El cuerpo humano (2012) es
una novela escrita por Paolo Giordano (La soledad de los números primos)
cuyo argumento dice relación con la guerra como experiencia vital de un grupo
de jóvenes italianos que junto a sus superiores deben ir a Afganistán a enfrentar
el avance talibán.
El protagonismo de la novela lo comparte
el teniente y médico Alessandro Egitto, el subteniente Antonio René y los
soldados Ietri y Cederna, mientras que los personajes secundarios son los
soldados Zampieri, Torsu, Di Salvo y el capitán Massiero. Es complejo asociar el protagonismo a un único
personaje como clásicamente se estila en literatura, pero en esta trama existe
una distribución de capítulos y párrafos cuya estructura y orden no hacen posible establecer preponderancia de un personaje por sobre otro, ya que lo que se tiene por narrar no es la vida de una
persona en determinadas circunstancias, sino el antes y después de la guerra
como punto de inflexión en distintas personalidades y modos de entender la
vida; desde un médico con problemas de autoestima hasta un soldado prostituto con
miedo al compromiso, pasando por un inexperimentado conscripto y un joven que tras
la agresividad esconde su inseguridad.
Entre los puntos que destacan en
esta novela se encuentra la exposición del estrés postraumático que viven los equipos
militares que participan en conflictos bélicos, sumado al abandono del que son
víctimas una vez que están de vuelta en sus países, sin contar a aquellos que
no logran volver y son “entregados” a sus familias en forma simbólica: una
bandera y el título póstumo y honorífico de héroe. Es posible leer en esta
novela que no hay énfasis en la preparación militar de los conscriptos en materia
psicológica, pues el perfil de los protagonistas dista mucho de un mínimo
equilibrio mental; ¿iría a la guerra una persona con un nivel decente de
estabilidad emocional, un conocimiento suficiente de la realidad que le permita
no caer en la manipulación de ser un traidor por no defender los intereses de
la patria? Los personajes de esta novela son finalmente el último eslabón en la
cadena de mando de las instituciones de defensa, donde los primeros elaboran
audaces estrategias de inteligencia y disciplina, mientras que bañados en la quimera
patriota, cientos de jóvenes con un futuro por delante, son carne de cañón, un
número más sin otra identidad que la de veterano, sobreviviente o caído.
Volviendo al punto, la estrategia
cortoplacista de las instituciones de defensa nacional carecen de visión sobre
la salud mental de los soldados, no piensan en que los podrían necesitar nuevamente
en otro conflicto y para ellos requieren de un equilibrio mental suficiente
pues las situaciones límites que se viven en los campos de batalla pueden
derivar en la pérdida de miles de vidas militares y civiles cuando detrás de un
arma está una persona desequilibrada e incapacitada de tomar decisiones
acertadas en escenarios de presión extrema. Sin ir más lejos, las personas que
sufren estrés postraumático viven episodios de depresión, delirios, problemas
de sueño, agresividad, entre otros.
También destaca en esta obra, el
acercamiento de la literatura al combate contra el avance talibán en
Afganistán. Esta novela fue publicada en 2012 y relata prácticamente una
batalla entre fuerzas iguales en poder de fuego y ataque, por cuanto cabe
preguntarse si hace una década habría sido posible prever que el avance de los
talibanes cobraría su primer triunfo en Afganistán el año 2021 cuando finalmente
se hicieron del poder institucional.
No obstante, hay sombras en esta
producción a las que dar revista. El relato no es fácil de digerir porque desde
un principio no es posible relacionar el título con la trama, demasiada
amplitud del concepto. Sin perjuicio de ello, se está ante una traducción desde
el italiano al español (de España) por lo que es difícil darle credibilidad a
la narración desde los países latinoamericanos, ¿de verdad los italianos dicen
palabras como tío y gilipollas? Pero el punto álgido que complica la digestión
del texto y la velocidad lectora es que se narra en tiempo presente el noventa
por ciento de la historia cuando en la literatura de ficción y en el género
novela se suele escribir en pretérito imperfecto para conocer hechos que
pasaron. Quizás la estrategia apuntaba a dar sentido de la realidad al relato,
tenerlo en las manos y olvidar el transcurso del tiempo, pero es demasiado el
riesgo cuando la narración tiene referencias en sucesos reales e históricos, y
es que no resulta creíble leer en presente que las fuerzas se enfrentaban prácticamente
en igualdad de condiciones en el campo de batalla y a la vez ver en CNN cómo
los talibanes están en los palacios de gobierno haciéndose del poder.
También es criticable la excesiva
masculinización del relato, aunque acepto que la guerra es un invento que jamás
hubiesen creado las mujeres porque ellas son inteligentes en estrategia y en
emociones. En este texto, las mujeres están disminuidas y relegadas a un papel
que subyace a la vida de los hombres: no había para la cabo Zampieri una historia
salvo que ser el objeto de disputa entre Ietri y Cederna, Sammartinno era la ex
de Alessando Egitto, Flavia Camporesi, la viuda de Salvatore y la novia del subteniente
René… en fin, cada una se definía como la “mujer” de un hombre, una extensión
despojada de todo protagonismo.
La estructura de la narración es muy
parecida a la de una película, el primer capítulo es el mismo que el final (o
escena si se quiere). La historia se divide en tres partes, sin embargo, los
capítulos de éstas tienen saltos temporales y espaciales que, si bien no
confunden, dan la impresión de que Paolo Giordano no buscaba tanto escribir
literatura sino el guion de una película disfrazada de novela cuyos derechos pudiera
vender luego a buen precio. Paradójicamente, dentro del texto hay una escena
donde los soldados se peleaban por programar la música que querían oír; la cabo
Zampieri quería escuchar a Shakira para subir la moral del grupo a lo que el
cabo Ietri con indignación le responden en negativa ya que ésta sólo hacía
música comercial, a su juicio. ¡Jaque mate!
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