua.

Ahora la manzana verde vive en ti, es tu aliento, tu dulce mirada, es la fuerza con que amas y el rudo vigor con que tu corazón desafía a la muerte.

Te tengo amor y manzanas verdes, rojas, peras, nueces, tortilla de rescoldo, murta, quinoa, kiwi e inventiva para saciar tu hambre. Te miro en fotos, dueño de mi manzana verde y descubro que he olvidado tu voz, tu olor, tus pasos.

Te extraño manzana verde, como cuando en mi inocencia pretendía entregarte a la mesa de mi amado, como cuando todo era el juego de un niño travieso y desafiante. Y fue darte o perderte, mellada de gusanos. Decidí regalarte para que fueras salud de hombre, te puse en su vida, en sus dientes y labios en la misma medida que mi amor fui reviviendo, mi vibra alta, mi alegría y canto.

No hay otra manzana verde como la que te entregué, mi bien amado, esa tarde de verano, donde probaste mi cariño, engañado y misterioso.

¿Te gustó la manzana verde? Debió crecer a la sombra de un árbol robusto, florecido y añoso. ¿Con cuántas otras manzanas creció la nuestra y cuántos otros la habrán deseado? Hombres, aves, ovejas y caballos. 

¡Ay! Suspiro como un niño desengañado. Y no sé qué más decirte desde mi silencio confinado. Perdido, así, en mis delirios te deseo, te veo en otros hombres que no comen manzanas verdes. Y después me llena la culpa porque pienso en lo imposible de regalarte la felicidad del chocolate, menta fresca, apio o aloe vera. 

No tengo belleza, no tengo alegrías abundantes, en cambio, sí poseo casa, cama, amor y abrazo. Tengo para ofrecerte sillas, libros, primaveras, inviernos, otoños y veranos; una mesa favorita para servirte cierta fruta bajo la sombra del manzano.

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