Versos

"Yo no protesto pormigo porque soy muy poca cosa, reclamo porque a la fosa van las penas del mendigo. A Dios pongo por testigo de que no me deje mentir, no hace falta salir un metro fuera de la casa para ver lo que aquí nos pasa y el dolor que es el vivir." (Violeta Parra en Décimas, autobiografía en versos)

domingo, 9 de marzo de 2014

Comunicado

Podría resumir el verano 2013-2014 en un nombre: Leandro. Definitivamente, el ser humano que más me ha llenado desde hace mucho tiempo, un bebé exquisito, hijo de Gabriela, mi prima y Carlos. Aunque Gabriela es hija de un primo de mi papá, quiero a Leandro como si fuera mi propio sobrino, no sé si exagero porque en realidad mis hermanos no me han dado sobrinos. Es como pensar en quién inventó el amor, ¿cómo sabe si es amor si antes nunca lo sintió?, ¿cómo lo definió en un concepto vinculante al resto de la humanidad? (Sí, son los largos debates nocturnos que sufría en mi adolescencia). El punto es que cuando Leandro nació no estaba en Copiapó y no pude ir a bienvenirle, sin embargo, apenas lo conocí nuestros genios fluyeron, una cuestión parecida a esas amistades inmediatas. Nunca me había pasado con otros niños, pero sentí que debía ser su padrino, mas como soy tímido y bueno para subvalorarme pensé de inmediato en lo incómodo que sería para sus padres decirme que ya tenía un padrino, pero de todas maneras me mantendré al aguaite y en campaña. 

Luego volví a la universidad para terminar mis últimos ramos y como era bebé de sólo meses de edad, se olvidaría de este tío nuevo que conoció y que por lo demás es tan olvidable. No obstante, cuando volví a verlo meses más tarde comprobé que la conexión estaba intacta pues al llamarlo lanzó sus brazos a los míos, en resumen, se transformó en mi regalón. Tanto, que ya no quiero irme, me convencí de que en Santiago no existen muchos asuntos pendientes y que si existen, todos los puedo resolver desde acá, Copiapó. Ya lo veo, lloraré cuando me devuelva a la capital, se me quebrará la voz cuando le diga adiós con una sonrisa que esconda mi cuita y alzaré mi encono cuando sea su primer cumpleaños y no tenga cómo saludarlo, vida terrible no más. 

Pero entre terminar 2013 y comenzar 2014 ocurrieron otras cosas. Lamentablemente, mi abuelo falleció de un cáncer que lo consumía desde hace casi un año y sin poder despedirme de él se fue a la vida eterna de la mañana a la tarde mientras era un viernes en que me esforzaba por terminar una de las tantas minutas de mi investigación de estudios aplicados en centro de Chile. Fue un golpe duro pero para el que estaba preparado, pese a que la pena de no poder decir adiós para siempre a un ser querido nunca se irá, me tranquiliza haberle hecho saber que lo quería y que no me había olvidado de él en todo el tiempo en que no nos comportamos como un abuelo y un nieto. Creo que hubo dos semanas entre la última vez que lo llamé y que murió, con los enfermos de cáncer nunca se sabe; al menos he visto dos experiencias en que en la mañana no hay de qué preocuparse pero en la tarde ya están agonizando y jadeando con los efectos reflejos de un cuerpo que se va quedando sin vida. No hay nada más terrible, creo, que ver llorar sin consuelo a los padres porque no hay nada que esté a nuestro alcance para darles paz. Un duro golpe en medio del estrés de mi último cierre de semestre. Vete para siempre, muerte infame. 

Dado los trágicos acontecimientos, tuve que reagendar entregas y notas, pero algo se mantuvo inflexible: presentar en Santiago el treinta de diciembre los resultados y conclusiones de la investigación. En medio del desastre hubo que preparar todo, rearmar y llenarme de fortaleza... pero resisto bien... en el bus de vuelta a Santiago terminé de preparar las gráficas y apenas llegué a mi departamento me bañé y redacté cuanta palabra creí correcta. A las doce del día había que estar en la sala presentando, salí de voluntario y expuse con la sensación de hablar tonteras luego de que el profesor nos contara a todos que dado el bajo nivel de la calidad de nuestras investigaciones nos daría un nuevo plazo, es decir, lo que yo creía terminado y destinado a su suerte, en realidad merecía más días de dedicación, pero qué le íbamos a hacer si ya estábamos ahí. Volví a Copiapó esa misma noche para pasar el Año Nuevo en casa y no volver hasta marzo. Reenvié la investigación con las acotaciones que me sugirieron los docentes. Me fue bien y un seis uno se transformó en la última nota de mi pregrado. Terminaba al fin una etapa más de mi vida: la universidad. 

¿Ahora? se viene la práctica y afortunadamente tengo dos ofertas y no sé por cuál decidirme. Lujos que me puedo dar con merecida soberbia después de todo lo que entregué. Realmente, espero que lo que sea me haga bien a mí y mi trabajo sea realmente un aporte. ¿Amor? Estoy más solo que un perro, tanto que me alegra que mi tía Sylvia esté convencida de que cuando voy a trotar en realidad no voy a trotar sino a juntarme con mis amantes, linda, me tiene tanta fe. Antes de seguir dando detalles innecesarios e irrelevantes de mi vida de cama me iré a dormir porque mañana me levantaré temprano para ir a jugar con el bebé más adorable y lindo del mundo. No exagero, ahí nadie le gana.

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