Versos

"Yo no protesto pormigo porque soy muy poca cosa, reclamo porque a la fosa van las penas del mendigo. A Dios pongo por testigo de que no me deje mentir, no hace falta salir un metro fuera de la casa para ver lo que aquí nos pasa y el dolor que es el vivir." (Violeta Parra en Décimas, autobiografía en versos)

viernes, 5 de abril de 2013

Paréntesis

Puede ser que ante el hambre de la noche, debido a la ingesta de una pera, un plátano y un café como almuerzo, encuentre que los fideos con huevo y vienesa dejan mal parado al aburguesado y sobrevalorado sushi, tan poco contundente y difícil de tomar. Aunque sin tener hambre, sigo pensando igual. Paréntesis, otra vez estoy escuchando Ámsterdam. El pollo para mañana aún se está cociendo en la olla a la que mi papá le arrancó sin querer una oreja y la misma olla que mi mamá quiso que botara por vieja: jamás. Yo espero que no sea un voladero de luces más. Me sobraron fideos y con el pollo no voy a tener un almuerzo tan de fruta mañana, es que aburre comer todos los días lo mismo. ¿A qué hora? No sé, en el espacio libre más cercano que tenga a las dos de la tarde y es que pese a que la semana se termina mañana, no puedo parar. Me declaro en colapso.

Día lunes: entro a las 12 a clases pero como es regla de todos quienes viven a cuadra de la universidad, llegué tarde. En la última clase entré en crisis de descentralización, es tan difícil vivir en la periferia, pero tan fácil que los docentes santiaguinos se paren en frente de la clase a hablar de las regiones y las provincias como el mal que no les tocó vivir. Es como lamentarse por la muerte del caballero o la señora de las noticias, qué lata, pero menos mal que no es nada de mí. Aún el Banco Estado no liberaba el dinero que mi papá destina para pagar mi vida en la capital. No tengo ganas de seguir perdiendo el tiempo.

Día martes: algo pasó, no recuerdo qué pero de todas maneras terminé leyendo un paper que por lo menos estaba en español a las 2 de la mañana. Me cambié de circunscripción electoral, fui buen compañero y recogí algunas fotocopias de Auditoría y Control de Gestión. Compré un calendario con la imagen de Caldera, lo descuidé un instante y los santiaguinos no dudaron en usarlo de mantel: ofensa pero tuve razones irracionales para no ofuscarme. Me quedaba un día para pagar el arriendo a lo que mi papá y mamá me dijeron que mañana mejor transfiriera el dinero desde la cuenta de mi papá a la mía. La ropa por fin se había secado desde que la lavara el domingo. Ahora había que doblarla y guardarla en el armario. Me hice el ánimo y la guardé, luego hice la cama. ¿Cocinar? Al diablo, para eso está el negocio de San Martín con Moneda con el que abastecerme de un café, una pera y un plátano. Perdió mi candidato. El tiempo apremia, este invierno no voy a tener frío ni soledad. 

Día miércoles: enviar un correo a los profesores para que donen un libro a Trabajos Voluntarios, conseguir las direcciones: toda la tarde. Plazo fatal para depositar la plata del arriendo y Banco Estado no me dejó transferir pese a que acepté dejarme guiar por todos los conductos regulares: llamé por teléfono a los operadores, no me contestaban y cuando lo hicieron me dieron una lista de instrucciones y procesos a seguir, realmente una burocracia inútil. Todo por una tercera clave de transferencia a cuentas nuevas cuya adscripción debería ser totalmente voluntaria porque con dos claves basta. Cuento corto, tuve que conseguir dinero prestado. Mi mamá hizo lo que pudo pero las cajas vecinas funcionan cuando quieren. Si no fuera por Paulina Pérez, habría sido la primera vez en que me atrasara en el pago del arriendo (odio deber). De vuelta en mi morada dejé caer la gota que rebalsó el vaso: envié la convocatoria para las actividades de este sábado en Nueva Guanaco desde mi correo electrónico hacia los de los voluntarios y además a sus inbox de Facebook: mucha gente se salía de la conversación y generaba un mensaje que decía que fulano de tal se ha retirado de la conversación y no verá más tus mensajes. Raya para la suma, me gané el odio momentáneo de los voluntarios y con justa razón: más de 100 mensajes de spam para decir que se retiraban del mensaje, alguien respondía y nuevamente el mensaje se enviaba a todos quienes ya se habían salido de la conversación, quienes se volvían a salir y así hasta el infinito. Estaba desesperado. Nunca más. Pero me fui a la cama con el corazón satisfecho y el alma agitada, me dormí oyendo Ámsterdam. Creo que debo cambiar el repertorio pero no al artista.

Día jueves: clases a las diez con quince de la mañana, interminable. Llegué justo a la hora, Matías me recriminó que no le había contestado un mensaje de Whatsapp. Por fin sacaron la cabeza de chancho que tenía el patio de la escuela con olor a animal muerto -era que no-. El mensaje decía Diego, yo respondí Matías (al menos tuve a bien responder). Comencé a redactar y a reconfigurar las guías de Trabajos Voluntarios, revisar el presupuesto, enviar y recibir correos; me senté cerca de una puerta a trabajar: en una hora habré saludado a treinta personas distintas y conversado al menos de 10 temas diferentes. Le devolví la plata a Paulina. Trece treinta de la tarde y corrí al foro "Sacrificio ambiental del Valle del Huasco" donde estaba una mezcla interesante de hippies, un ingeniero, un estudiante de derecho de la Izquierda Autónoma, estudiantes de periodismo y periodistas, los expositores todos de la Provincia del Huasco y vi a mi vecino de Copiapó, ¡a mi vecino de Copiapó acá en Santiago! Hicimos Atacama en el piso seis del Edificio Santa María de la Facultad de Derecho de la Universidad de Chile. Debo decirlo: fuera de mi vecino Abel, el ingeniero y yo: el resto eran todos "shúper-locos", tribu urbana que no deja de despertarme reticencias. Volví a la Escuela de Gobierno con un hoyo de hambre inmenso a terminar las guías mientras comía una pera, un plátano y bebía un café. De vuelta en el departamento me quedé dormido instantáneamente, me llegó una mala noticia. Envié las guías a Paola, cociné para asesinar mi hambre, pero al primer bocado ya la había matado. El pollo ya se coció, tengo que lavar la loza y limpiar la cocina. Diez para las tres de la mañana pero ha de valer mi esfuerzo, yo lo sé, estoy convencido. Aún me falta seleccionar algunos poemas para el programa de radio de mañana. 

Sin embargo, comencé la semana reviviendo una esperanza que tenía abandonada, dormida y francamente no pretendía volver a despertarla. ¡Qué alegría! Ha sido mi gran paréntesis dentro del caos, un lugar de armonía en que mi cabeza puede descansar todas las noches cual mendigo en un refugio. Nada seguro porque yo soy exagerado y toda señal me basta para agrandar más y más mi fe. Pero lo quiera o no estoy volviendo a sentir profundo como un niño frente a Dios, con los sentimientos desbordados sin explicaciones mejores que aquel par de ojos incásicos que me abordan y asaltan por sorpresa mi vieja pasión. 

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