Tengo ganas de regalarte chocolate, miel, mermelada, pan y vida. Tengo
ganas de darte una manzana verde y que nunca sepas que fui yo el que ideó cien
formas y más de ponerla en tu mesa. En silencio, la miré y al lavarla con mis
manos le di delicada caricia como quiero, con mis yemas, también rozar tus
mejillas, tu espalda y los labios en que guardas tu sonrisa.
También en mi callado amor la vi y ansié hechizar tu manzana verde. También la imaginé en tus manos fuertes y tocada, tangencialmente, por tu barba inocua.
Ahora la manzana verde vive en ti, es tu aliento, tu dulce mirada, es la fuerza con que amas y el rudo vigor con que tu corazón desafía a la muerte.
Te tengo amor y manzanas verdes, rojas, peras, nueces, tortilla de rescoldo, murta, quinoa, kiwi e inventiva para saciar tu hambre. Te miro en fotos, dueño de mi manzana verde y descubro que he olvidado tu voz, tu olor, tus pasos.
Te extraño manzana verde, como cuando en mi inocencia pretendía entregarte a la mesa de mi amado, como cuando todo era el juego de un niño travieso y desafiante. Y fue darte o perderte, mellada de gusanos. Decidí regalarte para que fueras salud de hombre, te puse en su vida, en sus dientes y labios en la misma medida que mi amor fui reviviendo, mi vibra alta, mi alegría y canto.
No hay otra manzana verde como la que te entregué, mi bien amado, esa tarde de verano, donde probaste mi cariño, engañado y misterioso.
¿Te gustó la manzana verde? Debió crecer a la sombra de un árbol robusto, florecido y añoso. ¿Con cuántas otras manzanas creció la nuestra y cuántos otros la habrán deseado? Hombres, aves, ovejas y caballos.
¡Ay! Suspiro como un niño desengañado. Y no sé qué más decirte desde mi silencio confinado. Perdido, así, en mis delirios te deseo, te veo en otros hombres que no comen manzanas verdes. Y después me llena la culpa porque pienso en lo imposible de regalarte la felicidad del chocolate, menta fresca, apio o aloe vera.
No tengo belleza, no tengo alegrías abundantes, en cambio, sí poseo casa, cama, amor y abrazo. Tengo para ofrecerte sillas, libros, primaveras, inviernos, otoños y veranos; una mesa favorita para servirte cierta fruta bajo la sombra del manzano.
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