Versos

"Yo no protesto pormigo porque soy muy poca cosa, reclamo porque a la fosa van las penas del mendigo. A Dios pongo por testigo de que no me deje mentir, no hace falta salir un metro fuera de la casa para ver lo que aquí nos pasa y el dolor que es el vivir." (Violeta Parra en Décimas, autobiografía en versos)

martes, 20 de marzo de 2018

Silencio de ensueño

No me sale nada. Pero siento muchas cosas y me duele hasta la garganta del silencio que me embarga. 

Mi silencio es un voto conmigo mismo, mi apología a la dignidad, un verso al amor propio y no rendirse a la ansiedad.

No me gusta esta verdad oficial, este escenario tan lleno de supuestos sin asidero en la que pueden vivir todas las mentiras juntas, fingir perfectas realidades. Yo quiero que este amor mío que sí es cierto, que sí existe y es honesto, pueda vivir de pie junto a las vías, las calles, los árboles y sea tan evidente y adaptado como el odio entre perros y gatos. 

Yo quiero que este amor pueda tomarte la mano y enredarnos los dedos, e ir creciendo tanto que hasta sepa su límite. Porque así como esta nostalgia olvidada pudo renacer en estéril terreno, mi esperanza, mi fe puede evanescerse en el olvido, en el ruido de todos los días, pisoteada por las suelas y tacos de insensibles oficinistas, condenada por los timbres de la burocracia, por las bocinas de choferes con prisa. 

Mi amor existe y vive escondido tras los muros de mi silencio, en huelga de hambre, en estado de alerta preparándose para morir un poco más cada vez que no deseas un buenas noches, ni protagonizas la pasión mágica de un orgasmo. Pero vienes, a las cuatro de la mañana aproximadamente, abres la puerta y dejas las llaves sobre el arrimo rompiendo la armonía de aquel altar, las gatas se paran de mi cama y corren seguras de que le abrirías la puerta del cuarto en donde se guarda su comida, y se equivocan porque para su decepción, llegas a mi lado a sacarte los zapatos y te acomodas bajo las sábanas para decirme que estás ahí, que ya no me preocupe más porque, salvo, volviste al nido. Y mientras tiembla la tierra, arrasan los aluviones calles enteras y los muertos nos visitan, dormimos juntos al calor de la ilusión del amor pero presos de la angustia que otro día venga y sólo/solo yo deba despertar. 

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