Versos

"Yo no protesto pormigo porque soy muy poca cosa, reclamo porque a la fosa van las penas del mendigo. A Dios pongo por testigo de que no me deje mentir, no hace falta salir un metro fuera de la casa para ver lo que aquí nos pasa y el dolor que es el vivir." (Violeta Parra en Décimas, autobiografía en versos)

sábado, 3 de noviembre de 2012

Día del recuerdo, un día de Puerto Viejo


Tomo nota y fecha. Sábado 3 de Noviembre de 2012... es fin de semana largo en Chile y decidí suspender las actividades de Trabajos Voluntarios Nueva Guanaco por mi fundado temor a que nadie llegara como correspondería. El reloj me recordó el amanecer un poco más tarde que de costumbre y como si no fuera suficiente para hacerme despertar, una de las vecinas del condominio llamaba a Cornelio, parece que era un animal al que llamaba por las maneras en que se refería a él. No quería salir de la cama y comencé a soñar con Aureliano Buendía de Cien Años de Soledad, todo porque Cornelio sonaba a Aureliano y al lado de mi cama duerme un estante con mucha lectura. 

Me levanté porque tenía tantas cosas por hacer. Tomar desayuno para no tener hambre en la noche y comerme kilos de comida cuyas calorías no quemaré (estoy muy panzón); las elongaciones de todas las mañanas, bañarme, ir a la feria para cocinar algo novedoso, en fin, todas las cosas que las personas que no nos quedamos echados en la cama hacemos en las mañanas. En la tarde leería y trabajaría en mi Seminario de Licenciatura y en Ciencias de la Administración Pública (lo que ya no ocurrió, pero me queda el Domingo). Antes de salir a comprar verduras y frutas tomé la sabia decisión de ponerme bloqueador solar y qué razón fue la que tuve: el sol quemaba como aceite caliente. Sólo una externalidad negativa tuve que asumir porque el olor del bloqueador encendió de forma automática mi memoria, estando solo en una ciudad ajena sin mis amigos, mi familia y mis calles, es una vieja historia. El día estuvo espectacular, mucho calor y lo viví con el ambiente de feria; de vuelta a casa sintonicé vía internet Radio Maray y la nostalgia fue total, esperaba en vano, pero esperaba que pronto llegara mi tía Sylvia a tocar el timbre o que sonara el citófono para avisarme que Millaray estaba afuera o que mi tía Eli me llamara para preguntarme en dónde podría instalar el auto.

En los entrañables día de verano uno se levanta temprano a tomar desayuno con mi tío Segundo y mi tía Sylvia mientras miramos a qué hora se levanta la familia Villalobos, luego alguien de buena voluntad lava la loza del desayuno que siempre es poca a no ser que se junte con loza sucia de la noche anterior, luego se hace aseo, las camas y muchas cosas de una sana rutina matutina. Si hay tiempo vamos a trotar los que estamos panzones o si tienen un alto espíritu deportivo, si queda ánimo luego del trote pasamos a la caleta cotizar pescado (aunque esto ocurre más los fines de semana con mi tía Eli o mi tío Luis). Nos damos un chapuzón y de vuelta a casa a cocinar o ayudar a cocinar para servirnos el pescado en quién sabe cuántas miles de versiones según el chef y la escuela culinaria respectiva. Almorzar es el centro de todo, la vida gira en qué se come o se hará para comer, marca el sello que distingue a un día de otro más que si está nublado, si tembló o si llegó una visita. Como mis tíos tienen una parcela el postre nunca falta, siempre hay melones, sandías, uvas y un etcétera de frutas salidas de las tierras de Atacama. Ponerse bloqueador significa que la loza del almuerzo está limpia nuevamente y hay permiso para salir a la playa en la que nos encontraremos con los amigos sobretodo si es fin de semana, bajando a la playa nos volvemos a reencontrar con el mar, con las olas y sus bravuras cuando está indispuesto o la Luna lo amansa o realza. Alrededor de las seis de la tarde se comienza a esconder el Sol y tomamos los quitasoles para devolvernos a la casa en que los abuelos se quedan jugando cartas si es que deciden no bajar con Osita (la mascota) a la playa. Como si estuviéramos en el hundimiento de un barco los niños y mujeres se bañan primero y los hombres al último para sacarnos el agua salada y sentarnos a tomar té decentemente, con el cuerpo cada día más bronceado y veraniego. En las noches corre mucho viento y hace frío, tenemos que llevar incluso ropa de invierno para sobrevivir a las madrugadas (creo que exagero). En Puerto Viejo no hay electricidad, sólo en la caleta hay unos postes que la traen de Caldera, pero en las tomas se debe sobrevivir con los motores a base de bencina, pasa lo mismo con el agua potable aunque creo que eso es una realidad de todo el poblado; por tanto tenemos el privilegio de oír los tumbos con toda la paciencia de ellos y nuestra, a veces soñamos que ocurre un maremoto debido a la furia de la naturaleza marina. 

De todo eso me acordé por haberme puesto bloqueador y creo que me faltó botar una lágrima cuando definitivamente no sonó el citófono, no llegó mi tía Sylvia ni mi tía Eli me llamó para estacionar su auto. Pero no lo hice, atiné a llamarla a su casa esperando encontrarla allí y no en la parcela. Sorpresa, me dijo: Gabriela está embarazada. Creo que se me revolvieron los sentimientos, pero mi prima está contenta, entonces yo también. En la soledad del departamento me tomé un café y escribí una entrada en mi blog en su honor y deseándole éxito en su nueva etapa. No por nada los recuerdos le llenan la cabeza a uno.

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